¿Qué le pasa a
nuestra sociedad que no tiene un Día de la Luna?
Tenemos varios
días de próceres muertos, de matanzas brutales, de gestas asesinas, y no
tenemos un día para pensar en la Luna, brindar por ella, contemplarla, cantarle,
mirarla, vestirnos para ella, bailarla, celebrarla.
Hoy es el día que
los chinos, aproximadamente, le dedican a la Luna.
El día 15 del
octavo mes del calendario cuyo ritmo es marcado por Ella.
Me voy a colgar
del aproximado festejo de los chinos para guiñarle un ojo a la Luna, recordando
un par de historias.
En uno de los
cuentos de Las Cosmicómicas, Italo Calvino cuenta que en una época la Luna pasaba
muy cerca de la Tierra, tanto que la gente iba en un bote al mar y cuando la Luna
estaba cerca, paraba una escalera por la que se subía y al llegar arriba, uno
se dejaba atrapar por la gravedad de la Luna.
La gente iba a la
Luna a recoger un requesón hecho de crustáceos que la Luna absorbía al pasar
cerca del mar.
En la historia,
un hombre va a la Luna tras la mujer de la que está enamorado, una mujer
hermosa, blanca y ausente, que en el momento de regresar porque la Luna
empezaba a alejarse de la Tierra, ella decide quedarse. Él desespera, pero al
final vuelve a la Tierra, y ella se queda adonde verdaderamente pertenece.
Rusalka es una
sirena que vive en las aguas de un lago rodeado por un bosque. Una noche sale, se
sienta en una gran piedra. Allí le canta a la Luna. Le dice que sabe que Ella
está alumbrando a su amado, que su luz, entrando por una ventana, le alumbra la
cara mientras él duerme. Le pide que haga que él la recuerde.
Esta historia es
parecida a un famoso poema de Li Bai:
Ante mi lecho un
charco de luz.
¿La escarcha cubre la
tierra?
Levanto los ojos y
contemplo la luna.
Bajo la cabeza, y
pienso en mi hogar.
Christian era un
joven que se mudó del pequeño pueblo rural a la gran ciudad, a vivir en un
diminuto altillo. Una noche soñó que la ventana daba a un vasto jardín de
piedra gris y pastos negros, y que un coro de doncellas mágicas corría cantando
una canción. La canción le era irresistible y las doncellas se alejaban. Él no
podía soportar el silencio que sobrevendría y se trepó al borde de la ventana.
Cuando estaba a punto de saltar al jardín despertó y vió que estaba muy alto,
que allí abajo estaba la calle, con los adoquines brillando bajo la Luna.
Alguien escribió esta variante de la
historia de Christian:
Me desperté de noche. Silencio absoluto. 6.23
a.m. dice el celular.
Me llama el baño. Ir a mear es automático; lo que me llama es otra cosa.
El baño está iluminado desde la ventana por una luz artificial, como se iluminan los ambientes en un set de cine.
Miro la fuente de la luz y me asusto. Sé que no es un edificio, no puedo sospechar qué es ese foco gigante.
Es la luna, que en el filtro del vidrio de la ventana se agiganta increíblemente.
La luna siempre llama en la noche a algunas personas.
Me llama el baño. Ir a mear es automático; lo que me llama es otra cosa.
El baño está iluminado desde la ventana por una luz artificial, como se iluminan los ambientes en un set de cine.
Miro la fuente de la luz y me asusto. Sé que no es un edificio, no puedo sospechar qué es ese foco gigante.
Es la luna, que en el filtro del vidrio de la ventana se agiganta increíblemente.
La luna siempre llama en la noche a algunas personas.
A mí me tocó
escribir:
No nací en China.
Nací del otro lado del mundo.
Nací en el lado oscuro de la luna de China.
Mi sangre tuvo nostalgia de su tierra
Y un día me llevó hasta Guangdong.
Junto a un río manso
Vi la luna enorme
Redonda y completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario