No se me ocurre nada más deprimente, frustrante y peligroso
que un joven que no se rebela.
Un joven que obedece, que no siente la necesidad visceral de
dar vuelta el orden, me parece un gusano del demonio, una promesa de tirano.
Siento como una amenaza a aquellos jóvenes que no están
dispuestos a asesinar a los viejos que detentan el poder y utilizan todo lo que
tienen para conservar las cosas como están.
.
Luego, entre los jóvenes que se rebelan, distingo tres
tipos.
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Primero, aquellos que combaten con ímpetu revolucionario la
explotación que los ricos hacen del resto de la sociedad, aprenden el funcionamiento
de la explotación, y lo ejercen cuando llegan a la madurez.
Estos jóvenes también me dan miedo y me hacen perder toda fe
en la Humanidad.
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Segundo, están aquellos jóvenes que desatan un huracán
contra el orden establecido y asesinan a los viejos vinagres, pero no aprenden
nada.
También estos pueden reproducir el orden que combatieron.
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Finalmente, están aquellos jóvenes que le pusieron bombas a
las bases de la estructura de un orden perverso, lo hicieron volar por los
aires y pasaron por cuchillo a los viejos perversos y miserables, pero que
antes de ajusticiarlos, les robaron el fuego. Aprendieron de ellos, tomaron su
sabiduría, capturaron su experiencia.
Atrás de estos jóvenes voy, para servirlos —si es que no me
hacen sonar.
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