jueves, 21 de mayo de 2020

El viejo maestro de castellano



En Beijing, un legendario profesor de idioma castellano, uno de los históricos miembros de la primera camada de graduados en Filología Hispana de China en los años 60 y desde entonces maestro de a cientos, formador de formadores, asesor del Gobierno en temas de traducción y enseñanza de idioma castellano a chinos y de cultura china para sinófilos y otros interesados, me dijo hace algunos años: “Hay que corregir el modo en que se enseña el idioma chino a las personas del mundo. Se está enseñando para que hablen chino desde la primera clase. ¡Es un gran error! Es importante que los alumnos recorran un camino que empieza con perderle el miedo a un idioma que sienten como endiabladamente complejo. Ciertamente es un idioma inabarcable, como todos, pero su gramática y léxico para la comunicación básica no son tan complejos, lo que sucede es que sí es muy lejano, muy exótico, para las lenguas occidentales. Deben empezarse, por lo tanto con lo que ustedes dicen ‘romper el hielo’. A partir de allí es necesario ir familiarizándose, entrar en confianza, perder de a poco la sensación de estar en un lugar completamente extraño. Luego ya se puede conocer: recorrer los lugares conocidos de la lengua, aventurarse desde allí en otros. Una vez se ande con seguridad, en posesión de algunas palabras y algunas formas de construir con ellas ideas, recién entonces, como culminación y casi como corolario, es posible encarar el diálogo con otros, el uso del idioma para la comunicación oral y escrita”.
Luego agregó: “Los occidentales suelen quedar atrapados en el dilema de que los chinos a veces tienen tiempos milenarios —la proverbial ‘paciencia china’— mientras observan que en todas partes, en la ‘vida real’ los chinos están apurados. La mente occidental tiende a la disyuntiva creada por la ilusión de la lógica formal: si algo es esto, no puede ser aquello. En cambio los chinos tienen en la mente el yinyang, lo que les hace concebir que en todo, no hay una cosa sin la otra. El apuro porque el alumno salga hablando con las primeras lecciones debe balancearse con un aprendizaje cuyos tiempos sean marcados por el placer de familiarizarse, conocer, disfrutar y aún contemplar lo maravilloso que es el lenguaje que nuestra cultura ha sabido amasar durante muchos milenios”.




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