Cuando vas a un espectáculo gratuito que ofrece un centro cultural del Estado, no es gratuito. Lo pagaste con impuestos (cada vez que cobrás o pagás, o comprás un paquete de arroz, pagás IVA o una cantidad de impuestos a la transferencia de dinero).
Siempre pagás.
Pagás sabiendo o sin saberlo.
Es mejor pagar sabiendo.
Cuando pagás sin saberlo, no sabés cuánto pagás ni a quién.
Cuando creés que zafás de pagar, pagás con la miserabilidad
de querer zafar y con la condición de parásito.
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