jueves, 19 de noviembre de 2020

Testigos de Jehová que Odia

Un relato de la evolución de la Humanidad dirá que siempre fue empeorando, camino a la autoextinción, con una desigualdad social cada vez más inmoral y un modo de habitar el planeta cada vez más destructivo.

Otro relato dirá algo muy diferente, demostrando que con las luchas sociales se han conseguido derechos que eran impensables dos siglos atrás y detallando cómo la expectativa de vida se duplicó, la mortalidad infantil se redujo a un quinto en 100 años y la calidad de vida ha mejorado muchísimo.

Es difícil estar seguro sobre el desarrollo general de una sociedad, planetaria o nacional.


Más fácil me parece seguir el desarrollo de algunas líneas.

Por ejemplo, una y otra vez nos hemos escandalizado porque unos padres se negaban a que se les hiciera una transfusión de sangre a sus hijos. Preferían verlo morir.

Nos ha parecido un fanatismo atávico y peligroso. ¿Qué pasaría con toda la sociedad si los testigos de Jehová avanzaran y ganaran peso en las decisiones sobre todos? (A propósito, hace menos de un año, los testigos de Jehová demostraron su multiplicación llenando el Estado Unido de La Plata, incluidos más de 6000 delegados de 54 países).

Por otra parte, en un par de meses asistiremos a la resistencia activa, con marchas e instalación en el sentido común, a la rebelión contra las vacunas. Como los testigos de Jehová, se rechazará la medicina —de modo más virulento que los testigos de Jehová, que no escupen al poder sino que sólo lo desconocen con resistencia pasiva.


Me parece un tema bastante grave. Y tiene este aditamento: muchos de los nuevos testigos de Jehová que Odia son personas cercanas, incluso muy cercanas. 

¿Cómo se hace para que decisiones tan tajantes como cagarse en la salud pública no impongan una barrera insalvable con alguien?

 

Es como si vieras que tu cuñado muele trompadas a tu hermana, o si tu amigo policía tortura con una picana o si un día te enterás que tu padre violó a alguien.




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