El pensamiento, la creación, el producto humano está en el
error, en la desviación, la torsión, la metamorfosis, la degeneración.
Más exactamente: en el sentido de todo ello.
Nada aportamos en la copia exacta, en la reproducción pura,
en el sostenimiento maquinal del patrón.
Carlo Guinzburg anduvo por esta noción cuando jugueteó con
los indicios de las falsificaciones flamencas de obras pictóricas famosas. Los
falsificadores pintaban en príncipes y madonas sus propias uñas y en ese pequeño
error se revelaba la estafa tanto como le abría a Guinzburg la historicidad,
porque su pensamiento se remontaba a concebir al hombre como lector de indicios
hasta el punto de que toda la realidad, tiempo y espacio creado por el hombre,
no es otra cosa que una maraña tejida de indicios. O sea, de aquellos detalles
que se salen de registro.
Y, en fin, la idea es la piedra basal del Psicoanálisis.
En la Estética, la genialidad de Francis Bacon dijo “no hay
auténtica belleza sin alguna desproporción en la forma”.