Carretea el avión, un poco rutinariamente, no se sabe si convencido,
y entonces se detiene. Uno siente que se desinfla, pero siempre vuelve a
arrancar y luego de un par de vueltas se mete en la pista grande y entonces sí,
hace fuerza con las entrañas y se lanza, tremendo impulso, hasta más allá del
océano, por sobre las nubes, solo bajo la luna.
Pero a veces no.
Anoche mi avión se pinchó y se pinchó. Volvió al lugar donde
los pasajeros subimos, nos dicen de un desperfecto técnico, una hora ahí
arriba, luego todos abajo y luego a esperar, no se sabe qué.
La nube de pasajeros ofuscados, descorazonados, por ahí, sin
saber cómo ponerse, en el limbo, a disposición de una compañía en la que ya no
confían, algunos ya tirados, todos con el celular. Tres horas después, a un hotel.
Entonces caigo en una habitación más grande que mi
departamento. Un lujo. La primera noche que esperaba pasar en un hostel, con once
mochileros, unos de Chile, otros de Canadá, la paso en una suite. Ningún
ronquido ajeno. Lo que sí, el Crown Plaza, soso. Técnico. Junto a la autopista.
Es que es un hotel que funciona asociado al aeropuerto. Aquí se alojan los
pilotos y las azafatas, y los pasajeros profesionales y los desahuciados como
los del vuelo 51 a Madrid. Ni siquiera tiene restaurante: room service. ¿Qué más?
Un tremendo hotel, sólo para gente que vuela en avión. Impresionante.
Y es que los Estados Unidos son el país más grande del
mundo. ¿Y la China? Viene atropellando muy fuerte. Ayer, en su casa de lotería
parecida a una estación de tren, mi padre me ha dicho “este Trump dijo que los
chinos no pueden vivir bien. ¿Podés creer eso? Está envidioso y rabioso. No
soporta que a los chinos les vaya tan bien. Y que lo hicieron todo solos. ¿Por
qué los pelea? ¿Por qué no hace las cosas bien él, en vez de ir a camorrear a
los chinos?”
La relación con los demás no las siente como un nido de paz
este hombre, que ya mandó el ejército a parar con balas la caravana de zombies
famélicos que le llegan por tierra desde el sur. En el aeropuerto han cambiado
algunos nombres técnicos. Han puesto unos carteles que dicen LÍNEA DE FRONTERA
Y DE PROTECCIÓN. “Protección”. ¿Quién los ataca? En fin, aquí es que he pasado
la primera noche.
Cosas de los viajes.
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