Juan y Sofi
— ¿Puede ser que a los cuatro meses se mueva?
Juan la mira a los ojos.
— Qué se yo.
— Yo lo siento.
Juan sigue mirándola mientras con la mano busca, debajo del grueso pulóver y una, dos camisetas, el vientre de Sofi. Ella le lleva la mano hasta un lugar. Se quedan en silencio.
Al fin Juan dice:
— Se mueve.
— Pero no puede ser, a los cuatro meses.
— A lo mejor es un pedo, pero lo siento.
— Siento que me comí un pescadito.
— ¿Qué, alguna vez te comiste un pescadito vivo?
— No, boludo, pero se siente así.
Juan sonríe. Sofi dice:
— Qué asco.
Luego ya no sienten nada. Siguen mirando la tele.
Al rato Sofi dice:
— ¿Y si sale feo?
— Y, a lo mejor sale feo.
— Todos dicen qué lindo, qué lindo, pero a lo mejor es feo.
— Los otros días había un montón de chicos, y uno era feo. Tenía anteojos… era así y tenía anteojos, y estaba vestido… Era como un hombrecito, ¡era feo!
A veces uno se torna infantil con ciertos cuestionamientos, ante lo invisible reacciona incrédulo.
ResponderEliminarMi pregunta del pez es tan insólita como creer o no en el amor. Acaso, alguna vez, alguien se atragantó con él de un bocado para sentirlo en forma de mariposas saltando en la panza?
Genial Gus, al acecho, siempre atento.
Abrazo de gol.
¡Abrazo de Gol, Pescadón!
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