Soñé que aparecía en mi casa Bowie. Andaba con otro pibe por Buenos Aires.
Pararon unos días en casa. Estaba todo bien. Así vivíamos los primeros años en Buenos Aires, cuando íbamos a la universidad. Por ahí abrías la puerta de un cuarto de tu departamento y había una sueca que sabía tocar la quena con un chico medio andino, con el pelo hasta la cintura, chamán aymara, que habían llegado a la mañana con Marquitos, ¿y Marquitos dónde está?, no sabemos, pero oye, en la heladera dejamos unas quesadillas que hicimos, son para todos, ¿eh?
En mi sueño Bowie era muy tranquilo, le venía todo bien. El departamento no estaba en su mejor momento de limpieza, y no le importaba.
En un momento me habló de Johanna Cassidy y yo no entendía qué me estaba diciendo, hasta que recordé que Johanna Cassidy era su alter ego femenino.
Me hizo una confesión bastante intrincada, hablándome de "my Johanna", y dándome su amistad por completo al confiar en mí.
En un momento todos estábamos dibujando y se me ocurrió que podía guardar su dibujo porque valdría mucha plata, y entonces caí en la cuenta de que si me sacaba una foto con él ganaría plata vendiendo la foto, o si le pedía alguna prenda.
Sabía que él estaba atento a eso, pero luego para él y para mí, fue más importante que viviéramos aquel momento de amistad.
En otro capítulo del sueño yo me perdía en la ciudad de México y cuando iba en un tren, me despertaba y Bowie estaba junto a mí.
Aparentemente habíamos coincidido en el tren de casualidad, trajinando la ciudad, en una continuación de la primera parte del sueño.
Cuando llegamos a la estación de cabecera, nos dijimos que íbamos para diferentes lugares, pero entonces él ya no era él, sino una chica muy deliciosa, que no se le parecía, con una sonrisa muy amplia y unos ojos enormes, más baja que yo. Con una mano yo le apretaba la cadera contra la mía mientras bajábamos unas escaleras muy altas jugando a pisar con el mismo pie el mismo escalón al mismo tiempo, yo pensando que encajábamos más perfectamente de lo que jamás encajé con alguien.
— Johanna Cassidy —, le dije y ella, con esa sonrisa que me tenía desarmado, asentía:
— Uh-hum.
Me desperté recordando aquella época.
Éramos muy felices por cualquier cosa.
Éramos felices porque éramos jóvenes.
Luego eso se fue disolviendo, y luego vino la pandemia.
Si después de la pandemia vamos a mezclar y dar de nuevo, me gustaría elegir esa carta, volver a la costumbre de caernos sin avisar a quedarnos unos días en la casa de un amigo o una amiga.
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