miércoles, 29 de octubre de 2014

Algunos sea monkeys desaparecen


No salí aún de la fascinación por los sea monkeys: tirar un polvito al agua y que instantáneamente se formara una familia, el papá rey, la mamá reina, todos sonrientes y relajados, cada uno haciendo lo suyo, que ha hecho en un cultivado y largo pasado, y mirándote. Instantáneamente se creaba un mundo, un reino feliz. No me han quitado la fascinación ni todas las burlas que el revisionismo histórico en los 90 de la Internet le ha dedicado, ni tampoco, y esto es más arduo, la comprobación a los 9 años, de que del polvito no surgió nada, —además— tal como predijo mi padre.
Sólo ahora, muchas décadas después, siento que aflojo la mano en que tengo apretados a aquellos sea monkeys que aún nadan frescos y dueños de su reino, cuando se me ocurre que los amigos instantáneos se convierten, con la misma fuerza irruptora, en ausencias instantáneas y para siempre.






 


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