jueves, 3 de julio de 2014

Urano


De repente me colgué y ahora que vuelvo, no sé quién soy —sí sé quién soy, pero no importa, lo que importa es lo que estaba mirando, este gris con sectores tornasolados que se mueven sobre otro gris rígido, salpicado por trozos de grasa blanca y rugoso. Y también sé que es una paloma caminando sobre los adoquines, pero no importa. Importan los colores, la sustancia, la textura, la luz interior, el movimiento, otras cosas, infinitas más, tantas, tantas, que no puedo decir, que sólo puedo empezar a contemplar, presagiar.
En fin, salgo trastornado del taller de Teode, viendo sólo colores, luces, formas en tensión. La realidad es otra, como si estuviera loco, y en carne viva. Es porque me hundo adentro de lo que pinto hasta que toda mi sustancia está hecha de ese mundo, y también es porque sé vivir el espacio que propone Teode, pero sobre todo, lo que me lleva a este estado de puro sentido es el taller.

Teode debería tomar nota de esto. Podría formalizar los talleres y cobrar la entrada con un ticket que diga: PASAJE A URANO.






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