viernes, 10 de enero de 2025

Zona de confort y más

Si decimos que no es necesario optar entre Occidente o China y el Movimiento Polimórfico en Formación al que se va llamando Sur Global, entonces no tenemos por qué salir de la zona de confort de ser occidentales.

No necesitamos, por así decirlo, ser un sueco que viene a Casabindo, hace una hoguera con su ropa, sus guías de viaje por el Tercer Mundo y su pasaporte y se pone ropa de kolla y aprende a tocar el sicu.

Es más, podríamos hasta afirmar el mayor gusto por lo más recalcitrante del amor cipayo que es el corazón de nuestro goce. Adorar los westerns, soñar con pasar la Navidad en el Ritz de París, poner en el hall de entrada de nuestra casa un cuadro con nuestro árbol genealógico con sus raíces pobladas de que nombres austríacos, noruegos e ingleses; sentir que pertenecemos a Miami, psicoanalizarnos todo el tiempo fuera de sesión, esquiar en St. Moritz, viajar a Nueva York y sacarnos una foto en el edificio que aparece en el comienzo de una serie, sentir la superioridad de Heidegger, de Artaud, de Picasso, de Coco Chanel, de Einstein, de Oppenheimer: entrar en el Museo del Louvre con una remera Lacoste, jactarnos de pronunciar bien el inglés, hablarle en inglés a nuestros hijos. Darnos el gusto sin corrernos un centímetro de lo más tilingo y estúpido, salvo una sola renuncia: abdicar de la exclusividad.

Renunciar al conectivo disyuntivo de la lógica proposicional que nos viene de los griegos “si es A no es B“.

Renunciar a elegir entre Andrea, que es nuestra amiga desde la infancia, nuestra hermana, o Sergio, cuando Andrea y Sergio se separan.

Renunciar a la reconfortante, apasionante grieta.

Renunciar a “Jesucristo, su único hijo”.

Renunciar al Dios Único.

No es fácil, porque justo esta es la comodidad originaria, la que organiza todo.

Es Dios o el Diablo, buenos o malos, superior o inferior, nosotros o ellos.

Somos por la exclusividad.

¿Cómo seguir siendo amigo de Sergio y de Andrea sin ser un traidor a los dos?

Pero se puede elegir no someterse ni a la amistad con Andrea, ni a la amistad con Sergio, ni a la disyuntiva.

Podemos disfrutar de China, en fin, sin salir de nuestra zona de confort occidental.






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