Están los muertos de los ricos y
los muertos de los pobres.
Al entrar al cementerio de la
ciudad de San Nicolás, hay una avenida a la que dan las bóvedas de los célebres
por ricos.
Alejándose desde esa avenida,
están los barrios, primero de clase media, luego cada vez más pobres, y al
final está el osario, adonde tiran los huesos de los que no pueden pagar para
que sus muertos conserven un lugar.
Es una distribución que reproduce
el plano de la ciudad, que tiene a los ricos dentro del cuadrado delimitado por
cuatro avenidas y a los pobres fuera.
A principio de los años 80 apareció
una Virgen: una estatua de la Virgen del Rosario comenzó a llorar.
La estatua estaba en la Catedral
de San Nicolás, que está en pleno centro.
Poco después de que los ricos y
sus fans vieran llegar un aluvión de peregrinos pobres que llegaban desde Chaco
o Paraguay, la mujer que era parte del milagro porque regularmente se
comunicaba con la Virgen, recibió de ésta un mensaje pidiéndole que le
construyeran una iglesia fuera de ese santuario social.
Y así se hizo.
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