De repente, rebrota en los países capitalistas de Occidente lo extremadamente retrógrado que creíamos enterrado para siempre.
En Argentina aparecen los enfurecidos contra el peronismo,
los defensores de la dictadura del 76, el espanto ante las hordas invasoras, la
defensa criminal de la propiedad privada.
Todo en un tono delirante y ultraviolento.
Todo tiene su lado bueno y su lado malo.
No está mal que salgamos del ingenuo error de pensar que
algo “enterrado para siempre” es algo superado.
Toda construcción social, desde la más gloriosa hasta la más
demoníaca, puede ser reprimida, pero desde el subsuelo no deja de ejercer su
influencia y puede resurgir en cualquier momento.
Resucitada la inmundicia asesina de la dictadura militar
argentina y todo lo que ella concentró, podemos tener cara a cara los impulsos
que envenenan nuestra sociedad.
Puestos sobre la mesa sus planteos increíbles, pero
totalmente sinceros, podemos discutir los temas de fondo.
¿Propiedad privada para unos pocos o bienestar de todos?
¿Una sociedad en la que los blancos tienen derechos sobre
los negros?
¿Los hombres sobre las mujeres?
¿Los machos sobre los putos y las tortilleras?
¿La violencia es lícita?
¿La ley debe ser respetada?
La brecha es atávica. Comenzó con la invasión de los
españoles de los territorios que hoy son Argentina. O quizás comenzó antes, con
la sociedad de clases. Y quizás había brechas horribles entre las sociedades
que habitaban estas tierras.
Podemos tener el deseo de superar la brecha, pero sin una
discusión en la realidad, sólo se la enciende.
A quien intenta solucionar la brecha sólo con buena onda, la
brecha de lo come.
Hay una estrategia que se llama Revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario