Se declamaba en la Ciencia y en el Periodismo que su objetivo era decir LA VERDAD.
Era un objetivo ético.
Y era necesario saber LA VERDAD para tomar las mejores decisiones.
Por supuesto que no es posible decir LA VERDAD, en principio porque no se sabe qué es LA VERDAD, y luego porque si se considera VERDAD algo probado, los métodos probatorios son contingentes, y la relación entre las pruebas y LA VERDAD siempre es arbitraria. Lo que respalda esa relación es un acuerdo entre quien dice y quien escucha. Algo es VERDAD, entonces, porque todos vemos lo mismo.
No se puede decir LA VERDAD, pero se puede decir algo que todos aceptamos que es LA VERDAD.
“Esto es más verdadero que aquello”.
LA VERDAD, es lo que dicta un sentido común.
Lo interesante de este momento de la comunicación masiva en Occidente y demás mundos también, es que la información que se difunde es FALSA, en el sentido en que ya no necesita ser probada y ya no necesita ser acordada.
La ley ordena a los Medios y a la Ciencia a decir la verdad, o por lo menos a no mentir, pero ya se asumió que nunca se dijo LA VERDAD, y entonces decir fantasías es perfectamente válido.
Lo que sostiene y da éxito taquillero a una información no es su veracidad, ni siquiera su verosimilitud, sino que afirme lo que el público piensa, que lo entusiasme, que lo alegre, que lo satisfaga de alguna manera.
Es como si las masas siempre hubieran sabido que les mentían, pero creían por fe, o no creían y callaban.
Ahora se han activado y reproducen y abrazan la fantasías que les gustan.
Para los espiritistas, los espíritus concurrían a las sesiones. Las sesiones eran bastante reservadas. Hoy es como si se televisaran.
El sentido común para determinar que algo era verdad se hizo añicos. Ya no existe el acuerdo necesario para decidir si algo es VERDAD o MENTIRA.
Si algo gusta, ya no importa que sea VERDAD o MENTIRA.
No existe el acuerdo, que era el sustento de LA VERDAD.
Pero el acuerdo también es sustento de la ley, de las reglas de convivencia, de los códigos de amistad, de todos los códigos.
La motosierra del tardío adolescente genuflexo es el poder de romper todo acuerdo. Entonces, así como es posible mentir, es posible robar, violar, torturar o matar.
Gran oportunidad, en fin, para fortalecer la ética interior.
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