viernes, 13 de mayo de 2011

Cascarudos 2. Típica asignatura pendiente


Tatiana fue la mujer ideal desde mi juventud. Como soy un caprichoso con caprichos indeclinables, aceché infatigable y pertinazmente la oportunidad y cuando llegó, el Destino me la cedió amablemente. Vivimos un tiempo de desquite fervoroso, hicimos cada cosa que nos habíamos perdido de hacer por años. Me llenaba de dicha estar al fin con la persona con quien debí estar desde el primer momento y con quien compartiría el resto de mi vida.


Pero esta es una de esas típicas, remanidas, recalcitrantes historias en que el Destino es un personaje ególatra que no soporta ni un minuto que otros sean el centro de atención que sólo debería ser Él. Tati y yo sólo teníamos ante nosotros a nosotros mismos, uno al otro. Nada más había y entonces el celoso Destino jugó la carta sádica que a veces hace aparecer, innoble, ilícitamente, para recordarnos a todos que es Él quien manda. Sin miramientos destrozará cualquier cosa, por preciada y maravillosa que sea, con tal de recuperar el protagonismo. Ocurrió que de repente, sin que nada hubiera mediado, empezaron a instalarse momentos desabridos. Eran pausas, primero esporádicas, luego sostenidas y al fin toda la relación estaba poblada de manchones de sabor a nada. Fue algo muy amargo. Cuando acepté que lo que sucedía era irreparable y no tendríamos futuro cerré la puerta y me fui. Ella lo tomó muy mal. Sufrimos, pero no había remedio. Había llegado a su fin la hora de sacarnos de encima para siempre la nostalgia de la época en que nos conocimos y fuimos tan felices.

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