De puño y letra de Marcel Schwob se encontraron apuntes que
claramente prepararon sus Vidas
Imaginarias. Entre las anotaciones hay una historia referida a Paolo di Dono,
antes de que lo llamaran Uccelli, muchos años antes de que
conociera a la Selvaggia mencionada en el libro. La historia refiere la
separación de Paolo Dono de la Marquesa di Bianco. Expansiva socialité de la
corte, ella dedicaba su vida a complacerse en su círculo noble, brillando y
seduciendo. Sabía cultivar alianzas, crear intrigas, sembrar discordia, hacer
de celestina, conseguir arrepentimientos y perdones, tejer redes hechas de
emoción, poder, lujuria y también de verdadero amor. Todo aquello era lo que
encendía a la Marquesa y la hacía sentir viva. En cambio, los caballos y los
guerreros cruzados de una infinidad de rayas que superpoblaban y hacían vivir el
estudio, el ojo y el alma de su marido, la dejaban impávida. No tenía sentido
para ella, ni la alimentaba, la pasión de Paolo por reunir, combinar y fundir
las formas buscando su transmutación en la forma simple de la cual dependen
todas las otras. Lo dejaba allí con sus pinturas y partía al mundo cortesano.
Paolo, en tanto, que tenía el alma cruda y desnuda de
protección, necesitaba estar todo el tiempo con ella. La amaba con locura y
nada más le importaba del mundo que ella, y cuando le faltaba ya no se
reconocía a sí mismo, y la realidad toda se le volvía extraña.
Un día la Marquesa viajó a Venecia y allí olvidó por
completo a Paolo. Él no sintió simplemente que ella hubiera desaparecido, sino
que vio llegar a los hermanos y primos de su esposa, quienes lo ataron a una
columna de la iglesia donde trabajaba, le abrieron el costado con un cuchillo
de matar cerdos, metieron sus manos en el tajo, asieron una costilla y tiraron de
ella hasta que la arrancaron.
Habría de quedar, desde entonces, maltrecho, enfermizo,
traumatizado entero. Pintar fue la única manera de seguir vivo. No lo hacía con
voluntad, sino de puro instinto. No pudo parar de pintar, con su cabeza en
blanco, sin consciencia, hasta muchos años después, cuando llegó Selvaggia. Lo
demás está en Vidas Imaginarias.
No hay lugar, en el
tiempo que se nos da de vida, para estar con otras personas que no sean
aquellas con quienes se nos produce un encendido mutuo.
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