sábado, 18 de junio de 2011

Los molinos de La Rioja

Ayer y antes de ayer hice un viaje relámpago a la planta que tiene la empresa de Pescarmona (IMPSA), una nave insignia de la Argentina, en su patria, Mendoza, y a un parque eólico que Pescarmona instaló en La Rioja.


En la planta de Mendoza vimos cómo fabrican turbinas para centrales hidroeléctricas. Me parece que son las máquinas más grandes del mundo. También fabrican las aspas para los molinos de viento. Cada aspa mide 40 metros.


En la Rioja hay instalados 12 molinos. De lejos no se entiende el tamaño que tienen, sólo de cerca. Entonces te asustan. Los números de las dimensiones (83 metros de alto, 400 metros entre uno y otro) te deberían impresionar, pero no te tocan. Sí, en cambio, resulta espeluznante ver las aspas desde el pie de un molino. También se toma conciencia de la dimensión cuando se ha subido al generador y se ve a los demás en fila y por la calle que corre paralela aparece un auto. Es tan minúsculo como los autos que se ven desde un avión.



La energía eólica es ante todo un negocio, pero para una parte grande del sentido común es una energía diferente a la del petróleo. Es el sentido común influido por el ecologismo, que mascotiza el planeta. Por esa vertiente corre también la afición por los dinosaurios. Es una nueva versión del dominio del mundo, ahora domesticándolo como bueno y simpático. Los molinos de viento entran en ese esquema. Son juguetes del tamaño de los dinosaurios, que fabricamos nosotros y con los que domamos y utilizamos los enormes vientos de las alturas.


Todo esto lo pensé ayer subiendo al generador que está a 83 metros de altura. Se podía subir por ascensor, pero alguien mencionó que también se subía por una escalera. Ana, la fotógrafa, y yo pedimos subir por la escalera. Yo vengo de tres semanas de gripe, pero ayer me sentía bastante bien (en todo caso, me pareció). Y ¿cómo me perdería trepar por las entrañas de un dinosaurio hasta su cabeza, y asomarme al cielo por el agujero de su oreja? Llegué con mucha dificultad y bañado en sudor, y así salí para tirar un par de fotos. El viento que movía las tres aspas de 40 metros convirtió sin dificultad el sudor que empapaba mi cabeza, mi camisa y mi piel en hielo. 





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