lunes, 30 de mayo de 2011

Puerto Deseado


El chico sabía que lo iban a retar, pero no podía dejar de hacerlo. Acostado boca abajo sobre la lancha, se estiró en la proa hasta asomar la cabeza para tener bajo sus ojos el agua transparente, y unos centímetros bajo el agua, el delfín que había visto. Y entonces sucedió algo que jamás podrá olvidar en su  vida: también el delfín estaba mirándolo. La lancha iba muy rápido, el delfín se movía dentro del agua helada a la misma velocidad, y aún así el chico y el delfín se miraron a los ojos, curiosos, inteligentes. Hicieron contacto.



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