Una vez vino un músico jamaiquino que nació prócer de la música.
Se llamaba Rico Rodríguez.
Vino cuando ya tenía como 78 años. Era un viejito endeble que tocaba el trombón.
Tocó con una banda local de ska.
Como a las 3 horas de recital, le dijo algo al líder de la banda y se fue.
El líder de la banda le dijo al público:
“Rico me dice que está cansado. Se va a dormir la siesta y vuelve”.
Después agregó:
“Se va al Cielo un rato y después baja”.
Era cierto, porque Rico era un ángel.
Tenemos derecho a morirnos cada tanto.
Morir para siempre o por un rato.
Lo que no tenemos derecho es a no vivir.
Tenemos que vivir cuando se presenta la oportunidad, porque cuando vivimos de verdad, creamos vida y esa vida se la damos a las personas a las que queremos.
Del trombón de Rico Rodríguez salía toda la música del mundo. Hasta que me muera me seguirá dando de vivir
Tenemos que vivir para darle vida a los que queremos.
Para qué carajo estamos acá, si no, todos los días.
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