Hace dos años hubo un evento ecologista en un salón de la
Reserva Costanera Sur. Todos los que fueron eran directivos de fundaciones
ecologistas y funcionarios de Nación y Ciudad del área de medioambiente.
En una conversación, cinco personas estaban hablando de
Bolivia. Cada tanto decían "el indio" con repugnancia, con un
desprecio tan violento como penoso.
Se referían a Evo Morales.
Algunos tienen poder de decisión, otros poder de
comunicación y de reflexión. Éstos últimos tienen la obligación de entender ese
odio a los indios, los negros, los pobres y los peronistas.
El asco contra Evo es parte de ese odio. Hay que agregar a
los bolivianos a esa lista y entender que una de las claves del éxito del
liderazgo de Evo es que hasta el último boliviano entiende que su mensaje es
"yo podría estar donde estás vos, vos podrías estar donde estoy yo".
A las personas que decían "el indio" en la Reserva
Costanera Sur les resulta insoportable que Bolivia, que estaba lastrada por la
miseria, y por la discriminación social y racial contra los indígenas, con el
gobierno de un indio semianalfabeto haya registrado un crecimiento sin
precedentes, que ha cimentado la reducción de la pobreza y la mejoría de los
que estaban más postergados.
En Argentina, hemos conseguido la formidable situación de
usar el gas, comprar carne y hasta leche, con angustia.
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