lunes, 5 de septiembre de 2022

Varón, molécula y pizza

No puedo comparar cuánto me gustan algunos hombres con cuánto me gustan casi todas las mujeres.

Por represión o por cuestión de gusto –me gusta el melón más que la banana, el café con leche con medialunas más que el té con tostadas, la pizza más que el locro —muchas mujeres me agitan las moléculas y me pongo a temblar, y en cambio eso no me pasa con los varones.

Pero tengo en mi casa un placar, tosco, robusto, noble, hermoso que guarda en su interior a un putín al que algunos varones lo hacen sonreír y se pone medio loquita.

Ese mozalbete es el que entendió la explicación del Ángel Gigante Camilo sobre la masculinidad China.

Camilo me contó que al llegar a China los hombres chinos no le atraían, “porque me gustaban lo que para nosotros son los hombres de verdad: musculosos, peludos, rudos, machos, que arremeten. Los que concebimos en América Latina como varonil. En cambio, los varones chinos me parecían más andróginos, de cuerpos gráciles, leves, de movimiento fluidos, de carácter mesurado, sin la necesidad de imponerse. Sin embargo, con el tiempo los empecé a percibir de un modo diferente. Aunque no parecían forzudos, no eran menos firmes. No tenían menos coraje por no tratar de ganar todas las peleas. No necesitaban armar un conflicto para ganarlo y demostrar que eran más fuertes. En sus cuerpos más delicados fui encontrando, más sutil y determinada, la cosa varonil. Eran varones. No menos varones. Me cambiaron la idea de qué es un varón”.


Camilo me tiraba en China una clave atrás de la otra.

¿Por qué hacía eso?

Porque estábamos en el camino de comprender a los cientos de millones de personas que nos rodeaban: los chinos.


Para una pregunta puede haber una respuesta.

Una respuesta resuelve muchas preguntas, es una clave.

Una clave es una llave que abre muchas puertas.

Permite comprender muchas cosas (y en China, naturalmente, hay muchísimas cosas para comprender; la realidad entera es algo que debe ser comprendido).


Claro que una de las claves es la clave misma.

Esto que estoy escribiendo.

Debería haber claves que respondan preguntas que vayan más allá de los chinos.

Claves que respondan asuntos de los asiáticos.

Y claves que respondan asuntos de los humanos.


Quizás cada palabra es una clave.

Las palabras “varón”, “molécula”, “pizza” son claves.

Designan cosas, pero no sólo.

“Pizza” es mucho más que “pan con tomate y queso horneado”. Es la canción “Pizza conmigo”, es la pizzería donde comía Ringo Bonavena, es el día que mi hijo amasó y cocinó pizza por primera vez, etc.

La palabra “pizza” para mí en este momento es una clave para comprender una porción del mundo.

Así es como quizás se pueda llegar a amar a todas las palabras que inventan los animales humanos.


1 comentario: