viernes, 5 de mayo de 2023

El profesor de violín

El tipo parecía un profesor de música pobre, pero no un pobre.

Llevaba zapatillas, jeans y la camisa adentro del pantalón. Era un tipo normal de pelo corto.

Vino del otro vagón del subte y se puso a tocar el violín. Tocó varios temas. No era talentoso tocando, era modesto, correcto. Como hombre, parecía silencioso. Pasó lentamente junto a los pasajeros sentados, ofreciendo educadamente desde lejos el estuche del violín, sin mirar a los ojos, sin hablar.

Delante de mí, una chica sacó un billete nada despreciable antes de que el profesor de violín terminara de tocar.

Cuando él pasó frente a ella, le puso el billete en el estuche. Él le sonrió levemente, ella le sonrió apenas. Y eso fue todo.

El hombre podía haber sido su papá. La chica tendría 17, quizás 16 o 19 años. ¿Por qué le dio el dinero?

Me hubiera gustado preguntárselo. La miré a los ojos; si me hubiera respondido la mirada, le habría preguntado.

No sé si era la mejor manera que tenía la chica de darle algo al hombre.

Siempre tengo esa incertidumbre cuando le doy plata a alguien que me pide —cuando le doy y cuando no le doy.

Pero creo que en general conviene dar.

Es mejor dar.

Quizás conviene revisar qué le damos a los que le damos.

Revisar qué podríamos dar y no damos.

Con qué nos quedamos que convendría que diéramos.

 


Perdón, esto es un sermón barreta de un mal cura en una misa de un día de semana.

 

 

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