Estos días se me presenta
la fantasía de que el amor que nuestra madre nos tuvo a mi hermana y a mí, existe
como una especie de poder que continúa después de su muerte, hace casi un año.
El alma, el Cielo,
Dios, la Virgen, todo eso son fantasías.
Pero pueden ser
hermosas fantasías, y quién dice que las fantasías no ayudan a vivir.
Incluso pueden ser
la diferencia entre la vida y la muerte.
Por eso me gusta la
fe, que es una elección. Es elegir que una fantasía es posible.
Como decisión, creo
(como crear) en la fantasía de que el amor de nuestra madre es parte de este
mundo, no del más allá, y que influye y nos beneficia.
También creo que
tenemos que trabajar para que ese beneficio resulte en algo bueno. No es nada
más quedarse sentado y esperar.
Ahora que escribo
esto, me parece que lo que digo es de una simplicidad muy boba. Pero es lo que
tengo en la mano.
No tengo ese
sentimiento sublime de que nuestra madre era una santa y era pura bondad. Es
más, si me pongo a revisar su vida, tengo muchos enojos y negrísimos reproches.
Más bien, he
liberado mis sentimientos. No los fuerzo al homenaje, hoy que ella cumpliría
años si estuviera viva, pero tampoco al olvido.
Y lo que aparece es
esta fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario