viernes, 24 de junio de 2011

Un hombre muy flaco y muy alto


Un hombre muy flaco y muy alto aguarda estático en la parada del colectivo. Tiene un bastón. Muy cerca de él hay una niña de unos doce años, también muy flaca y muy alta para su edad. Es evidente que se trata de su hija. Sólo deteniéndome a observarlos descubro que el hombre es ciego. Le dice algo a la niña y ella se ofusca y le discute, con algo de vergüenza porque hay gente alrededor. Llega, luego de una larga espera, el colectivo y suben. La niña paga los boletos y conduce al padre hacia el fondo, donde ha divisado dos asientos. Ella se ha alegrado de que hubiera asientos libres, y la cara del hombre también parece expresar contento, porque podrían sentarse, o acaso porque ha percibido la alegría de su hija.
En el camino hacia el fondo del colectivo, una mujer los detiene para pedirles que se sienten en el doble asiento que ocupaba sola. El hombre acepta con humildad y se sienta sin decir nada. Quedan en silencio. El chofer los mira por un espejo, también callado. 


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