lunes, 5 de octubre de 2020

Entre el presidente y los chinos, un sabor a distopía

Mientras Estados Unidos se cae a pedazos. El agotamiento del petróleo y las catástrofes ambientales lo han quebrado. Un anciano adicto a los fármacos, ha accedido a la presidencia con unos pocos votos en una sociedad diezmada, la que no se ha enterado de que ha habido elecciones.


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Esto es lo que sucede en la novela Slapstick (or Lonesome No More!), que fue traducida al español como Payasadas, escrita por el norteamericano Kurt Vonnegut y publicada en 1976.

Los chinos cumplen un rol importante en la trama de la novela.

Sin invadir otros países, aunque también sin tenerles piedad, se han desacoplado del resto del planeta. Hacen ensayos científicos casi inconcebibles que tienen efectos globales. Wilbur Swain, el anciano presidente, que es quien cuenta la historia, refiere algunas de las misteriosas cosas que hacen los chinos, pero aclara que sólo sabe lo que refiere, e ignora todo el resto.

Por ejemplo, dice que las oscilaciones en la fuerza de gravedad del futuro distópico en el que vive, se deben a experimentos de los chinos:

“Ahora la gravedad había comenzado a volverse cruel de nuevo. Ya no fue una experiencia impactante. Si los chinos estaban realmente a cargo, habían aprendido cómo aumentarlo o disminuirlo gradualmente, deseando reducir las lesiones y los daños a la propiedad, tal vez. Ahora era tan majestuosamente elegante como las mareas.”

Es un tema del que puede hablar con autoridad, porque fue él con su hermana melliza quienes, aún niños, habían descubierto que los egipcios pudieron construir las pirámides porque el planeta tiene períodos en que la fuerza de gravedad fluctúa.

El presidente y su hermana Eliza descubrieron que al aproximar físicamente sus cabezas, creaban un genio. Sin embargo, separados eran dos personas perfectamente mediocres. Mantuvieron el método de la genialidad en secreto, pero los chinos lo avizoraron e invitaron a Eliza, a quien su familia había maltratado cruelmente, y lo aplicaron en masa.

Alguien le dice que los chinos “se habían convertido en exitosos manipuladores del Universo al combinar mentes armoniosas.”

En otra escena, el presidente cuenta que su madre “suponía que los chinos podían lograr casi cualquier cosa que se propongan.

“Sólo un mes antes, los chinos habían enviado a doscientos exploradores a Marte, sin utilizar ningún vehículo espacial de ningún tipo.

“Ningún científico del mundo occidental podría adivinar cómo se hizo el truco. Los propios chinos no ofrecieron detalles.”

Luego, la madre “dijo que parecía que había pasado mucho tiempo desde que los estadounidenses habían descubierto algo. ‘De repente’, dijo, ‘los chinos están descubriendo todo’.

“’Solíamos descubrir todo’, dijo.”

En el futuro de Slapstick, China cierra su embajada en Washington “simplemente porque ya no sucedía nada en Estados Unidos que fuera de interés para los chinos.”

Otro experimento de los chinos es el de controlar su tamaño y hacerse microscópicos. Esto se relaciona con una de las epidemias que asola la población de los Estados Unidos, llamada Muerte Verde.

“La Muerte Verde, por otro lado, fue causada por chinos microscópicos, que amaban la paz y no querían hacer daño a nadie. No obstante, eran invariablemente fatales para los seres humanos de tamaño normal cuando se inhalaban o ingerían.”

El presidente se hace llevar a Manhattan, llamada “Isla de la Muerte” epicentro de la infección, porque “tenía la intención de morir allí, unirse a su hermana en la otra vida, como resultado de inhalar e ingerir comunistas chinos invisibles.”


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Kurt Vonnegut murió en 2007. Sigue siendo adorado por muchos lectores. Era ácido con el modo de vida norteamericano, con Estados Unidos, con el Occidente violento. Era corrosivo contra todo lo que hiriera a los humanos, y era infinitamente tierno y digno.

Además de Slapsticks, escribió La pianola (Player Piano, 1952), Las sirenas de Titán13​ (The Sirens of Titan, 1959), Madre Noche (Mother Night, 1961), Cuna de gato (Cat's Cradle, 1963), Dios le bendiga, Mr. Rosewater (God Bless You, Mr. Rosewater, o Pearls Before Swine, 1965), Matadero cinco o La cruzada de los niños (Slaughterhouse-Five, o The Children's Crusade, 1969), El desayuno de los campeones (Breakfast of Champions, o Goodbye, Blue Monday, 1973), Pájaro de celda (Jailbird, 1979), Buena puntería / El francotirador (Deadeye Dick) (1982), Galápagos14​ (1985), Barbazul (Bluebeard, 1987), Birlibirloque / Hocus Pocus (Hocus Pocus, 1990) y Cronomoto (Timequake, 1997).


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El prólogo de Slapsticks es un texto autobiográfico magnífico. Sin embargo, Vonnegut se sintió cómodo escribiendo sobre la realidad en formato ciencia ficción. Derivó, naturalmente, hacia la distopía, y lo hizo con la lucidez que hace que algunos escritores revistan la literatura de un tinte profético.

Hoy el presidente de los Estados Unidos está internado por haber inhalado un virus al que se cansó de acusar de “virus chino”.

Lo inhaló en un tiempo en que se comienza a hablar de desacople de China del resto del mundo, no porque China decida aislarse, sino porque sus adelantos tecnológicos harán de la vida de los chinos algo que no podrá ser coordinado con las vidas de las demás sociedades.

Y lo inhaló el 1º de octubre, día del aniversario de la creación de la República Popular China.


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Claro que puede ser que el presidente Donald Trump no esté enfermo. Puede ser una trampa de la campaña electoral. 

O quizás está muy enfermo y los medios nos hacen creer que está bien.

La verdad es que ya dudamos demasiado de lo que dicen los medios. Tanto que le creemos más a las ficciones literarias que a las verdades de los poderosos. Si queremos tener una noción de lo que está pasando con Estados Unidos, su presidente, China y los chinos, estaremos mucho más cerca leyendo una novela de ciencia ficción que asistiendo las 24 horas a lo que informa por televisión una cadena de noticias.


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En Slapstick, cada vez que el presidente siente haber dicho algo curioso, pone punto aparte y escribe: “Hi ho”.

 

Hi ho.





 

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