Con una persona tuvimos una relación muy apasionada, y en esa pasión nos dijimos todas las verdades sobre nosotros mismos, incluso las verdades que cada uno no se atrevía a decirse.
Nos las dijimos para presentarnos, porque fue vernos y saltar a estar juntos todo el día; nos las dijimos luego porque nos hacía muy felices fundir nuestras almas, y nos las dijimos cuando nos peleábamos.
Desde que nos separamos, no he estado con alguien que se meta en todas mis habitaciones, ni que me deje entrar a todos los espacios de su vida.
Ella anda por ahí y si hablamos, todavía tenemos aquella complicidad. Pero nuestras vidas tomaron rumbos diferentes y ya no hay oportunidad de jugar a la verdad.
Mi tía Tita llegó a muy vieja. Entre sus muchos enojos permanentes, estaba el de que se habían muerto todas las personas que conocían lo que había en el fondo de ella. Ya no podía hablar con la gente con la que no necesitaba hablar para entenderse.
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