domingo, 28 de agosto de 2022

Lo que quiso decir el profesor

No era el titular de la cátedra de Antropología Filosófica, pero se comportaba con una arrogancia como si fuera un profesor de una universidad europea que venía a esclarecer colonos que apenas hablaban un idioma civilizado.
Las ideas del titular, Mario Camaly, me encendían fuegos artificiales. Mi mente se disparaba hacia todos los rincones. Aún hoy, cuarenta años después, me siguen siendo fecundas. 
Pero lo que decía aquel payaso se me escurría inevitablemente, básicamente porque sentía que no decía nada. 
Yo tenía 19 años, quizás era efectivamente un colono que apenas hablaba un idioma civilizado. Como negro salvaje, no tenía dinero, y me ganaba la vida grabando y transcribiendo las clases. Eran mediados de los 80. Dos o tres empresas contrataban estudiantes para que grabaran las clases con un grabador de periodista y les pagaban las transcripciones, que luego vendían como apuntes al resto de los estudiantes. La actividad era furtiva: los profesores no revisaban las transcripciones, las empresas no le pagaban derechos a la Universidad de Buenos Aires por sacar provecho de las clases y a los estudiantes nos pagaban unas monedas.
Cuestión que entre las clases que me tocaban a mí estaban las del Gran Profesor Europeo.
Dado que yo transcribía ideas que para mí no tenían sustancia, sólo registraba palabras y por intuición lingüística ponía comas y puntos donde me parecía.
Y no sólo eso. Con el tiempo fui sabiendo que soy medio sordo.
Aquello no podía dar bien.
Una clase el Herr Professor llegó desencajado de la furia, arrojó con fuerza su bolso y libros sobre la mesa, produciendo un estruendo, y rugió:
– ¿Quién es el que transcribe mis clases?
Tras un instante en que permanecí duro como una estatua de piedra, le dije que era yo.
Empezó a gritarme como nunca alguien me había gritado. Ni siquiera mi padre, ni el animal de mi abuelo. El aula estaba llena de estudiantes, y yo tengo el problema de que necesito que me quieran, y soy hipersensible. Además había tres chicas que andaban siempre juntas y me gustaban las tres, y tenía esperanzas de que algún día, pudiera conquistar aunque fuera a una de ellas.
La humillación a la que me sometió aquel hombre me dejó en shock. Terminó ordenándole a los demás estudiantes que jamás, “¡JAMÁS!”, compraran las transcripciones que hacía yo.
No atiné a decirle que hacía aquello para poder pagarme los estudios –y no sé si le hubiera importado.

Cuarenta años después le recordé el episodio a una de aquellas tres chicas.
No lo recuerda en absoluto.
Casi ni recuerda al profesor.
La charla derivó hacia la fantasía de fidelidad de la transcripción. Si alguien habla, ¿dice exactamente lo que quiere decir?
Y sus interlocutores, ¿qué entienden?
No es posible la transmisión exacta de una enunciación. No es posible que la enunciación no sea ambigua, ni que sea recibida con la misma forma que fue emitida, ni, por tanto, es posible que sea retransmitida en la misma forma en que fue recibida. 
Lo que hay, entonces, es el flujo de un mensaje que va atravesando una cantidad de condiciones (como mi sordera o mi falta de conocimiento del contexto de los temas que hablaba el profesor). Las condiciones metamorfosean el contenido a lo largo del proceso de la comunicación.
Estos días que estoy en China, fracasando sistemáticamente en el intento de hablar con la gente, me resulta interesante que este proceso no observa diferencias entre la comunicación entre personas que hablan el mismo idioma y la traducción. 
Por otra parte, dado que en este proceso la fidelidad, siendo la plataforma que lo sostiene como intención, es algo imposible, mientras que su realidad es la transformación del contenido, resultaría útil prestar atención a las condiciones, los elementos y los mecanismos de esa transformación. 
O sea, por qué al transmitir un mensaje se comete determinado error y no otro, o por qué el contenido se mejora de determinada manera y no de otra.




viernes, 26 de agosto de 2022

San Nicolás y la guerra del Paraguay

 Quizás resultaría fértil para San Nicolás comprender su rol en la Guerra del Paraguay, que fue tan fundante de la Argentina como Pedro de Mendoza y Juan de Garay, Sarmiento, Cepeda y Pavón y el genocidio que empezó en la pampa y sigue hoy.

Quizás Pablo Makovsky debería escribir esa historia, ya que es oriundo de Paysandú, ciudad que fue el ojo del huracán de aquella guerra, y encuentra que San Nicolás es un manojo de claves.

Sería interesante comprender el lugar que ocupó  San Nicolás a través del genial Cándido López, que la ciudad ignora como pintor suyo, pero que ha sabido rescatar Benito Laren -a quien San Nicolás sí celebra como un gran artista.

Benito tenía el proyecto de ir a los sitios de Paraguay donde habían ocurrido las batallas para hacer una arqueología estrambótica, la de encontrar restos como obra de arte. 


viernes, 19 de agosto de 2022

Mi padre cumplirá 226 años

 226 años

 

Todo lo que decimos es algo que inventamos y le chantamos a la realidad. 

 

El animal perro existe sin necesidad de la palabra “perro”. 

 

La palabra “perro” es un invento de algunos humanos. 

 

Todo el lenguaje es invento. 

 

Incluso los números. 

 

Incluso las fórmulas físicas más sofisticadas. 

 

Entonces, ¿por qué creemos que cuando alguien nos dice “hay un espíritu en esta habitación” está mintiendo?

 

Todos mentimos en el sentido de que todos inventamos algo al hablar. 

 

Si alguien dice “mi padre cumplirá 226 años en noviembre”, miente pero dice algo tan verdadero como “el agua existe en estado líquido, gaseoso y sólido”.

 

Decimos que miente porque nos cerramos a leer qué está diciendo más allá de nuestra tristemente soberbia, lastimosa, violenta y limitada racionalidad. 



martes, 9 de agosto de 2022

Ver algo

 Si estás con una persona ciega en un hotel, que podría ser un hotel en un pueblo de Marruecos, y la persona te pregunta qué ves por la ventana, le dirás: “dos niños juegan corriéndose. Hay un viejo sentado en la puerta de su casa. El cielo es casi blanco. La casa del viejo es de adobe, del mismo color de la calle, un café con leche seco. Hay un auto estacionado. Es rojo, muy cuadrado, parece soviético, tiene mucho polvo encima“.

En un momento te darás cuenta de que si la persona no te hubiera pedido que le describieras lo que ves, no verías lo mismo que estás viendo. No te fijarías en los detalles, no comprenderías la escena, no te detendrías en la manera en que vive aquella gente, no sentirías el alma del lugar“.






lunes, 8 de agosto de 2022

Víctimas

Sabemos de China. Hemos venido a China. Informamos sobre China.

Pero llegamos a China y nos escandalizamos por el disciplinamiento implacable. Nos sale el hijo de mi mamá, ¿a mí me van a tratar así?

Nos sale.el norteamericano, "tengo derechos". Hasta casi nos sale el infobae Mirtha Legrand

Viviana Canosa: "ah, ¡esto es el régimen comunista!"

En el aeropuerto tienen la hermosa amabilidad de esperarnos en la puerta del avión, en el

principio de la manga para llevarnos a través de migraciones. Pero cuando llegamos a la aduana, nos espera un ejército de oficiales o agentes vestidos de astronautas. Algunos están detrás de un vidrio, otros detrás de unas rejas que nos impiden pasar. Inmediatamente nos sentimos encarcelados, arrebatado nuestro derecho de circulación.

Finalmente nos trasladan a un hotel lujoso para que hagamos la cuarentena. Al llegar al Hotel no viene a recibirnos una delegación formada de jóvenes sonrientes, sino que lo formado es  otro ejercito de astronautas que nos tratan con rigor marcial, nos gritan, nos hacen ir a traer las valijas

del colectivo nosotros mismos, nos rocían con layandina hasta empaparnos.

Nos enardece que más que tratarnos como invitados, nos tratan como presos, claramente como una amenaza, agentes patógenos extraterrestres. Pero sabíamos.

Sabíamos que sería así.

Nos advirtieron.

Y lo vimos por la tele, y lo contamos una y otra vez.

Cuando pedimos ser incluidos en el viaje, nos avisaron cómo serian los protocolos, nos

adelantaron que serían dos semanas de cuarentena, luego nos dijeron que la restricción se había reducido a 10 días, pero una vez en el hotel empezamos a decir: "y ahora a la cárcel" con mirada de estos hijos de puta".

Nos avisaron. Y lo aceptamos.

Y además mil veces hicimos esta evaluación: ¿qué tan amargo, ácido, desagradable es el precio a pagar para que en una población de 1400 millones de personas hayan muerto menos de 6.000 personas --sjendo que el país más poderoso como Estados Unidos, adonde pagamos para ir y no nos quejamos de nada, de 300 millones murió.más de un millón?

domingo, 7 de agosto de 2022

La opción de Deng

 Como nadie sabe de China, cualquiera que demuestra que sabe un poco, parece que sabe todo.

En un café, estábamos con un “experto” en China, llegó un amigo que no sabe nada, y le preguntó si China era capitalista o no.


- Mirá -dijo el que sabe mucho-, antes de Mao la tesis fue el capitalismo. Con Mao se instaló como antítesis el socialismo. Después vino Deng Xiaoping y trajo la síntesis, un socialismo con peculiaridades chinas que integra al capitalismo. El presidente actual, Xi Jinping, profundiza la síntesis.


Cuando le conté esta charla a otro amigo conocido, que creo que sabe más, me dijo que Mao acabó con el capitalismo e instaló el socialismo. Así, consiguió la igualdad, pero en un nivel muy bajo. Todos iguales, pero pobres.


Deng se propuso que no hubiera más pobres. Tenía infinitos caminos para intentar conseguir eso.

El camino que eligió fue el del desarrollo capitalista, pero con el Estado socialista haciendo distribución de las riquezas generadas.


Mi amigo tenía dudas de si Deng había incluso dicho que el capitalismo era la mejor manera de crear riqueza.


En el momento en que metió a China a jugar en el tablero mundial del capitalismo, el capitalismo estaba ganando masiva irreversiblemente su forma más salvaje y dictatorial: el neoliberalismo.

Por las consecuencias sociales funestas que genera el neoliberalismo, la distribución de las riquezas que hace el Estado socialista ya es, no necesaria sino indispensable.


En 40 años, el objetivo de Deng está cumpliéndose. China ya acabó con la indigencia y acabará con la pobreza.

El precio ha sido una formidable desigualdad en los ingresos, un desastre ambiental, unos años de condiciones laborales deplorables y la suspensión de cualquier oposición política.


Desde el tercer mundo podemos decir que en la medida en que China potenció el neoliberalismo global, salimos perdiendo feamente, porque el neoliberalismo nos está aniquilando.

Esto, pese a que China plantea con todo el Tercer Mundo una relación de cooperación que resulte en que todos ganemos.

De hecho, la economía argentina se beneficia de la relación económica directa con China, pero las riquezas creadas en el sistema neoliberal, son distribuidas de un modo tan desigual, que va creciendo la masa de pobres y personas que viven de un modo inhumano.

Claro que ante esto, China sostiene el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, de modo que si la distribución de la riqueza en Argentina es injusta, eso es algo que deben resolver los argentinos.


Perro volvamos a Deng. 

Eligió crear riqueza metiendo a China en el juego del neoliberalismo global.

¿Podría haber seguido con el socialismo? Quizás China no hubiera creado el volumen económico descomunal que consiguió, pero ¿sólo con el neoliberalismo hubiera mejorado de la vida de los chinos?

En Cuba, pequeña, bloqueado durante 60 años por el poder mayor del mundo, la gente es pobre, pero vive dignamente y el país ha alcanzado logros que ningún otra nación de América Latina pudo conseguir.

Entre los modelos de bienestar, en China tiene potencia el global, basado en sectores sociales privilegiados.

El Partido Comunista Chino sostiene que busca que la población entera viva una vida “moderadamente acomodada“.

¿Qué significa eso?

¿Qué relación tiene con los derechos humanos?

¿Qué relación tiene eso con los estándares de la Organización Internacional del Trabajo?


Hasta ahí fue la explicación de este hombre, que es un profesor universitario. 


viernes, 5 de agosto de 2022

La pandenauta

 Me provocan vergüenza las personas que se invisten de sus privilegios.

Leí esa frase, “si tenés más comida de la que necesitás, comprá otra mesa y ponela al lado de la tuya, en vez de levantar un muro“.


Estos días tengo el privilegio de haber sido invitado a China y recibir el trato que se les da a los diplomáticos.

Me han alojado en una suite muy confortable de un hotel magnífico a orillas del ancestral Río Perla.


El alojamiento es por diez días al entrar a China para que guarde cuarentena obligatoria, confinado en la habitación, por la pandemia de Covid-19.

El protocolo incluye que una vez por día me golpean la puerta para hacerme un test y confirmar que no estoy infectado. 

Como aprovechar o siquiera usar los privilegios me disgusta, intento ser simpático y colaborativo con la persona que viene.

Siempre llega con el uniforme de astronauta sanitario que vistieron todas las personas que tomaron contacto conmigo desde que llegué al aeropuerto.

He visto que algunos visitantes que han venido a China voluntariamente en estos tiempos de pandemia, conociendo perfectamente el rigor inflexible que rige, se victimizan, manifestando su molestia por estar encerrados y por ser testeados todos los días, aprovechando para el gozo de su autocompasión la dureza del gobierno chino, a la que con gusto piensan como “dictadura comunista”. 

Me parece una actitud desagradecida y poco noble.


Se pide que cuando abramos la puerta para una de las tres cosas que puede abrirse: ser testeado, recibir la comida y sacar la basura, vistamos barbijo. Cumplo con esa simple regla religiosamente, y por decencia, me pongo una bermuda y una camiseta.




Ayer la astronauta sanitaria (¿o debería llamarla “pandenauta”?), luego de introducirme el hisopo en la boca y la nariz, me señaló los pies y me dijo algo.

Yo me pongo bermuda y camiseta, pero abro la puerta descalzo.


El señalamiento de la pandenauta me hizo dos advertencias del campo de la traducción.

Primero, me vino, quizás del tiempo en que viví con mi familia paterna china, la sensación de que no está bien andar en pata. Ojotas y chancletas, hasta el presidente, pero en pata es sucio, casi como mostrar las nalgas.

¿Han visto fotos de playas chinas en que las mujeres muestran libremente la cola, como es regla desde hace décadas en las playas de Occidente?

La que se pone en malla, la usa muy grande, que le cubra lo más posible.

Es una cuestión de decoro, que nuestras abuelas decían “de decencia“. El concepto es el mismo: lo que no está bien hacer, queda feo.

Para la idiosincracia china, el pudor es virtud, y por tanto, crea belleza, y al contrario, la exhibición es exhibicionismo y resulta molesta y desagradable.

Mostrarme con los pies desnudos resultó inaceptable para aquella persona pandenauta. 

Segunda advertencia. Me habló en chino y yo no entendía una palabra.

¿Me decía que me calzara en ese momento? ¿Que tenía que estar siempre calzado?

No comprendí, pero comprendí que me estaba dando una orden y me estaba retando.

El privilegiadito que no quiero usar, quería decirle en español: “usted tiene que testearme, no está acá para darme órdenes. Puede retirarse. Desaparezca de mi vista“.

Contradije ese impulso intentando comprender. La mujer agarró un rociador y le ofrecí la planta de mis pies para que les echara lavandina. 

Siguió hablándome y yo no comprendiendo. Al fin entendí: me decía que “tiene chancletas en la habitación, cuando sale a la puerta debe ponérselas, porque usted puede tener virus en la piel de sus pies y sacarlos cuando se lo testea“.

Le dije que “todo bien“ en chino (una de las pocas frases que sé en ese idioma) y le agradecí repetidamente, hasta que le quedó claro que yo reconocía su trabajo, antes que priorizar mis derechos individuales garantizados por la ley internacional y las Naciones Unidas.

La mujer sonrió.

Cuando cerré la puerta sumé al uniforme para presentarme al test “barbijo + bermudas + camiseta“, unas chancletas.


La pandenauta tuvo la actitud marcial con que el Gobierno trata la pandemia, obligando a la masa a obedecer como robots para protegerla de enfermarse y morir.

“La misión del Gobierno es que nadie se quede atrás“ dijo el presidente Xi Jinping.

No es poco conmovedor, en un mundo que parece empeñado en que grandes sectores se hundan en la ignominia, del otro lado del muro, en campos de refugiados, ahogados en los mares, viendo a sus hijos morir de las enfermedades del hambre.

Que nadie se quede atrás.

Que nadie se enferme.

Atrás de la sequedad, el autoritarismo, la dureza despótica de la pandenauta y del Gobierno socialista chino, parece haber un sentimiento humanitario irrevocable.









Lo que el viento se lleva

 En China siento que las últimas décadas se ha admirado mucho a Estados Unidos.

Mucho.

Ha sido -continúa siendo para muchos- la América de nuestros abuelos. 

Miles de familias mandan a sus hijos a estudiar a las universidades norteamericanas. 


A esto se superpone el sentimiento que gana protagonismo estos días entre los chinos: “Estados Unidos no nos va a pisotear”.

Ante la arrogancia de Estados Unidos, que tuvo un momento de éxtasis con Trump y que ahora Biden desarrolla con una batería de manotazos, surge el nacionalismo chino.

Desde China se ve a Estados Unidos saliendo a prender fuego el mundo para poder mantener su lugar como primera potencia mundial.

El embate parece desesperado, como una reacción a la amenaza de la pérdida de la primacía.


En el avión que me trajo desde Estambul hasta Guangzhou volví a ver Lo que el viento se llevó.

Al principio de la película aparece un texto que dice:


Hubo una vez una tierra….

Aquí fue donde se vio por última vez… al Amo y al esclavo.

Sólo la encontrarán en libros, porque ya no es más que un sueño recordado.

Una civilización que se fue con el viento.




Distancias

Antes, cuando alguien se iba a otro país, se instalaba una distancia física, a lo que luego se le fue agregando la distancia epistolar.


En el siglo XX apareció la distancia por teléfono y en el XXI se le sumo la no distancia, la instantaneidad a través de las nuevas tecnologías de la comunicación.


Cada nueva distancia a la vez se superpuso y disolvió parte de la anterior.


Hoy, las distancias física por un lado y digital por otro, son tan extremas que la relación con alguien que se ha ido a vivir lejos es altamente esquizofrénica.


Con mi hijo que vive en Escocia podríamos hablar todos los días, podríamos vernos en directo todas las horas del día, mientras él trabaja en el pub, yo mientras trabajo en casa, escribiendo en la computadora, o escribiendo en un bar. Sin embargo, nos hablamos muy poco. Terminamos reprochándonos que apenas nos comunicamos.


Sin embargo, sabemos que el  espaciamiento de las llamadas es un intento de ajustar las dos distancias.


La diferencia de distancias debe ser manejada.  Con todas ellas, las personas terminan construyendo una arquitectura que acaso sea singular para cada grupo.


Tema de investigación para psicólogos sociales y comunicólogos.




Desconfío

 Carta de un rockero a un famoso poeta.


No voy a decir quién sos porque sería igual que vos.

Te hiciste punk porque sos un burgués.

Los burgueses siguen las modas y cuando eras joven estaba de moda ser punk.

Cuando la moda se pasó, te hiciste otra cosa.

Porque sos un poeta buenísimo, escribiste letras punk buenísimas.

Como buen burgués, no te alcanzó con ser un buen poeta, querías más.

Los burgueses quieren más, quieren progresar, quieren ascender, quieren tener más.

Cuando eras punk escribiste:.


No confío en nadie de más de 30.

No confío en nadie con 32 dientes.


Hoy tenés más de 30 y conservás los 32 dientes, y no te importa si no confían en vos, porque lo que te importa es la fama, el estatus y la guita.


Como burgués, creés que hay gente superior a otra.

No gente que tiene algunas cosas superiores, como Messi tiene mejor fútbol que el resto o como vos tenés mejor poesía que todos nosotros.

Para vos hay una escala y ubicás a cada persona en un escalón.


Te voy a decir algo: no hubiera habido esclavitud ni puta campaña al desierto, ni hubiera habido el puto nazismo con sus campos de concentración, si no hubiera existido esa idea que tenés vos en la cabeza, que las personas están en diferentes escalones, porque esa jerarquía es el fundamento de los que tienen poder para abusar, parasitar y destrozar a los que están abajo.


Ya sé que entre tener la escala en la cabeza y el nazismo hay un océano, pero sin la escala no hubiera habido toda la basura de explotación que hubo y sigue habiendo, y entonces si la tenés adentro, yo con vos no me relajo.


No confío en vos.

jueves, 4 de agosto de 2022

Irrupciones

 Cuándo apareció la posibilidad de un viaje a China, lo primero que pensó mi mente fue: “deberé hacer al llegar una larga cuarentena. Sería una oportunidad inmejorable para leer un libro de Mario Levrero“.


Desde un lugar aún más profundo de mi inconciente vino esta otra frase: “al fin podría estar, de alguna manera, con Tatiana“. 
Tatiana me presentó a Mario Levrero y fue el escritor que más disfrutamos juntos. Hace mucho nos separamos, Tatiana finalmente se casó con alguien indicado, pero yo sigo enamorado de ella.
Le conté a Tatiana el pensamiento que había tenido y muy amablemente me prestó “Irrupciones“ de Mario Levrero. 

Cuándo estábamos con mis colegas Horacio y Tommy por abordar el avión, tranquilos finalmente porque ya teníamos el Código Verde de la autoridad sanitaria china, aliviados con un alivio enorme porque nos habíamos sacado de encima un peso como una ballena, nos dijeron que no podíamos abordar. No estaban en orden nuestros certificados de Test PCR que demostraban que no estábamos infectados del maldito virus COVID-19.
Reclamamos airadamente. No dijeron que faltaba un sello, que no habían pasado la cantidad de horas necesarias entre los tests, y sobretodo nos dijeron muchas cosas que no comprendíamos, entre cinco palabras en turco cada una en inglés, una perdida en español y gritos, gritos, gritos.
Fuimos respondiendo con alaridos sin saber en qué idioma, argumentos desesperados, uno de nosotros llamando a la Embajada China en Argentina, otro dirigiéndose personalmente a empleados de esa embajada que estaban en la fila, los que en vez de solucionarnos nos daban opciones disparatadas, todo en una confusión escandalosa. Vi a Horacio rojo como una frutilla muy madura, a Tommy haciendo gestos con sus interminables brazos de basquetbolista, agitando en una mano su cámara Go Pro que grababa todo el episodio.
Mi fatalidad interior me decía “te lo advertí, te lo advertí, no viajarias, empezá a pensar en el ferry que va de Estambul a la isla de Mykonos“.
Ya nos había puesto nerviosos, muy nerviosos, ver cómo revisaban a algunos pasajeros adelante de todo el mundo, sacando todo lo que tenían en sus bolsos y disponiéndolo sobre una mesa, pasando un algodón por la superficie de algunos objetos y testeándolo en una máquina, haciendo sacarse los zapatos y revisando su interior y pidiendo a los pasajeros que encendieron su computadora y estudiando algo de su contenido.
Pensé: “la disciplina que exige China es opresiva“.
Cuando finalmente nos tocó el turno y no aceptaron el dichoso Código Verde aprobado por China, estallamos. 
En la fila había algunos chinos vestidos de astronauta, con los enterizo blancos de pie a cabeza, máscaras de plástico y doble barbijo. Le comenté a Horacio que posiblemente la compañía para la que viajaban les obligaba a usar esos trajes.
- Puede ser que no -me dijo-. Puede ser una decisión personal.
- ¿A tanto llega el disciplinamiento?
- ¿Vos querés decir obediencia?
- Si, interiorización de los mandatos.
- No es lo mismo disciplina que obediencia. Pueden tener una disciplina por decisión propia, sin necesidad de autoridad. Creo que en todo caso, es una obediencia muy activa.
Tommy intervino:
- Estás considerando que resisten las órdenes. ¿Por qué? Tu pensamiento es típicamente occidental. Nosotros nos resistimos, ellos quieren que las autoridades los ordenen, porque las autoridades hace mucho les vienen haciendo la vida mejor. O más aún, porque la rebeldía contra la autoridad no está  en la lista de sus reacciones.
Cuando hicimos la batahola de protesta porque no nos dejaban embarcar, los chinos nos observaban en silencio. Me pregunté cómo reaccionarían si les sucediera lo mismo que a nosotros. Concluí que no tendrían nada de obedientes ciegos. Pensé que el hecho de que se sometan activamente  a una disciplina aún opresiva, tenía límites. Unos límites mucho más lejanos que los nuestros, quizás, pero que explican la Revolución de Mao.
Los empleados de la compañía con quienes nos peleábamos hicieron llamados en el medio del batifondo, y entonces, al final, nos dieron el OK.
Temí por Horacio, que ya había pasado del color de la frutilla madura al de una mora a punto de reventar.

Luego de la tensión tremenda, una vez en mi asiento, junto a un chico vestido de astronauta, respiré profundamente, abrí “Irrupciones” y me puse a leerlo.
Por primera vez.
Al fin.



Teórico origen a orillas del Río Perla

 Cómo me sucedió en Vigo, Guangdong me hace pensar que tengo raíces. En Argentina faltan mucho las raíces.


Me emocionó ver el Río Perla. Lo cruzamos con el colectivo que nos trajo del aeropuerto al Nansha Grand Hotel, para que hagamos aquí la cuarentena por la pandemia de COVID-19.

Vi a lo lejos la torre de la televisión y los altos edificios de la zona financiera, entre los que caminé hace muchos años, y hacia el otro lado, los barcos negros  que se sucedían en una muchedumbre que se perdía en el horizonte. Después del horizonte, está el mar.

Me emocionó ver todo tan verde, todo el territorio cubierto por una densa espuma vegetal. Del interior de esa espesura salen hacia el cielo, surgidos verticales como escapándose a las alturas, bosques de edificios de 50 pisos.

Alrededor de los barrios de edificios más bajos, de hace 30 o 40 años, abundan campos de cultivo de frutas y pequeños arrozales. 
Aún, arrozales. 

Luego, por las ventanillas del colectivo, en muchos campos hay masas de edificios en construcción.

Es teórico que soy de acá, pero me emociona, quizás porque mi hermana me dijo que mi papá estaba más nervioso que yo por este viaje. 

Él sí es de esta tierra.

Cuando veníamos por la autopista, vi un cartel verde que tenía el nombre de la ciudad donde nació, Taishan, y al lado decía 143 km. 

Es teórico, pero estoy tan cerca de la casa donde mi abuela parió a mi papá.