lunes, 4 de mayo de 2020

Todos esos cuentos de Shtisel




Creo que entre la trama y los acontecimientos hay un diálogo.
Para algunos, la armonía se evidencia en que el lector o espectador no percibe ni la trama ni los acontecimientos.
Pero en el caso de algunos relatos de la tradición judía pareciera que se quiere destacar la anécdota, como si se dijera: "a nosotros nos gustan las anécdotas".
Es algo tan visible en la serie Shtisel como lo fue en la película Los gauchos judíos, basada en una cantidad de anécdotas que escribió Alberto Gerchunoff a principios del siglo XX.
Hace unos años me tocó andar por los lugares de EntreRíos donde se asentó la colonia judía rusa en la segunda mitad del siglo XIX. Fue una de las recorridas más emocionantes que hice en Argentina, porque hice contacto no con la belleza del paisaje, ni con el placer del descanso que me deparaba, ni el asombro por la cultura, sino que hice contacto con la pertenencia. Me metí en un cementerio casi abandonado, y entre los apellidos que fui leyendo había muchos conocidos. Quizás allí estaban enterrados bisabuelos o tatarabuelos de compañeros míos de la universidad. Me fue de allí con una necesidad muy grande de abrazar a alguien.
Y eso que de judío no tengo más que algún amor pasado (pero no cualquiera; mi mamá me decía: “ella es para vos, y vos lo sabés”). Pero pienso que el modo de vivir el mundo y sobre todo de vivir a las personas que tienen judíos y cristianos va más allá de la cuestión religiosa, y que ambos han marcado tan fuerte la Argentina, que así como todos los judíos que se criaron en Argentina, tienen algo de cristiano, todos los cristianos tenemos algo de judío.
La zona de la vieja colonia judía en Entre Ríos que conocí era donde ocurrieron todas las historias que contó Alberto Gerchunoff. Casi cien años después, Juan José Jusid hizo con esas historias Los gauchos judíos. De la misma forma que yo podía distinguir en la película los acontecimientos referidos por Gerchunoff, apenas modificados en función de la trama, puedo distinguirlos en Shtisel. Me siento amigo de Ori Elon y de Yehonatan Indursky, dos chicos que han urdido el guión.


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