Hace unos días me dijeron que Castaneda es el mejor escritor latinoamericano del siglo XX. Me lo fundamentaron de modo que pude protestar, pero no rebatir. Castaneda cierra Un viaje a Ixtlán con un cuento formidable, y cierra el cuento con un fragmento de un poema de Juan Ramón Jiménez:
...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico...
Poco después está el final del libro:
Señaló un valle oscuro en la distancia.
- Si todavía no sientes que sea tu hora, no vayas a la cita -prosiguió-. Nada se gana forzando las cosas. Si quieres sobrevivir, debes ser claro como el cristal y estar mortalmente seguro de ti mismo.
Don Juan se alejó sin mirarme, pero don Genaro se volvió un par de veces y, con un guiño y un movimiento de cabeza, me instó a avanzar. Los miré hasta que desaparecieron en la distancia y luego fui a mi coche y me marché. Sabía que aún no había llegado mi hora.
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