El niño había terminado de escribir y leía en voz alta: cómo
me imagino una vida mejor. Me gustaría que no hiciera frío ni calor. Que
siempre sople un viento tibio; de vez en cuando una tormenta por la que la
gente tiene que acurrucarse. Los coches desaparecen. Las casas serían rojas. Los
arbustos serían oro. La gente lo sabría todo y no necesitaría aprender nada
más. Se viviría en islas. En las calles los coches están abiertos y se puede
entrar cuando se está cansado. Ya no se está cansado. Los coches no son de
nadie. Por la noche, la gente no se va nunca a la cama. La gente se duerme allí
mismo, donde está. No llueve nunca. De todos los amigos hay siempre cuatro y la
gente que uno no conoce desaparece. Todo lo que uno no conoce desaparece.