Se me acumulan en pilas hasta el techo los libros nuevos que tengo para leer.
Los observo desahuciado; en un intento de soportar la situación o de huir, manoteo un libro cualquiera de la biblioteca, lo abro y leo:
Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
Lo leí un millón de veces, pero ya no puedo volver a la pila, sólo puedo sumergirme en su interior.
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