sábado, 29 de marzo de 2014

Vecina violenta


En el edificio donde vivo hay una mujer con la cabellera decididamente rubia y unos ojos negros opacos, como si no fueran humanos. Guarda mucho odio adentro. No tiene más de 34 años. Nunca la vi sonreír ni saludar, ni mirar a nadie, sólo la vi deambular guiada por esa oscuridad que le sale de los ojos.
Una vez hubo un corte de electricidad de muchos días. Para arreglarlo, la distribuidora contrató a una empresa muy precaria, que mandó a dos peones a que cavaran la vereda hasta los cables subterráneos. La mujer increpó a uno de los peones, un chico de 18 años, con una violencia inmunda, gritándole que por su culpa ella estaba viviendo como una desgraciada, insultándolo “¡a ustedes no les importa la gente, son unos hijos de puta! ¡decime qué pasó, decime por qué me cortan la luz, negro sorete!”, y así.
Cuando recién llegué a la puerta, encontré una mujer parada y, sentada en la vereda, la de los ojos. Pensé que se había caído. Esto es Once, las veredas siempre están muy sucias, nadie se sentaría en el piso. Sin embargo, la mujer junto a ella tenía actitud de estar aguantando a la otra, como si estuviera haciendo algo.
Y, efectivamente, estaba cavando en el cuadradito de tierra alrededor de un arbolito. Todos los perros cagan ahí, y la gente escupe, tiran los puchos. Cavaba allí un agujero, con una palita de plástico, de los que usan los chicos en la playa.
Al lado tenía una caja de cartón. De adentro asomaban dos patas de un perro lanudo negro.

Esto está sucediendo en este momento.







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