Cuando pasás con el auto y están haciendo una protesta con la que estás de acuerdo, ¿tocás la bocina?
¿Firmás petitorios web?
¿Vas a las grandes marchas por los derechos humanos, por la democracia y los grandes temas del país?
¿Caceroleás desde la ventana?
¿Vas a la esquina a cacerolear?
¿Vas a las marchas de tu sindicato?
¿Hablás con tu delegado en tu trabajo?
¿Participás en tu centro de estudiantes?
¿Concurrís a la asamblea de tu barrio?
¿Vas a dar una mano a un comedor popular?
¿Participás en las reuniones de consorcio?
¿Vas a la escuela de tus hijos, conocés a la directora, a las maestras?
Para muchas personas, tal vez la mayoría de las personas, tal vez 98 de cada 100 personas, todas estas actividades son forzadas.
No son naturales.
Su vida no deriva naturalmente hacia ninguna de esas actividades.
Les son ajenas, o le cuestan un sacrificio que no pueden hacer, porque no tienen tiempo porque tienen tres o cuatro trabajos.
Porque no tienen cabeza, porque la cabeza está tomada por todos los problemas de la economía familiar, del trabajo y personales.
Además, los comités, las unidades básicas y otras sedes de participación política t6ienen las persianas bajas.
Los políticos profesionales se ocupan de no perder sus cargos, tal vez de mantener los negocios que hacen con la política.
De ningún modo abren canales de participación política que resulten naturales, fluidos, cómodos, que hagan sentir a la gente bien, que la hagan sentir útil.
Es decir, no hay políticos profesionales que faciliten la democracia.
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