Cualquiera de mi edad puede recordar que a Luca Prodan —que
fue a la misma escuela a la que la Reina Isabel mandó a sus hijos— le gustaban
los grasas.
Ayer alguien me dijo que hacer determinada cosa era una grasada.
¿Qué es lo contrario
a grasa?
No sale la palabra contraria fácilmente, medio que hay
que inventarla. Quizás es porque quien califica a alguien de grasa, no quiere
ser comparado con el grasa.
La comparación lo pondría, de algún modo, en un mismo nivel.
Claramente, quien piensa en términos de grasa, tiene un escalafón en la cabeza. El grasa está abajo, él está arriba.
Tener en la cabeza la categoría grasa es tener el germen que acaba generando acciones
nada simpáticas, como rugbiers matando a patadas a un grasa o violando y
matando a María Soledad Morales, un Gobierno que promueve el odio a los
extranjeros, heredero de otros que asesinaban a los indios en masa.
Los progres tenemos en la cabeza el germen del escalafón.
Está presente en nuestra fe en la posibilidad de mejorar,
de crecer o desarrollarse.
Sentimos que alcanzamos la realización mejorando.
Y nos apremia la responsabilidad del desarrollo, ¿o quién
va a ser tan necio y malvado de no hacer todo lo que tenga a su alcance para
que sus hijos desarrollen al máximo sus capacidades? ¿No es eso lo que los hará
felices?
Calvino o Lutero entendía la vida como un don de Dios
equivalente a un jardín: nuestra deuda con Dios se paga haciéndolo florecer.
Hablo de progres: el Progreso es mandato moderno. Orden y
Progreso.
De allí derivaron las teorías evolucionistas, que ven que los mexicanos son menos evolucionados que los WASP, los sirios son menos evolucionados que los húngaros, los chinos son menos evolucionados que los ingleses, los africanos son menos evolucionados que los chinos.
De allí derivaron las teorías evolucionistas, que ven que los mexicanos son menos evolucionados que los WASP, los sirios son menos evolucionados que los húngaros, los chinos son menos evolucionados que los ingleses, los africanos son menos evolucionados que los chinos.
Los progres están a favor de los pobres, incluso algunos
hacen obras de bien para los negros, pero aclaran con determinación de hierro
que no son parte de ellos.
Cuando mi hija se puso de novia con un villero me agarró
un ataque de concha.
En ese ataque estaba el germen que establece
arriba-abajo, superior-inferior.
Y ya sabemos: lo superior tiene derecho sobre lo
inferior.
Por mucho que un progre declame el derecho a la
diferencia, a la inclusión, a la realidad multiversa, a la bandera de wiphala,
el germen que lleva adentro ubica unos diferentes arriba y otros diferentes abajo.
¿Y él, dónde se ubica?
Arriba, naturalmente.
Quien entra por la puerta que abre ese germen, quien se
llena la boca con la palabra “grassssa”, “grasada”, es altamente probable que
acabe nazi.
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