martes, 21 de marzo de 2017

Este viernes 24 de marzo de 2017


Leí en algún lugar que el voto positivo para Scioli en las últimas elecciones presidenciales apenas superaba el 20% y que el voto positivo al PRO era aún menor.
No es de extrañar que apenas el Gobierno del PRO empezó a tomar decisiones en contra del interés de la gente, se haya levantado un murmullo de desaprobación.
A esta altura el grito es fuerte.

Este mediodía en una zona más bien alejada del centro de Buenos Aires (San Juan y Jujuy), no más de 10 docentes con uniforme de maestros de Jardín de Infantes cortaron sólo una de las vías de Jujuy, con carteles. Muchos automovilistas hacían sonar sus bocinas en apoyo a esa tímida microprotesta.
Sorprendentemente muchos, tomando en cuenta que hace un año y medio el PRO obtuvo en esta ciudad el 64,78% de los votos.
No nos extrañaría en absoluto que muchos de los que daban bocinazos a favor de los docentes hayan sido parte de ese porcentaje.
Cuando confronto a las personas que se quejan con el hecho de que ellos votaron al PRO, la respuesta más usual es que “todos los políticos son corruptos”.
De esa manera, mantienen su afirmación de haber votado contra el peronismo y vetan la gestión actual. Y también se lavan las manos.
La posición masiva que siento que ha tomado la sociedad es la de “ellos —políticos— son corruptos, nosotros —la gente— no. Los apoyamos en las elecciones, pero ya no los apoyamos. Nos mantenemos limpios”.
El razonamiento se sigue de “no me meto”, “me meto en mis cosas”, etc.

La raza más miserable de los humanos es la de los cobardes que, al ver una violación, miran rápido para otro lado y huyen.
El cobarde sentirá que está limpio, porque no violó, pero sabe que es cómplice del violador.

La sociedad argentina le ha dado un cheque en blanco para que gobiernen a unos clubes que tienen lazos carnales con otros clubes más poderosos.
En la historia argentina, el barro podrido de las clases bajas y medias les ha subido de vez en cuando. Siempre respondieron ganando el poder legal o ilegalmente, y haciendo retroceder la invasión.
Son esos clubes los que destituyeron a Yirigoyen y a Perón, y los que pusieron en el poder a los militares en 1976.
Este juego no tiene nada que ver con la Ley ni con la Democracia, ni con la Constitución.
Es una cuestión de intereses.
Ellos son los dueños. Quieren ser dueños de absolutamente todo, y si algo los amenaza, son capaces de cualquier cosa.
Ahí está el ministro de Educación diciendo que su plan es una nueva Campaña al Desierto.
El presidente del Banco Central diciendo que comprar un teléfono era una ilusión creada por el populismo.
El ministro de energía subiendo el gas 400% de un golpe.
Son perfectamente impunes.
Los militares que gobernaban en 1976 no se atrevían a tanto.
Bueno, estos son sus jefes.
El presidente dice que las escuelas públicas son instituciones a las que “se cae” y la vicepresidenta evalúa que deben suspenderse las próximas elecciones.

Quienes, entre los que se refugian en “son todos corruptos”, quisieran hacer algo, no ven qué pueden hacer.
Y realmente, no hay muchas vías de acción. La violenta escena de una sociedad gobernada por los clubes que hace 40 años pusieron militares para aterrorizarla, se completa con una oposición autocastrada, compuesta por un desbande de fuerzas que por alguna misteriosa razón abdicó del poder mucho antes de las elecciones del 2015.

No hay muchas vías de acción.
Pero hoy esos 10 docentes protestaron. Y mucha gente los estaba apoyando.

Este viernes 24 de marzo se cumplirá otro aniversario del inicio de la dictadura militar instaurada por la gente que hoy está en el Gobierno.
Las marchas evidenciarán en todo el país que la violencia inmunda que movió a torturar y matar con saña demoníaca a los militares, hoy está desatada en el poder.

Uno no tiene más que salir de su casa y acompañar la marcha. Tres cuadras. Dos. Una. Poner el cuerpo una cuadra.

El que no lo haga perderá absolutamente el derecho a indignarse.


No hay comentarios:

Publicar un comentario