Mis abuelos vivían en el campo. No eran ricos. Tuvieron
quince hijos. Los más grandes tuvieron que trabajar desde chicos. Sólo los
últimos cuatro pudieron terminar la escuela primaria.
Mi abuela entendía que querer a sus hijos era consentirlos.
Quizás se daba el gusto de consentirlos en todo.
Eso es lo que debe haber aprendido mi madre, porque me crió consintiéndome.
Las obligaciones, la disciplina, venían después del
consentimiento.
La idea del sacrificio la mantenía muy lejos de mí.
Me protegía del tímido disciplinamiento que intentaba mi
padre.
Nunca salí de ese corralito. No he hecho en mi vida otra
cosa que consentirme.
Hace un tiempo un tipo me enseñó que es muy bueno darse una
ducha helada después de la ducha caliente.
La primera vez que lo hice casi me muero. No aguantaba.
Ahora lo hago. Es algo que es completamente ajeno a mi
crianza.
Mi madre está absolutamente ausente de ese momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario