Hablame, pero no me hables.
Me mirarás a los ojos cuando me hablás, pero no mirarás qué me pasa, qué te responde, qué pienso de lo que decís, qué siento.
A lo mejor me mirarás, pero no me ves.
Por zoom las personas no pueden mirarse a los ojos una a la otra.
Si les miras los ojos a alguien, esa persona ve que estás mirando a otro lugar, y si quieres decirle algo a los ojos, miras al vidrio circular de la cámara y no ves qué le pasa a la persona a la que le hablás.
Y a todo el mundo le parece perfectamente normal.
Todo el tiempo la gente se habla sin ver qué hay dentro del otro.
El diálogo requiere conocer qué es lo que le causa al otro lo que yo digo. Lo que digo responde a la reacción del otro. De otro modo es soliloquio.
No se crea algo entre dos.
Cada uno baila solo, coge solo, piensa solo, habla solo.
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