Durante millones de años los ancestros de los humanos y los
de los chimpancés se anduvieron cruzando sin problemas.
Más de uno daría lo que fuera por ver uno de esos híbridos
hoy.
Se dice que es posible, se dice que no. Yo creo que sí. La repite esta esta explicación: “Suele
citarse el hecho de que existe una diferencia en el número de cromosomas entre
el hombre (46) y en el chimpancé (48), por lo que probablemente el híbrido no
sería fértil. No obstante, esto no representa una barrera absoluta. Además, el
cromosoma 2 humano deriva de una fusión de dos cromosomas que no se produjo en
el linaje del chimpancé. Por ello, es posible que los dos cromosomas
correspondientes del chimpancé (2a y 2b) pudieran aparearse durante la meiosis
con el cromosoma 2 humano, lo que resolvería el problema (o al menos lo
paliaría)”.
San Pedro Damián fue uno de los ordenadores de la vida
monástica de la Edad Media. Algo así como un Prócer Administrador de Asuntos
Interiores. En uno de sus libros recargados de protocolos para todo cuenta algo
que nos llega como extraño, pero que quizás no le fuera raro a él y su época.
En una de sus visitas al Papa Alejandro II, el pontífice lo invitó a un extremo
de un ala alejada del Palacio. Entraron a una recámara fría, con el interior
devorado por la penumbra. El Papa dijo algo y poco después se abrió una puerta
y de la oscuridad se materializó un hermano empujando a un niño inquieto. El
corazón de Pedro Damián dio un salto; él no sabía por qué. “Este es Maimo”,
dijo el Papa, y Pedro Damián sintió que el nombre le quitaba el velo a lo que
estaba viendo. El horror impedía a sus ojos apartarse de aquel ser. Recobrada
la razón, supo que era un mono. Luego entendió más: era mono y niño humano. El
Papa con suavidad le preguntó en secreto, casi al oído si recordaba al Conde
Gulielmus. Pedro Damián lo recordaba. Un comerciante le había llevado un mono
de la Abisinia. El conde amaba a la bestia, pero más la amó la condesa. El animal andaba
suelto por el castillo, como si fuera su dueño, y entró a los aposentos del
sagrado matrimonio. Al verlos a ellos mismos emular la incontinencia de la
infernal lujuria, el mono montó en cólera y golpeó al conde hasta matarlo. “Se
abalanzó entonces sobre la vil pecadora, que lo recibió iluminado su vientre
por Satán, y concibió a esta criatura de las tinieblas. Escríbelo, Pedro
Damián”, dijo el Papa, y así lo hizo Pedro Damián, en la obra De bono religiosi status et variorum
animatium tropologia. Se especula que el caso sirvió a Pedro Damián como
argumento a la hora de ordenar la práctica del celibato eclesial.
Se dice, era previsible, que el intento de cruzar a un
humano con un chimpancé se hace continuamente en China. Trascendió, sin prueba
alguna, que una mujer a la que los científicos embarazaron con semen de
chimpancé, murió en una protesta.
Ya que los comunistas hacen atrocidades científicas, en los
años 1920, el biólogo soviético Ilya Ivanovich Ivanov llevó a cabo una serie de
experimentos para crear un híbrido humano chimpancé. Fracasó trabajando con
esperma humano y hembras de chimpancé y luego organizó un conjunto de
experimentos que involucraban esperma del mono y voluntarias humanas. Debió
retardar el proyecto a la muerte de su último orangután y poco después el
gobierno lo sentenció al exilio.
Pero el capitalismo ganó con el espectáculo de Oliver
—documental de Discovery Channel hace pocos años. Fue comprado como simio por
los entrenadores Frank y Janet Berger, quienes comentaron que podría ser un
híbrido: su rostro era más plano, caminaba habitualmente en dos patas, nunca
sobre sus nudillos y, especialmente, prefería las mujeres a las hembras de su
especie. La propia Janet Berger aseguró que Oliver comenzó a sentirse atraído
por ella cuando cumplió dieciséis años. El enamoramiento de Oliver se convirtió
en una amenaza para su dueña y fue vendido. Lo compró Ralph Helfer, el socio de
los Berger en el pequeño parque temático Enchanted Village, construido en Buena
Park, California.
Cuando Enchanted Village cerró sus puertas a fines de ese
año, Helfer continuó exhibiendo a Oliver en su nueva empresa, Gentle Jungle, la
cual cambió de ubicación varias veces hasta que finalmente cerró en 1982.
Oliver
fue transferido al centro de entrenamiento Wild Animal Training Center de
Riverside, California, y luego vendido a Bill Rivers, quien dijo tener problemas
con él porque no quería compartir con otros de su especie.
La Buckshire Corporation, un laboratorio de Pensilvania que
arrienda animales para pruebas científicas y cosméticas, compró a Oliver en
1989 y luego declaró que había sufrido maltratos previos, pero que ella nunca lo
usó en experimentos. Sin embargo, los siguientes nueve años estuvo preso en una
pequeña jaula, cuyo reducido tamaño le generó atrofia muscular. En 1996, la
presidenta de la Buckshire Corporation, Sharon Hursh, recibió una petición de
la organización Primarily Primates, tras la cual autorizó el retiro de Oliver a
una colonia de su corporación donde residían trece chimpancés.
En 1998, anciano, parcialmente ciego y con artritis, Oliver
fue trasladado a una espaciosa jaula al aire libre en las instalaciones de
Primarily Primates en Texas, donde fue encontrado sin vida en su hamaca.