Mientras comemos, el Loco Augusto me habla en el comedor de
la empresa. “El médico me dice que tengo que bajar cuatro kilos. Me dice que
vaya con una nutricionista. La nutricionista me hace una lista que apenas la
empiezo a mirar me doy cuenta de que es una utopía. La Patria Grande de San
Martín y Bolívar. Ganarse el Gordo de Navidad. Que mi suegra no se meta más.
Qué mi hijo traiga una buena nota. Dejo la lista pegada en la heladera para
siempre con un imán de la pizzería y voy al psicólogo. Me dice ‘mirá, gordo’ (¿vos
te das cuenta? ¡“gordo”, me dice! No, si yo me los busco). ‘Gordo, ¿es
necesario que comas hasta saciarte? Y me deja pensando, che. Y trascartón me
tira ‘lo que no podés parar es de hacerle caso a quien sea que hacés feliz
cuando te consentís a morir’. Puedo ser, ¿no? Qué hijo de puta. Encima, es más
gordo que yo”.
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