miércoles, 30 de junio de 2010

Poetas españoles

FRANCISCO AYALA: «(…) El olfato de Juan Ramón (Jiménez) se extiende hasta lo inconcebible. Uno lo llama por teléfono. El poeta se queja: “¿No sabe usted lo malo que me pone el cigarro?”. “¿Pero por teléfono, Juan Ramón?” “A ver, no me va a decir que usted no está fumando.” Y efectivamente, uno está fumando. Ya no dicta clases, lo que es un alivio para la Universidad. Empezó con mucho empuje, queriendo dar dos cursos, uno de poética y otro de Historia literaria. En ambos dio siempre la misma clase, en que atacaba a la misma gente: “¿Azorín? Buen sinvergüenza es Azorín. Un vendido. ¿Y Unamuno? Un genuflexo. ¿Y el delicado poeta Antonio Machado? Un hombre que vivía en medio de la mugre. Como nunca en la vida se había descalzado, la suela y la planta de los pies se le habían unido. Estaba herrado y caminaba como un ánade”».


1956. Jueves, 16 de agosto.


Del diario Borges, de A. Bioy Casares

martes, 29 de junio de 2010

Algo sobre la canción We shall overcome


Ayer Pedro me contó algo sobre la originalmente negro spiritual We Shall Overcome. Los historiadores de la música sostienen que es una fusión del himno "I'll Be All Right" y de "I'll Overcome Someday", de Charles Tindley, leyenda de la música religiosa, autor de "Stand By Me".

En sus principios era cantada en las iglesias y de allí pasó a los trabajadores, que las cantaban acompañándose con palmadas. Cuando en 1946 los trabajadores de la planta de la American Tobacco Company de Charleston la cantaron durante una huelga, cambiaron el “yo” por el “nosotros”. La canción empezó a hacerse fuerte en las protestas obreras; en alguna se le agregó la frase “we will win our rights”, como consecuencia de otra fue llevada a una escuela secundaria, donde una noche irrumpió la policía. En esa época la militancia por los derechos civiles era importante en las secundarias con fuerte presencia de negros y el Ku Klux Klan vivía un gran momento. Los policías llevaron los chicos al gimnasio y a los golpes los hicieron acostarse boca abajo. Los patearon, les gritaron como a bestias, les dijeron que los colgarían y prenderían fuego a todos y a sus padres, cuando llegaran a rescatarlos, y a sus pequeños hermanitos y a sus perros. Les gritaron, les gritaron, pero mientras las gritaban, los negritos empezaron a cantar esta canción. Una y otra vez, una y otra vez, boca abajo contra el piso, debajo de los gritos de los policías. Fue entonces que una negrita de 13 años agregó la línea “no tenemos miedo”. Pedro me hizo notar que toda la canción es de esperanza: nos sobrepondremos, caminaremos de la mano, viviremos en paz. Viniendo de la religión, estaba cargada de esperanza en que Dios proveyera un futuro mejor; aquella nena, que quizás ande aún por ahí, no esperó la aparición del Espíritu Santo ni la Gracia Divina, sino que tomó el asunto en sus manos: forjarían ese provenir porque no tenían miedo.

Pocos años después del incidente en la escuela Pete Seeger la popularizó en sus giras por los Estados Unidos con la banda The Freedom Singers, hasta ser considerada la canción de protesta más importante en la historia del país. El Student Nonviolent Coordinating Committee, acaso la organización más activa en la militancia por los derechos civiles, acabó terminando cada una de sus masivas sesiones entonándola.

viernes, 25 de junio de 2010

Una vez

Bárbara, que es el compromiso tallado en granito, la que jamás falla, le advirtió a Carlos: “a ese taller no puedo ir. Sabés que me enciende sentir que peleo porque algo salga adelante, y ahí no hay posibilidad de que algo salga adelante. Sólo hay paliativos. Eso de darle a un desahuciado el alivio de tomarle la mano para que en cuando lo soltás se le vuelve otra vez el infierno encima, no es para mí. Sé que alguien debe hacerlo, es lo básico de lo humano; entiendo que es lo primario, abrazar al que está herido, sin importar las consecuencias, ni esperar nada, pero vos entendé que muy pocos pueden hacer eso. Muy pocos se bancan dar todo para alguien que no va a salir adelante”.

Como siempre, Bárbara era completamente honesta y tenía razón y Carlos debió someterse a su criterio incontestable. Pero llegado el momento él no pudo evitar rogarle que lo acompañara una única vez al taller de cuentos para aquellas mujeres en problemas. Noble como es, y tras hacerle jurar a Carlos que no intentaría convencerla de hacerse cargo del taller, aceptó.

Ya en la situación, sentada entre aquellas mujeres con quienes un dios miserable se había ensañado, sus palabras cobraban sentido para Carlos en el gesto infinitamente desconsolado con que lo miraba. Él debió haberla liberado, pedido que fuera a hablar con la encargada del lugar, pero otra vez apareció su ángel malvado con una ocurrencia y le pidió que se sentara junto a una ciega.

Se trataba de una chica ciega y retrasada mental, de la que su familia se había desentendido. Había vivido en la calle y luego en los refugios que ofrece el municipio a las personas caídas al fondo del fondo; los que no tienen casa, ni amigos, ni familia. La chica había andado de refugio en refugio. La llevaban de acá para allá, la mandaban lejos, se la sacaban de encima.
“Soy linda, yo”, dijo en un momento, sin conexión con lo que se estaba hablando. “Yo cumplo años mañana”. Sonreía. Estaba contenta; Carlos le dijo, “estás contenta, Ceci”, y ella, “sí”, y una coordinadora: “ella siempre está contenta”. La coordinadora era quien había comentado de Ceci. Había quedado ciega a los 21 y ahora tenía 38.

Al principio del taller Carlos había vuelto a explicar qué harían: cada una escribiría una historia sobre un tema que él asignaría y cuando finalizaran, leerían su historia a las demás. Era la primera vez que Carlos tenía a una ciega en el taller. “Vos, Cecilia, tenés que escuchar, primero el ruido que hacen tus compañeras al escribir y luego sus historias, cuando las lean”. Luego: “y si se te ocurre una historia, a la hora de leer, vos contás la tuya”. Ceci sonreía como si estuviera viendo un mundo de animales que la alegraban. “Sí”, dijo, casi con entusiasmo.
Fue cuando la vió con esa sonrisa, una sonrisa de tres dientes amontonados unos sobre otros en medio de una boca desdentada, y aún así sonriendo, tan limpia e inocentemente, y entregada como un bebé extasiado con su mamá; fue en ese momento que Carlos le dijo a Bárbara “vení, sentate con Ceci”, y a Ceci: “mejor vamos a hacer otra cosa. Vos, me parece que tenés ganas de contar una historia. Por qué no le dictás a Bárbara y ella lo escribe, ¿sí?”

Bárbara no dudó: agarró un papel, sacó una lapicera y con firmeza le dijo a Ceci: “contame”. Ceci se puso a dictarle inmediatamente, y todo el tiempo que le dictó tenía esa sonrisa atroz, de santa aborrecida por un dios despreciable y de simple dicha de estar viva.

Cuando terminó el taller, en la calle Carlos le dijo gracias a Bárbara, y le pidió disculpas.

— Sos una mala persona —dijo ella, y con su mano decidida le asestó a Carlos un porrazo en la tapa de la cabeza.

miércoles, 23 de junio de 2010

Consolo Na Praia

Vamos, não chores.
A infância está perdida.
A mocidade está perdida.
Mas a vida não se perdeu.

O primeiro amor passou.
O segundo amor passou.
O terceiro amor passou.
Mas o coração continua.

Perdeste o melhor amigo.
Não tentaste qualquer viagem.
Não possuis carro, navio, terra.
Mas tens um cão.

Algumas palavras duras,
em voz mansa, te golpearam.
Nunca, nunca cicatrizam.
Mas, e o humour?

A injustiça não se resolve.
À sombra do mundo errado
murmuraste um protesto tímido.
Mas virão outros.

Tudo somado, devias
precipitar-te, de vez, nas águas.
Estás nu na areia, no vento...
Dorme, meu filho.

Carlos Drummond de Andrade

Es la fe







Charla en Facebook en ocasión del gol con que Martín Palermo, en los 48 minutos del partido contra Perú, bajo una lluvia mítica, clasificó a Argentina para el Mundial de Sudáfrica 2010.

Gustavo: Zeus, Hera, Hefesto, Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Afrodita, Hestia, Hermes, Deméter y Poseidón te celebran. Zeus necesitó extralimitarse y te mandó esa lluvia para que los bosteros lloráramos también y termináramos igualados por el agua olímpica corriendo sobre nuestros rostros.

Rosana: en realidad lo escuché más que ver... mientras me dedicaba a diversas tareas por la casa... y me acerqué mas detenidamente a la tele, escuchando las expresiones de Rubén y justo vi el gol de Palermo... no se puede creer!!! Fue como estar leyendo un cuento de Fontanarrosa

Gustavo: Sí, la palermidad supera a la ficción.

Rosana: Pero siempre fue así!! El señor hizo más de 200 goles! es un gran cuento!!!!

Gustavo: Bianchi decía que Palermo es un optimista del gol: en la jugada en que nadie puede creer que se haga un gol, él cree. Sólo así se explican muchos de sus goles, el más elocuente es el gol de cabeza de 35 metros. Cualquier otro jugador hubiera parado la pelota y tratado de sacar ventaja de la situación. Sólo él tuvo fe en que podía meterla desde ahí y de cabeza. Palermo is a believer.

Gabi: He’s a believer. Es algo que otorga ciertas ventajas, no? Estar inmersos en nuevas representaciones que sostienen nuestros actos, nuevos actos. Esos serán los visionarios? Delicado límite entre la creencia y las "visiones"... Podemos continuar con el hilo del delirio febril... Me gusta cuando puedo creer aunque sepa que no es así... Sometimes I'm a believer al mejor estilo Diamond-Shrek.

Gustavo: Al mejor estilo Abraham.

Gabi: No me refería a ese estilo... Sabés cual sería el tono de creencia al que me refiero? El de los cuentos maravillosos...Había una vez, Once upon a time, and all that stuff... Algo que es y no es...

Gustavo: Lo que decide que lo que no es sea, es la fe. A Palermo le viene una pelota a la cabeza, a 35 metros del arco. El ve en esa pelota un milagro, el milagro de hacer un gol de cabeza desde ahí. Si otro viera lo mismo que él, constataría que los milagros con concebibles, pero que no ocurren en la realidad. Él, en cambio, tiene fe y cabecea. Su fe realiza el milagro. Palermo cree y por eso crea. De la misma forma Abraham o Ibrahim, crea a Jehova o Alá.

domingo, 20 de junio de 2010

Curioso caso

BORGES: «Sábato también desaparecerá, sin dejar rastro, después de la muerte. Es curioso el caso de Sábato: ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra copiosa».
1956. Viernes, 10 de agosto.

(Del diario Borges, de A. Bioy Casares)

jueves, 17 de junio de 2010

Hombres de campaña

“Me refiere (BORGES) un cuento que inventó, que debería incluirse en un libro de Sales españolas: el del señor Lagos, a quien un avisado disuadió del descabellado propósito de viajar a Francia, diciéndole que allá lo llamarían Musié Lagó y, a la vuelta de pocos años, Murciélago.”

(…)

“BORGES: (…) ¿Por qué la Academia depende de la española, que ya está bastante desacreditada? Habría que independizar la Academia Argentina de la Española. Con la gente que hay ahí no se puede hacer nada. Vos y yo no somos hombres de campañas; preferimos el ocio. Habría que llevar energúmenos: a Sábato o a Martínez Estrada.“

1956. Martes, 31 de julio.


(Del diario Borges, de A. Bioy Casares)

martes, 15 de junio de 2010

Unas manos chicas

Está ese asunto con mi papá, que es Chino.

Yo tengo manos chicas. A veces tengo pena de mí por estas manos —lo mismo que me causan pena otros rasgos chinos que heredé de mi papá. Mi apellido, sin ir más lejos: Ng. No hay modo que pueda zafar de explicar “qué es eso”. Adonde voy recibo inmediatamente el apodo “Chino”, lo que, naturalmente, me hace sentir el anonimato inapelable de quien no es más que una entre 1.200 millones de personas llamadas “Chino”. Y soy petisito, y mis piernas son cortas y mi cabeza muy grande.
No me sale la barba. Me encantaría tener una gran barba, como la de Tolstoi o la de Hemingway, pero son tan lampiño como un bebé. Tanto como lo es cada chino.
Y, como mencioné, tengo las manos chicas.

Mi papá dejó de verme cuando yo andaba por los 20; cuando tuve 38 se me ocurrió que debíamos hacer algo con nuestra relación, así que viajé al país donde él estaba para tener una conversación. No lo noté muy entusiasmado al verme, pero yo hacía poco había tenido mi primer hijo y andaba con el tema de la paternidad a flor de piel. Necesitaba arreglar la relación con mi padre.

Hablamos. Hablamos mucho. Pero en un momento en que él estaba diciéndome algo decisivo, me descubrí distraído observándole las manos para descubrir que eran grandes. Realmente grandes.
Me quedé perplejo ante el tamaño de sus manos. Grandes dedos, grandes uñas, gran tamaño.
Yo le hubiera contado de mi hallazgo, pero era una pavada y él estaba diciéndome algo tan importante que no osé interrumpirlo.

Yo no sabía qué hacer.

Y todavía no sé qué hacer, así que le voy a contar a Mary-Sue.

domingo, 13 de junio de 2010

Defnición de cuento

"Hablamos del cuento; trata de que le demos una definición. BIOY: «El énfasis está puesto en el argumento; en la novela, en los personajes». BORGES: «El cuento puede contarse oralmente; con la novela, si usted no la lee, pierde lo esencial (ejemplos: Proust, Butler en The Way of All Flesh). En el cuento, puede estudiarse un personaje; en la novela, unos personajes influyen en los otros». COPELAND: «¿No será una mera cuestión de extensión?». BIOY: «No creo: el Quijote es un cuento». BORGES: «Es claro. Groussac dice que iba a ser una novela ejemplar; es decir un cuento; después Cervantes advirtió que podía alargarlo y por eso hay una segunda salida». COPELAND: «¿Los cuentos y las novelas de Conrad?». BORGES: «Participan de ambos géneros. Sus novelas pueden contarse…». COPELAND: «Tienen ésquelito». BORGES: «En sus cuentos hay influencia recíproca de los personajes, escenas de novela: por ejemplo, en ‘The Return’, el hombre que recibe la carta que le comunica el amor de su mujer por un individuo ridículo».

(Del diario Borges, por A. Bioy Casares)

viernes, 11 de junio de 2010

Entrevista a Benito Laren


CULTURA : BENITO LAREN, EL ULTIMO EXCENTRICO

"Mi aspiración como artista es hacerme millonario"

Lo coleccionan Susana Giménez y los Pimpinela. Dice que lo inspiran la Virgen y los OVNI y que superó a Quinquela y De la Vega.

Gustavo Ng. ESPECIAL PARA CLARIN

La obra de Benito Laren (1962) apareció en Buenos Aires en el Centro Cultural Rojas de Gumier Maier, mítica y usina del off artístico. Con sus cuadros y objetos tan lúdicos, decorativos y cursi como transgresores, Laren cuestiona la figura del artista, la obra y el arte hoy. Pinta en vidrio con esmaltes, papeles metalizados y cualquier material que brille; usa como soporte aparatosos marcos dorados de molde de yeso, raquetas de tenis, celulares o puertas de auto.

Con cuatro motivos básicos —el esoterismo, la moda, las citas (reproducciones de obras famosas) y "lo que invento"— Laren es un inclasificable cuya mezcla de humor, egocentrismo, y una voluntad de homenaje en la cornisa de la irreverencia ácida y la veneración genuina lo ponen en la senda de Minujín, Peralta Ramos o Federico Klemm. Acaso el último ejemplar de artista excéntrico argentino.

—¿Qué lo inspira?

—La Virgen. Soy de San Nicolás, la conocí allá. Por eso empecé haciendo cuadros religiosos. En Nueva York hay un cuadro mío de dos metros por uno; es un Cristo Misericordioso, el que puso de moda Karol Wojtyla. Se exhibió en una muestra en el Consulado Argentino, en una ocasión en que conocí al Papa actual. Coincidimos porque ambos estamos interesados en el fenómeno OVNI. Desde chico tuve visiones. Me la pasaba dibujando y escribiendo, nunca estudiaba. Me recibí de químico porque no me dieron chance. Y lo que me gustaba de la química eran los colores.

—Las visiones que tenía, ¿eran religiosas o de OVNI?

—Es lo mismo. La Virgen es extraterrestre. A los seis años soñé que los platos voladores venían a rescatarnos del holocausto y me llevaban antes de que despertara. No sé si me llevaron o no.

—Los platos voladores son una constante en su obra...

—Sí, pertenecen a una de mis proposiciones, la del ocultismo. Siempre me gustó el ocultismo; por eso busqué tesoros. Primero en San Nicolás y llegué hasta Paraguay, la capital de los tesoros. Hay uno debajo del obelisco, que registré con un escribano: cualquiera que lo saque tiene que darme una parte. Es el Sillón de los Incas, que trasladaron hasta ahí los españoles.

—Una leyenda sobre us ted dice que tarda diez minutos en pintar un cuadro. ¿Es cierto?

—¡Mucho menos!

—¿Cómo trabaja?

—Con la televisión prendida, haciendo zapping todo el tiempo, aunque sin sonido; con música y escribiendo. Si no, me aburro.

—¿Qué escribe mientras pinta?

—Títulos de cuadros, poesías, letras de canciones. Ahora estoy escribiendo el guión de la película en la que trabajo, "Benito El Crack". Trata sobre la frutifilia, el desmedido amor de un hombre por las frutas.

—¿Cuál es su lugar en el arte argentino?

—El primero. Soy el más prolífico. Soy un artista popularen, por muchas razones. Por ejemplo, soy brillante y uso vidrio, que es más puro que la tela, un material rústico. Con vidrios de colo res cautivo al público, recogiendo una tradición que se remonta a la Conquista.

—Se dice que muchos famosos tienen cuadros suyos.

—Susana Giménez, Amalita Fortabat, Los Pimpinela... Algunos se quejan con envidia: "¡Hay obra tuya en todas partes!"

—¿Le regalaría un cuadro al Papa Benedicto?

—No. El podría comprarlo.

—¿Cuál es su mayor aspiración como artista?

—Hacerme millonario. Empecé a pintar porque vi que otros hacían fortunas con algo que para mí era muy fácil. Pero no me reconocen.

—¿Seguro?

—Bueno, ya estoy en el Museo Macro de Rosario. Voy teniendo metas. Ya superé a (Jorge) De la Vega porque, además de cantar, voy a tener mi película. Por otro lado, hace rato superé a Benito Quinquela Martín, porque cuando se dice Benito, ya se piensa en Laren antes que en Quinquela Martín.

(Entrevista publicada en Clarín, 10/12/2005)

miércoles, 9 de junio de 2010

The hare


— No… excuse me, but you’re not the one I was looking for.
— It’s me —he said—. Remember the hare by the pond.
He said those magic words.
— It’s me, in a different form.

martes, 8 de junio de 2010

Hombrecitos


Cuando estoy con ella no dejo temas pendientes, tengo más fuerza… siento más orgullo de mí. Una vez me compré una campera que era ridículo que me la comprara, porque valía millones, ponele que yo ganaba dos mil pesos y la campera costaba como siete mil; fue un disparate comprarme esa campera, pero bueno, ya me la había comprado, y entonces me dije ahora que ya la tengo, voy a ir a fondo con la campera, no me la voy a sacar ni con 50 grados a la sombra, la voy a usar cuando tenga que ir al casamiento de mi hermana y cuando me vaya de mochilero a Macchu Pichu, y cuando me meta en el agua y cuando la necesite de almohada una noche que tendré que dormir en una estación de servicio. La voy a tener conmigo para siempre, vamos a ser uno, esta campera y yo. Bueno, así me siento con ella.

* * *

Quizás por la impronta del embarazo y la parición, la mujer siempre fabrica hombres.
Al hijo mamón que prefiere y malcría, le dice que un hombre se planta en defensa de sus amigos.
Al bobalicón marido desorientado cuando ella cae enferma, le enseña a no asustarse, a tener el aplomo con que un hombre contiene a una mujer que se siente mal.
Al bruto atolondrado lleva de a poco a ser lento y gentil, e igual de apasionado.
Al energúmeno sin tacto convence de la felicidad que habrá de reportarle siempre la cara iluminada de su esposa, por muy oscura que sea su alma, cuando él le regale flores.
Al tacaño ella demostrará que un hombre suelta y echa a andar la vida en lugar de esconderla en un puño de la mano para no compartirla.
Al llorón que por todo se lamenta lo despreciará para que aprenda que un hombre se hace cargo de su destino.

* * *

Intercambio de mensajes entre Ramiro y Laura.

Qué bueno es haberte reencontrado. Yo no podía soportar mirarte porque era conciente de que cuando te miraba tenía una cara de boludo infinito. Estaba tan enamorado de vos. Y ahora me parece que aunque hemos vivido vidas tan diferentes, tenemos algunas convergencias.
Ramiro

Mi querido Ramiro,
A ver, ¿cómo lo digo? Cuando hoy leí ese mensaje tuyo me paralicé. Debo haber tenido cara de boluda yo también. Sigo siendo una romántica insoportable, me volví a preguntar, como me pregunte tantas veces en los tiempos posteriores a tu partida , ¿por qué se fue? Hoy se me movió el piso mi querido Ramiro. ¿Por qué catzo no me miraste una sola vez a los ojos y abriste la boca a los 16? Siempre, siempre te llevé en mi alma.
Laura

Laura, eterna Laura,
Toda mi vida habría sido diferente, yo sería otro hombre, un hombre, si entonces me hubiera sobrepuesto al pánico que me causaba imaginar que te reirías de mí. ¿Cómo no me ibas a ridiculizar, si yo era un negrito fiero y petiso, y vos eras la más linda y la más difícil, no para nosotros, sino para lo monos de quinto y sexto año, que fumaban, andaban en auto, tuteaban a algunos profesores, eran todos como el presidente de la nación? Me perdí una vida –que hubiera sido mejor porque hubiera sido con vos– por no haber tenido lo que ha de tener un hombre: debí encararte, mientras estabas charlando con todos esos muchachos que te rodeaban como leones, y decirte, como pudiera, que estaba enamorado de vos y que moría por darte un beso, y al fin preguntarte la pregunta tremenda para quien la pronuncia, ¿querés ser mi novia?, en medio de las risotadas de aquellos malévolos sujetos despiadados y mirándote a los ojos, y vos quizás evitando mi mirada y riéndote también. Debí hacerlo, por ser digno, para andar con el verdadero orgullo en alto, aunque tuviera maltrecho el orgullo pequeño. En cambio, elegí la cobardía, la que indefectiblemente depara una vida miserable.

Usted no tiene por qué


(Borges) recuerda los consejos de un peluquero Trientino, de la calle 25 de Mayo: «Para la úlcera lo principal: usted se prende de la leche como si fuera Rómulo y Remo. Las inyecciones no sirven para nada porque usted no va a tirar la plata en farmacia y más bien lo manda al facultativo a la puta que lo parió. En vez, compre en el Paseo de Julio una faja de campesino que le dé muchas vueltas y tiene caliente la panza. De vez en cuando, su cafecito, una raviolada, una copa, porque usted no tiene por qué ser el esclavo de los hijos de puta».

(Del diario Borges, de A. Bioy Casares)

jueves, 3 de junio de 2010

El Batero


Organizamos un recital de Radio Ska en el Parador Nocturno de Retiro, un enorme galpón que recibe cada noche doscientos tipos que en los días deambulan por la calle porque no tienen casa. El gobierno de Buenos Aires les da una cena, una ducha, un baño y una cama. Al lugar donde acuden a protegerse de las inclemencias del clima y las peores inclemencias de la sociedad, llevamos la mejor banda de ska.
Los huéspedes de ahora son diferentes a los de antes. La mayoría de crotos abandonados, indolentes, soberbios, sucios, viejos, hombres más allá de la derrota, ha dejado lugar a jóvenes extrovertidos, fuertes, tensos, ambiciosos y taimados. Muchos parecen pertenecer a la cultura tumbera: tipos que alternan su vida dentro y fuera de la cárcel. En un momento del recital observé que algunos se estaban organizando. Andaban en cueros, mostrando tatuajes trazados tortuosamente. Los vi susurrarse mensajes, hacerse señas, hablándose con la mirada. Claramente eran una pandilla. Quizás se conocían de otro lugar, o habían armado una sociedad en el parador; como fuera, sabían cómo hacer las cosas juntos. Creí ver que se pasaban objetos. Siempre se teme que los alojados tomen el parador. Hace mucho, y lo mantuvieron tomado durante cuatro días.
Cuando me encaminaba a hablar con los guardias de seguridad para advertirlos de la movida, escuché que alguien gritaba “¡El Batero, El Batero!”, me di vuelta y vi a la pandilla corriendo hacia los músicos como una horda. Con absoluta inconciencia fui a pararme a dos metros del escenario improvisado; pensé que los detendría si querían atacar, lo que era una ocurrencia estúpida y temeraria, porque si hubieran estado decididos a un asalto yo no opondría más resistencia que la del cuero de mi abdomen a un cuchillo escondido. Sin embargo, los tipos llegaron a mi lado y no avanzaron más, aunque seguían gritando “¡El Batero! ¡El Batero! ¡El Batero!”, mientras en su excitación saltaban, agitaban los brazos y se reían. ¿Por qué gritaban “¡El Batero, El Batero!”? No miraban al baterista de Radio Ska, ni había nada de particular en él. Creí que era una clave, o tal vez estaban jugando a asustarnos. Entonces escuché una ovación alrededor mío y más allá gritos enloquecidos que avanzaban desde el fondo del galpón. De repente todo el parador miraba a los que traían gritando desde allí, acostado en andas sobre sus cabezas, a un flaco que quería resistirse. Todos se reían exaltados, incluida la víctima que habían arrancado de una cama. Cuando llegaron hasta los músicos lo bajaron, entre los aullidos ensordecedores de “¡Bá! ¡Té! ¡Ró! ¡Bá! ¡Té! ¡Ró!” Los guardias reían, los músicos miraban la situación mientras seguía tocando, los invitados sonreían relajados… sólo yo me había asustado. Tomate, el impulsor de la movida de música en los paradores, habló con la pandilla, luego con el baterista, y un aullido como el de un gol muy esperado sacudió todo el aire del parador cuando El Batero finalmente se sentó en la banqueta de la batería. Yo había mirado bien al batero cuando lo bajaron: era extremadamente delgado y fibroso, y era espástico. Su cuerpo tenso como si estuviera retorcido se sacudía involuntariamente, de excitación, de alegría y por su enfermedad. Estaba medio desnudo y abría enormemente la boca mientras daba golpecitos a la nada con la cabeza. La boca mostraba una gran negrura allá dentro, y en la entrada un único diente muy blanco que apuntaba hacia arriba. Era muy joven, no tendría más de 25 años. Y allí, rodeado por los platillos, el bombo, redoblantes y tambores de la batería, se dio maña para tocar, al principio horriblemente, luego entendiendo y al fin liderando con su enardecimiento a los músicos, que lo acompañaron con auténtico entusiasmo. Él abría su boca descomunalmente grande y tiraba la cabeza para atrás y tocaba, tocaba. Nunca vi en toda mi vida un tipo tan feliz tocando la batería, ni un público de un fanatismo tan ardiente por un desconocido.
Después no lo podíamos detener, y hasta temí que la pandilla tomara el parador para que nadie le sacara la batería.