viernes, 14 de marzo de 2014

El monje vegetal (a propósito de Journey to the West, del taiwanés Tsai Ming-liang’s)


Un monje budista vestido de rojo parece un chico que juega con la realidad. Va caminando a un ritmo que emula el del crecimiento de las plantas, con sus manos en mudra.
Juego en serio, atraviesa Marsella, rodeado de los habitantes de la ciudad, de general indiferencia ante su disparate.
Algunos, sin embargo recibirán la semilla de su mensaje: es posible salir de la máquina de la infelicidad y hallar la paz interior. Hasta inspira a un hombre, que decide hacerlo su maestro.
La ciudad, Occidente, el Mundo Moderno adquiere otra forma vista desde el monje de ritmo vegetal y el planteo le permite al director taiwanés Tsai Ming-liang imágenes como la del monje pasando junto a un maniquí, la de la gente sentada a un café que se queda observándolo hasta que se aburre o la de los turistas que le sacan fotos.
Tsai ya había hecho caminar a su monje en el capítulo Walking on Water, del film Letters from the South, y en Walker, que formó parte de Beautiful 2012.

Ha tenido la decisión de detenerse en un personaje que sería una anécdota fugaz en cualquier película. No se ha escapado de su obsesión, por el cruce de las realidades extremas, el interior infinito que puede haber en un humano y por el movimiento —después de todo, es un cineasta. A veces el cine es para los valientes.

Journey to the West será exhibida en la edición del BAFICI de este año.


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