viernes, 10 de abril de 2020

La armónica


Vivo en un departamento que da al pulmón de la manzana, que es un verdadero pulmón, no verde, pero hay unos talleres del Gobierno de la Ciudad que están desactivados, de manera que es un pulmón de silencio.
Alejado de la calle, ni aún en los días de ciudad enloquecida escucho los autos, de manera que en pleno centro, tengo la bendición de carecer de contaminación sonora. Además, soy medio sordo.
Si no pongo música yo, no escucho nada.

En la cuarentena, este silencio, exagerado, da una sensación de irrealidad.
En el silencio perfecto, a veces pienso, o a veces mi mente está también en silencio. Entonces, agarro la armónica e improviso algo.

El sonido de la armónica puede ser muy vivaz, pero también muy melancólico.
Cuando toco para mí, la música le hace bien a mi corazón y a la vez me hace sentir que estoy solo.
Es como si me hubiera tirado de un tren de cargas en el que me colé, luego hubiera caminado hasta un río, y en la orilla, mirando el agua pasar, hubiera sacado la armónica y me hubiera puesto a tocar.

Quizás, el sonido sale por la ventana y se cuela como un filamento en el silencio del pulmón de manzana. Puede ser que alguien de alguno de los cientos de departamentos que dan al pulmón de la manzana, escuche el sonido triste y vivo de mi armónica.
Y a lo mejor cuando termine la cuarentena,,encuentre en la verdulería o en el supermercado chino, o también en una fiesta, o en un recital, a alguien que escuchó la armónica estos días, alguien que dice “ahí está la armónica otra vez“, y se detiene a escuchar. Tal vez encuentre a esa persona, que no sabrá que yo era el músico, y yo no sabré que esa persona escuchaba mi armónica.

Anoche soñé que alguien había agarrado la armónica y se había puesto a tocarla, aquí en mi departamento del silencio.
No la veía, pero sabía que era una mamá con un bebé. En el sueño, me alegraba; ahora que estoy despierto, me hubiera gustado que fuera real.
Me hubiera gustado en esta cuarentena, estar con una esposa y un bebé.

Cuando acabo de tocar la armónica, el sentimiento melancólico se disuelve casi apenas se termina la reverberación de la última nota.
Inmediatamente me pongo a hacer cosas. Tengo tantas cosas que hacer, que no me alcanzarían siete cuarentenas para terminarlas.
Trabajar solo en mi casa no es novedad para mí. Hace una década que me vengo preparando para trabajar desde cualquier lugar del mundo, de manera que hacerlo desde la comodidad de mi casa, es casi la mejor hipótesis.







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