Cuando empezamos a salir con Ángela, su hijo Raulito tenía
ocho años. Era un chico extremadamente sensible. También tenía una mente muy
torturada. A veces sentía que su mamá no lo quería y se ponía muy mal. En
cualquier momento y en cualquier lugar, sin importarle qué personas estaban en
la situación, Raulito se ponía a gritarle a su madre que no lo quería.
Creo, son embargo, que tenía un poco de razón. A eso
contribuía su insoportable modo de pedir amor.
Ya adulto, hombre de más de 30 años, hace lo mismo con su
novia. Una y otra vez la envuelve en sus rabietas reprochándole que “no lo
quiere“. Muy observadora, su novia le dice que entiende que se desesperara
porque su madre no lo quisiera, porque siendo niño, no podía escapar a que su
madre fuera todo y lo único, pero no comprende por qué no la deja a ella y se
busca alguien que lo quiera como él necesita.
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