Dos muchachos y dos chicas se han hecho amigos en un tour
para periodistas. Todo el contingente era de gente mayor, adultos, gente seria,
y estos cuatro, circunspectos al principio como alumnos de principio de año,
fueron apartándose del resto y escapándose de las actividades programadas. Un
mangrullo de utilería los encontró contándose sus vidas, nadaron a
la noche, dejaron en una tapera abandonada perfumes de flores.
De regreso del tour, los muchachos se hicieron compinches,
se vieron algunas veces con una de las chicas, y la otra nunca respondió a los
llamados del reencuentro. El saldo de este tipo de viajes, conocidos como
famtours o presstours, es que los integrantes mantienen a su regreso un
contacto distante, muy diferente del que tuvieron en el viaje. A veces suceden
cosas que deben ocultarse, a veces se quiere preservar lo que pasó de la rutina
de la vida cotidiana. Y a veces algunas personas encaran el viaje abiertas,
dispuestas a que le sucedan cosas que le cambien algunos aspectos de su vida.
Aquel grupo de cuatro no hizo locuras, no se fue de control,
y sin embargo, tres de ellos quisieron incorporar a sus vidas lo que pasó.
Volvieron a verse, tenían ganas de algo.
¿De qué? Fácilmente alguno pensará que tenían ganas de sexo,
pero la verdad es que el sexo no era un asunto. Eran ganas de otra cosa, de
estar juntos, de seguir la joda... Ganas de algo más.
Siempre esas ganas de algo más.
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