Hablar del crecimiento de china, no milagroso, sino trabajado y conseguido por el pueblo a través de su Partido Comunista, te pone en el lado prochino.
Esto es porque se ha construido ese binarismo de “take sides”, “¿de qué lado estás?”, un matrimonio se divorcia, y tenés que elegir, “estás con uno o estás con el otro”, con una rigidez de eficacia formidable.
Basado en el pensamiento de los griegos patriarcas y
encendido con su fanatismo, esto lo ha conseguido Estados Unidos, con su implacable
máquina ideológica.
Es democracia o es dictadura. No hay nada en el medio. Un joven europeo multicausas sociales una vez me reveló el sentido más claro de la dicotomía: “Tailandia es un país capitalista, no es una dictadura”, me explicó.
Si no se desarma esta máquina, no podemos analizar China, ni el lugar de China en el mundo, ni nuestra relación con China.
Como toda ideología, es necesario para que caiga, que la expongamos, la desnaturalicemos y hagamos visible, y seamos conscientes de hasta qué punto que maneja nuestra percepción de la realidad.
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