lunes, 30 de junio de 2014

Blanca


Obligué a Blanca a quererme. Ella tenía algún sentimiento por mí, pero más tenía prevenciones, y también sentimientos en mi contra, pero con mañas y porfía inclaudicable la forcé a que se casara conmigo y me quisiera. Al final me ha dejado. Se fue con Aníbal, a quien siempre quiso más. Estaba enamorada de él en la época en que ella y yo nos conocimos.
Yo pensaba que si yo empujaba un poco, al final ella se iba a enamorar de mí; total, ¿de qué está hecho el amor? Yo pensaba que cuando ella se diera cuenta de que yo estaba loco de remate por ella, de que haría cualquier cosa por ella, de que jugaría todo por ella, entonces ella se iba a enamorar. Y un poco pasó, pero un poco nomás. Blanca siempre conservó el desamor que me tenía desde un principio. Un día lo sacó de la cajita donde lo tenía guardado y lo puso arriba de la mesa.
“Sabés que nunca te quise”, me dijo.

Y también me dijo que hay que dejar que la gente haga lo que sienta. “Vos te mereciste una mujer que de verdad estuviera enamorada de vos, que se apasionara con vos igual que vos te apasionaste conmigo. ¿Por qué me elegiste a mí? Por caprichoso”. Me dijo que la próxima vez, viera bien si la mujer que le gustaba estaba enamorada de mí, y que si no, la dejara seguir su camino.


domingo, 29 de junio de 2014

La sombra invertida, de Lucas Turturro

Traducir el chino al español es tan imposible y posible como traducir un sueño a las palabras, a una pintura o una película.

El sueño definitivamente tendrá un lugar en la realidad, pero invariablemente su materialización será un fracaso respecto de lo que el sueño es en su estado propio.

Es como querer pasar un pato de un lado a otro de una picadora de carne.

Y sin embargo, insisto, insisto, la masa sanguinolenta amorfa de carne, huesos, tripas y plumas está de este lado.


Qué raro es cuando alguien hace lo que uno siempre quiso hacer y sabe que nunca podrá.
Uno se siente completo de una extraña manera.

Lucas Turturro está preparando la instalación La sombra invertida, hecha de pantallas en las se proyectan sueños de películas.

Me deja pleno, como si fuera mi hijo. Puedo morir tranquilo.



Una Biblia con letras grandes




Nos pidieron libros de terror, de García Márquez, policiales, thrillers, de filosofía, el Martín Fierro, de suspenso, de autoayuda.
Son lectores comunes las personas que tienen que dormir en el Parador Nocturno Retiro porque están atravesando la situación vergonzosa de no tener un hogar.
Uno habló de El nombre de la rosa cuando encontró que ofrecíamos un libro de Eco, otro dijo “tenemos libros de política” mirando una colección de cuentos de Rodolfo Walsh, otro se puso a charlar de Salman Rushdie, otro de El Diario de Ana Frank, un hombre grande se emocionó y apretó contra su pecho una biografía de Ortega Peña.
Algunos pedidos fueron bastante especiales: que paguemos por leer, libros de Alexander Pushkin, libros en braille, un diccionario inglés-español, y este: “una Biblia con letras grandes”.
Cuando comentamos con los coordinadores del Parador Nocturno cómo había sido la jornada, observaron: “sí, ya sabemos quién es, siempre anda pidiendo una Biblia”.
Compartí con los amigos el relato de ese día. Incluyendo el asunto de la Biblia pedida.
Ayer fui a la clase de Ángeles Ascasubi sobre Literatura china y Ángeles me esperaba con un libro en una bolsa: una enorme Biblia, que era de su papá. La abrí y tenía una tarjeta transparente; era una lupa: “no tenía de letras grandes, creo que no debe existir una Biblia con letras grandes, así que va con una lupa”.

Ay, Ángeles. Espero poder referirte qué dirá el lector —para algunos, disparatado— que pide, en el momento en que fundamos una biblioteca, una Biblia.


viernes, 27 de junio de 2014

El comienzo de una biblioteca en un parador nocturno para gente sin hogar


Anoche pusimos por primera vez los libros sobre una mesa para que la gente que va al parador nocturno se enterara de que ronda el proyecto de una biblioteca. No tenemos aún el mueble (lo están fabricando Hansi y los chicos de la escuela donde él da el taller de carpintería), pero no nos pareció bien retener los libros hasta que tengamos donde guardarlos y así, ansiosos, un poco atolondrados, los llevamos en las valijas con rueditas que usamos para viajar,  por los fondos de la estación de ómnibus de Retiro, zona de urbanidad oscura, no la más amigable de la ciudad.

Distribuimos los libros sobre una mesa que está en una esquina del enorme comedor común en el que cenaban cerca de 180 personas. Al comedor dan la cocina, un patiecito para fumar, los baños donde la gente se baña, los consultorios donde atienden un psicólogo y dos trabajadoras sociales, la administración y el área para dormir, que también es única.
Llevamos los 59 libros que nos dieron los amigos para que compartiéramos. No nos los dieron porque les sobraban ni para establecer el esquema de la caridad de “para yo estar arriba y vos abajo, te doy”, sino que los compartiéramos, como entre dos personas se parte un pan en dos. Los otros días me dijeron que compañero viene de compartir el pan.
Anteanoche planificamos todo con Romina. Hicimos la lista de los libros. Hablamos de cada uno, se nos hicieron familiares. Días antes habían empezado a llegar, de la mano de Pablo, Lelia, Marcela, Victoria, Ángeles, Diego, Néstor, Carolina, Edith, Alicia… Anoche fuimos dos. Necesitamos ser más. Nos dimos cuenta tempranamente, porque antes de terminar de disponer los libros ya teníamos alrededor de la mesa un tumulto de lectores. Nuestros corazones nos galopaban adentro.
La mesa no es muy grande, pero había cientos de manos sobre ella revolviendo libros, y uno de nosotros explicándoles que se los podían llevar por quince días, y unos preguntando si teníamos “un thriller”, y otros si había algo de terror o de suspenso, otro si había alguno de García Márquez, y yo tratando de encontrar en una lista los libros que se llevaban para registrar quién debería este de Umberto Eco, el de Rodolfo Walsh, el Diario de Ana Frank, aquel de Salman Rushdie, y también querían saber si había libros de medicina, o uno que me rompa la cabeza, o una Biblia con las letras bien grandes. Alguien preguntó si le podíamos dar una ayuda, un incentivo por leer, otro explicó que está haciendo un trabajo para una materia porque está cursando Psicología y tiene que hacer una tesis. Las dos horas que estuvimos un inventor cordobés nos fue describiendo cada uno de sus inventos, en parte superpuesto al relato de un muchacho que en 15 minutos leyó El súcubo y corrió a contarnos que él mismo había vivido rodeado de mujeres en la que se encarnaba el demonio.



Mientras yo redactaba este informe un compañero escribió: “Pensábamos que al terminar la jornada tendríamos que guardar los libros que sobraran. Finalmente no tuvimos que guardar ninguno, porque se llevaron casi todos. Nos fuimos con las manos vacías. Un peruano que se llama Milton y esta noche duerme en el parador, se llevó dos tomos de un diccionario, y nos donó un libro de WIlliam Shakespeare, Nunca sé muy bien cómo se escribe ese apellido. Qué interés por la lectura, por Dios, estoy seguro de que si llevo a mi trabajo esos libros tan lindos que llevamos, poco y nada de interés recibirían. En el parador, Gente sucia, desprolija, con pocos dientes, hoy se llevó libros que van a leer donde sea que estén. Se los devoraron, y nos devoraron a nosotros, como porciones de pollo con cada saludo, con cada mirada, con cada pregunta. Hubo frases que me sonaron de tanto intercambio; "los libros valen oro" —o sea que hoy estábamos prestando oro, por 15 días, con el secreto reglamento de que en realidad es un regalo. Una escena conmovedora: un señor muy grande, y con poca esperanza me muestra el libro que se lleva, y yo en automático lo empiezo a fichar, y leo su título en voz alta, y digo «Alcanzar la Paz», y no pude seguir hablando más, porque sinceramente no pude seguir hablando, solo seguí escribiendo”.


 

Nos sobrepasaron, nos extasiaron. Y no podemos aún sacar conclusiones. Apenas podemos anotar momentos. Recuerdo a un compañero yendo a hablar con un ciego para preguntarle si volvería al Parador, y así procurarles libros en braille. Recuerdo a los trabajadores del lugar acercándose a chusmear los libros. Recuerdo que me vino a saludar Boquita, un amigo de muchos años, que ahora duerme acá.
El primer libro que prestamos fue Así habló Zarathustra. Cuando nos íbamos ya la gente entraba en el área de dormir. Allí apagan la luz apenas termina de entrar el último; uno había aprovechado el rato que estaban encendidas para leer en la cama. Fue lo último que vimos, y pensamos que quedaron muy pocos libros para prestar cuando volvamos el lunes a las 19.

  


Necesitamos más libros.
Vendría bien más gente que se prenda.





jueves, 26 de junio de 2014

El amigo


— Pero yo lo vi, lo vi, afanándose el libro, y es mi amigo, o pensé que era mi amigo...
— Es tu amigo lo mismo.
— Pero ¿cómo va a ser mi amigo, si me roba? Nada más tenía que decirme "che, te saco este libro", pero me lo robó, lo sacó de mi biblioteca y se lo metió en el bolso, y cuando le pregunté qué libro se llevaba, va y me pregunta qué libro. Eso es lo que me parte, ¿entendés? Que negara, que mintiera. ¿Cómo decís vos que es mi amigo, después de esto?
— Porque este fue un episodio, pero hay otros. La otra vez que estuviste enfermo iba cada día al hospital a estar con vos... Ustedes son amigos de hace mucho tiempo, ha habido muchas veces que él te demostró su amistad. Entre mil cosas, una sola cagada.
— Pero es que es así. Y no reconoce. Esa es la cagada, ¿entendés? Si pidiera disculpas, con dolor y todo, a mí se me arregla el asunto, pero así no puedo recuperar la confianza.
— Mira che, cada uno pide disculpas como puede. Vas a ver que de alguna manera se va a disculpar. Tenés que comprenderlo.
— ¡¿Encima tengo que comprenderlo?! ¿Qué tengo que comprender? ¿Y por qué?
— Tenés que comprender que hace falta ser demasiado fuerte para pedirte disculpas a vos. Vos causás mucho respeto. Y tenés que comprenderlo porque es tu amigo, y vos sos buen amigo.



De un poema del siglo VIII



cerca de la torre funeral,
reposan los unicornios de piedra.


Tu Fu

martes, 24 de junio de 2014

Léxico etario



Ya me he metido bastante adentro de mi década de los 50. Me siento en pelotas y con el agua hasta las verijas. Parado acá, en medio del agua fría, comprendo que ya hace mucho que no uso las palabras nunca, siempre, jamás. Sensatamente las he excluido de mi léxico.



Una noche por el Paraíso




Dormir con alguien calentito, mullidito, que sonríe dormido cuando lo abrazás a mitad de la noche. 

Cambio el Paraíso por este momento.



La mujer dormida en su cama de nubes desde el Ajusco

lunes, 23 de junio de 2014

Juntos los argentinoschinos en el quincho de Luciana, para el parto de Dang Dai Nº9



Alguien me explicó que tal vez un chino no será comedido en la calle, no saludará, seguramente no se acercará a alguien que parece estar en problemas, y ante eso los argentinos acusarán a los chinos de retraídos, antipáticos o poco amigables.
Sin embargo, un observador más fino podría comprender que esa actitud no es tan rara si se considera que el chino está en un país completamente extraño, donde las cosas no suceden como él espera que sucedan, sino de formas impredecibles para él.
¿Cómo ayudaría, por ejemplo, a una chica que está parada llorando en la vereda? Pongámonos un segundo en el lugar del chino. ¿Lo correcto es detenerse a su lado y hablar con ella? ¿Ella no lo tomará a mal, o no lo tomarán a mal las demás personas que andan por la vereda? ¿Y luego qué hacer? Si no hablo el castellano, ¿cómo le pregunto cualquier cosa? Y si me llega a hablar, ¿cómo responderle? Etcétera.
La persona que me dio esta explicación me dijo también que seguramente quien condene a un chino de grosero o mal educado por seguir de largo ante la chica que llora en la vereda, desconoce este aspecto de la vida de los chinos: la fuerza de lo comunitario es tan grande que en el instante en que integran a alguien en su grupo, lo cuidan, lo tratan como a un igual, le resuelven todos los problemas, se afanan en revisar cada aspecto de su vida entre todos como si fuera propio, usan lo que tiene la comunidad para su bienestar sin miramientos ni sentido del negocio.
La comunidad es absolutamente sólida para los chinos. Se puede romper, pero mientras dura es incondicional y existe para el bien de cada uno de sus miembros. Éstos, a su vez, obedecen sus decisiones y se comportan en bien de su funcionamiento.

Ese “alguien” que me dio las explicaciones fue Ana Kuo (en la foto: polera marrón, lentes, vaso rojo), a la sazón profesora, a la sazón tan china como argentina, de modo que comprende las incomprensiones como pocas personas en Argentina, porque, también a la sazón, tiene una inteligencia brillante.

Y me dio las explicaciones para la nota sobre los prejuicios cruzados entre chinos y argentinos, que está en el Nº9 de Dang Dai.





Ana vino a la reunión de presentación del Nº9 con sus hijas Constanza y Delfina, las dos niñas más parecidas a muñecas perfectas que vi en mi vida. También vino con una amiga (en la foto: a la derecha de Ana Kuo, pulóver negro de cuello en V) que llegó hace poco de Hong Kong, de donde mi padre llegó hace 60 años. La chica no sólo comprendió naturalmente mi apellido cuando lo pronuncié —cosa que no me sucede ni siquiera entre los chinos—, sino que me dijo que era también el apellido de su mamá.
Otra chinita que honró la fiesta fue Serena Heiying (en la foto: a la derecha, pelo corto, camisa bordó, vaso transparente), una luz de simpatía, que se cruzó todo el planeta para estudiar español y ahora cursa un posgrado en Psicología Educativa.

Como en la reunión anterior, estuvo Carola (en la foto: sobre uno de los vértices de la mesa, sonrisa amplia, pañuelo té con leche, vaso de metal), la hermana de Ana, quien vino con sus hijos Amanda y Enoch, quienes me han regalado un espectáculo divertidísimo en la casa de su abuelo Pablo Kuo: dos chicos argentinos con un carácter de temer hablando a los gritos con sus abuelos, unos en español, otros en chino, para que les bajaran de un armario una caja gigantesca de golosinas.
Carola y Ana son las creadoras y directoras de la ACCA, Asociación Cultural China Argentina, donde se dan clases de idioma chino y cursos de cultura china. Tienen a cargo la sección de caligrafía de Dang Dai.

Observé que un momento Constanza, Delfina, Amanda y Enoch entraban desde el parque donde jugaban a los juegos y con un iPad, a un lugar donde estaba la comida. Entraban en tropel, pero silencioso, llegaban hasta el lugar y corrían como gallinas de nuevo al parque. Me acerqué curioso y encontré una caja de galletitas de la suerte. Entendí que en una vez en el parque, la mayor del grupo, Amanda, 10 años, les leía los mensajes a los demás, reflexionarían todos sobre el asunto y luego se abalanzarían otra vez adentro del quincho a robar otra galletita.

Las galletitas de la suerte habían sido un aporte de Carolina Reymúndez (en la foto: margen izquierdo, polera negra, mirando hacia fuera del marco), cuyo relato de su viaje al Tibet estamos esperando con ansiedad. Carolina es una trashumante perenne. No vive si no viaja, y cada viaje de ella es una vida. Y viaja constantemente desde que era adolescente, de modo que aún siendo una sub35 ya debe acumular un centenar de vidas. Muchas están plasmadas en su libro El mejor oficio del mundo. Se me hace que para Carolina estar en estas reuniones tiene mucho de viaje.

Esta reunión en particular tiene más de viaje que las otras, como dijo el codirector Néstor Restivo (en la foto: bajo el televisor, cabello temporariamente en falta), porque la presencia china está emparejando la argentina, cosa que lleva las cosas a un estado más equilibrado que las primeras reuniones en que, llamándonos revista de intercambio cultural argentino-chino, había uno o dos chinos perdidos.

Un aporte chino decisivo a la revista y a la reunión fueron Susana Liu (en la foto: entre Ana Kuo y la chica de Hong Kong, pañuelo negro y blanco) y Pablo Zhong (en la foto: revista Dang Dai en el extremo del brazo estirado), famoso como Chino Zhong, quienes son los traductores y asesores lingüísticos de Dang Dai. También fueron un ingrediente central de la fiesta, porque nadie más inclinado a la alegría comunitaria que el Chino Zhong, que hizo brindar a todo el mundo a cada rato, nos hizo reír y nos causó más ganas de estar juntos. Susana haciendo esfuerzos para mesurarlo fue parte de una sucesión de escenas que nos dejaron con un fuerte amor por los dos.

La reunión fue nuevamente en el quincho de Luciana Denardi (en la foto: debajo de Néstor, pulóver a rayas multicolores), quien ya ha convertido el lugar en una sede de Dang Dai. Luciana tiene una fuerte vocación por la socialización china. Es el tema de su tesis doctoral, estamos haciendo juntos una investigación sobre los inmigrantes chinos en Argentina y es con quien escribí la nota sobre los prejuicios cruzados.

Tiene un interés infinito en los chinos desde la escritura Lelia Gándara (en la foto: rulos rubios, entre Carolina Reymúndez y Ana Kuo), la semióloga que mejor estudió los graffitis en Argentina (es la autora de Graffiti, libro que leen miles de estudiantes universitarios). En el Nº9 de Dang Dai escribió el mejor artículo de la edición, sobre los factores y mecanismos que intervienen en la creación de un sinograma, un ideograma chino. Lelia asombra todo el tiempo con la maciza y exquisita calidad de sus análisis, poderosos, profundos y fértiles.

Lelia está dando un maravilloso curso de Introducción a la Literatura China, junto con otras de las almas de la fiesta, Ángeles Ascasubi (en la foto: debajo de Lelia, saco rojo, vaso azul), única persona que pudo empatar con su ánimo al Chino Zhong. Ángeles es una autoridad mundial en el enseñanza de español a alumnos chinos, y como tal acaba de volver de México, donde representó a nuestro país en el Segundo Seminario Internacional "América Latina y el Caribe y China: condiciones y retos en el siglo XXI".

Una de las alumnas del curso estuvo en la fiesta, Giselle Huberman (en la foto: junto a la chica de Hong Kong, pulóver y bufanda negros, chaleco claro), también atrapada por la luz misteriosa que irradia la literatura china. Amiga exquisita, Giselle se acercó por una convocatoria a productores para el programa de radio De Acá a la China, y quedó instantáneamente integrada al proyecto. Diseñó un powerpoint maravilloso que andamos paseando con Néstor en busca de que Dang Dai crezca en los negocios de comunicación.

Silvia Abollo (en la foto: en un vértice de la mesa, saco oscuro, bufanda clara) es una de las profesoras que mejor conoce el idioma chino en Argentina. Todo de aquella lengua le resulta familiar. Uno diría que piensa y que sueña en chino. Que Silvia esté cerca de Dang Dai es el tipo de logros que nos hacen sentir que estamos haciendo las cosas bien.
En el Nº9 Silvia presentó a Feng Zikai, un dibujante que es medular en la conciencia china y que por estos lados nadie conoce.

Marcela Fernández Vidal (en la foto: junto a Serena, mostrando revista Dang Dai), también profesional de las Letras, acompañó en esta edición nada menos que a Xul Solar en el camino del pintor dentro del esoterismo chino. No sólo eso, también nos deleitó con el postre.

Los masters diseñadores estuvieron en la reunión: Diego Fieramosca (en la foto: bajo el televisor, arriba de Marcela) y Diego Pallanch (en la foto: bajo el televisor, arriba de Serena). Han conseguido crear con Dang Dai una de las revistas culturales más vistosas y mejor  diseñadas de Argentina. Son un punto alto de nuestro orgullo. Además, en este momento ya están trabajando en el rediseño del sistema de la revista, de modo que el Nº10 inaugure una nueva etapa en el diseño.

Los Diegos diseñadores, o los DiDí, como se los conoce en el ámbito de Dang Dai, pudieron lucirse con el ensayo fotográfico de Nicolás Levín (en la foto: en lo alto, pulóver rojo, cuello blanco). Las fotos impactan y revelan el gusto de Nico por esa cosmogonía fantástica y sin límites que es la estética china, tanto como su habilidad para tratar con los chinos de carne y hueso, quienes posaron con gusto para él.
Nico aportó la presencia de Gabriel (en la foto: al fondo, delante del cartel de anuncios, anteojos), un artista que había estado en la tapa de Barzón, la revista cuya coordinación editorial está a cargo de Victoria Schirinian (en la foto: a la mesa, junto a Ángeles, envuelta en verde). ¿Y quién es esa tal Victoria? Es la editora de fotografía de Dang Dai.
Pero no sólo. Victoria también es la persona que propuso: "¿y si en vez de un asado cocinamos?" "¿Para treinta personas?", pregunté un tanto asustado, a lo que respondió: "sí". Es una chica determinada. Y además es armenia, y los armenios adoran las fiestas comunitarias.
Estuvimos, así, entre los chinos y los armenios. ¡Mamita!

Y eso que faltó la otra armenia, Anush, que es nuestra corresponsal en el Museo Nacional de Arte Oriental.
Tampoco pudo estar el autor del otro ensayo fotográfico, Ronnie Keegan, un increíble trabajo conjunto con una china, él desde Buenos Aires, ella desde Beijing.
Y no pudo estar Leandro Teysseire, porque atendió a su Joaco de tres años y al otro Joaco que está dentro de la panza de Caro, su esposa. Leandro tuvo a cargo la producción de fotos de nada menos que Franco Macri, dueño de un tercio de Argentina, Marco Polo argentino en China, más importante que cualquier embajador y cualquier ministro; bueno a tremendo monstruo Leandro lo tuteó de entrada. Nos tapábamos los oídos cuando le daba órdenes al fotografiarlo, "girá un poco el cuerpo pero con los ojos mirame a mí, y cruzá los brazos, dale, así, bien..."

Pero sí estuvo el legendario Horacio Paone (en la foto: debajo de Horacio, a la derecha de Chino Zhong), síntesis de la historia de la fotografía argentina, acompañado de Patricia (en la foto: riendo entre los 2 barbudos) y su hija, quien se hizo cargo del legado familiar poniéndose al hombro la tarea de la foto colectiva.

Y estuvo Manu Yomal (en la foto: polera marrón, lentes, vaso rojo), quien mostró la dedicación que es capaz de ponerle a una producción: para la nota del Interior del Dragón fue varias veces al gimnasio de donde sale el dragón, luego fue a los ensayos en un parque y luego a la fiesta de Año Nuevo para registrar su danza en la multitud.

Varios de los argentinos que estuvieron en la reunión estuvieron en China, unos más tiempo otros menos, pero quien más se metió en el corazón helado del Imperio del Medio fue Alejandra Conconi (en la foto: a la mesa, blusa rosa). Una vez en la Embajada de China el mismísimo agregado cultural Han Mengtan me tocó el brazo y me dijo al oído: “esa señorita habla chino perfecto”. Se refería a Alejandra. En Dang Dai Nº9 la entrevistamos sobre el trabajo que está haciendo en empresas chinas o argentinas que comercian con China. Tiende puentes entre las idiosincrasias, genera entendimiento mutuo. Ardua tarea, que muy pocos pueden hacer y ella hace con excelencia, abriendo un camino que cada vez será más ancho.

Otra presencia de honor fue la de Roxana Huang (en la foto: a la mesa, bajo la revista Dang Dai), directora del Instituto Superior de Intérpretes de Idioma Chino, hermana menor de Ignacio Huang, amiga querida.

No podemos olvidar que el esfuerzo que todos hacemos para sostener a Dang Dai y hacerla crecer debe ser traducido al mundo material. Para eso están Alicia Canizza (en la foto: a la mesa, blusa blanca, pañuelo verde con pintas blancas) y Gustavo Pallini (en la foto: arriba de Carola Kuo, bigote y barba), a quienes aplaudimos con agradecimiento. Ellos forman nuestro equipo comercial que es el que hace entender a las empresas que no pueden faltar en el proyecto.

En nuestros brindis sonaron los nombres de otros que no pudieron estar: Camilo Sánchez, inspirador de Dang Dai, en un comienzo y aún hoy, que sostiene su lugar en la isla; el arquitecto Hernán Maldonado, quien escribió magníficamente sobre los espacios de Beijing; nuestro webmaster Gonzalo; Santiago Ortiz, nuestra alma en las redes sociales y el capitán de nuestro programa de radio De Acá a la China; Pablo Helman, uno de los profesionales más sólidos del periodismo gourmet que escribió la nota central sobre las perspectivas del vino argentino en China; Andrés Ruggeri, antropólogo enfocado en los trabajadores que analizó en Dang Dai Nº9 el escenario de conflicto y necesidad de encuentro entre los ámbitos laborales chino y argentino; Antonio Chang, quien también hizo su aporte en la nota de prejuicios cruzados; los maestros de kung fu Daniel Dottore y Germán Bermúdez; el crítico de cine Fabián Roberti, que presentó al realizador Johnny To; Federico von Baumbach, quien trazó un impecable perfil de Juan Gelman y su vinculación con China; Irina Ng y Gastón Pérez Ng, herederos, y finalmente nuestra musa que anda metida dentro de las artes visuales chinas Ana Belén Ruiz.

Fue una hermosa reunión. Me gustan muchísimo cuando un proyecto casi imposible, una misión casi disparatada, generan redes y al fin se arma una banda de gente.

Y creo de corazón que cuando la gente se junta, PASA ALGO.

Muchas gracias a todos.


Gustavo Ng (en la foto: bajo el matafuego, por las dudas)


* * * * * *

"No hagamos un asado. Mirá, hay muchas recetas para dips".











 





Serena quiera aprender a hacer asado.


Constanza ama las galletas de la suerte.



Enoch, Amanda y Constanza, con Luciana. The Next Generation.










Siempre hay más Maradona


Nunca es suficiente con Maradona, siempre hay nuevos extremos que se condensan en él.

El sábado fuimos a casa de Pablo a ver un partido de Argentina por el campeonato mundial. Se contaron cosas insólitas hasta lo pasmoso.

Que Maradona llegaba a su barrio de ricachones en el gigantesco camión que se había comprado, y que cuando alguno se quejaba respondía: "yo la guita la hice laburando, no como estos que son todos ladrones".

Que usa un Rolex en cada muñeca.

Que a su hija le dio un MiniCooper como regalo de cumpleaños —ella le dijo "papá, ¿cómo me regalás esto? No sabés que recién cumplo 12?"

Que de los aros colgantes que usa penden los dientes de leche de sus hijos.

Cuando parece que no se puede decir más de él, te vuelve a asombrar, y quedás asombrado por el asombro.






viernes, 20 de junio de 2014

Contacto visual


En el concierto en el Colón, estábamos en un palco alto. Entre los embates instigados por el espíritu de Chopin, el monstruo pianista Lang Lang mira a Victoria a los ojos.
Ella se queda pasmada, estupefacta, maravillada, espantada, luego turbada, finalmente enajenada y recién más tarde, quizás para siempre, fascinada.

Me ha dicho bastante en los últimos tiempos, Victoria, que estamos en momentos de la vida muy diferentes.

Cuando me dijo que Lang Lang la había mirado a los ojos recordé aquella vez, hace años, en que yo estaba buceando cerca de la Península de Valdés y apareció una ballena. Pensé que no se había dado cuenta de mi presencia, pero se acercó a mí y pasó a muy poca distancia, tan poca que toda el agua que me rodeada se conmovió, y lo suficiente para observarme con su ojo, mientras pasaba como un tren. Me miró a los ojos con su ojo, humano e indescifrable, y yo sentí lo que ahora me cuenta Victoria.












viernes, 13 de junio de 2014

Siempre Ella




Me desperté de noche. Silencio absoluto. 6.23 a.m. dice el celular.
Me llama el baño. Ir a mear es automático; lo que me llama es otra cosa.
El baño está iluminado desde la ventana por una luz artificial, como se iluminan los ambientes en un set de cine.
Miro la fuente de la luz y me asusto. Sé que no es un edificio, no puedo sospechar qué es ese foco gigante.
Es la luna, que en el filtro del vidrio de la ventana se agiganta increíblemente.
La luna siempre llama en la noche a algunas personas.




La misma luna en directo.


jueves, 12 de junio de 2014

Descubiertos por el Hada en el arroyo La Espera

Loreley comparte en una red social una foto en que estamos con mi hijo Fernando y Fede, el novio de Romina, nadando en un arroyo.


Mi Hada Ahijada ve desde el aire imágenes de cualquier época y cualquier lugar y nos recuerda qué hay dentro de nosotros, debajo del uniforme de oficinista que nos anula.






martes, 10 de junio de 2014

Presentaciones


Kurt Vonnegut cuenta que su tío Alex al fin, ya anciano, se decidió a concurrir a Alcohólicos Anónimos. Aceptó todo lo que allí se decía sin contradicciones y con disciplina, de modo que desde entonces se presentaba de esta manera:

Mi nombre es Alex Vonnegut, soy alcohólico.

Algo así hace, sin esas fantásticas palabras, mi amigo el Pato. Su actitud de fondo es inalterable y expresa esto:

Soy el Pato, crack que no llegó.









Calle Godoy Cruz, Palermo, principios de junio. 

Como en la montaña, en la urbe lo otoñal no quita lo colorido.


lunes, 9 de junio de 2014

Derrota en el ring


El boxeador Maravilla Martínez sabía que el físico no le iba a dar. No tenía forma de derrotar al portorriqueño, ni manera de evitar que le diera una paliza. Retroceder estaba fuera de toda posibilidad, máxime teniendo en cuenta la mística que cargaba ir hacia la última pelea de su vida.
¿Cuánto hacía que Maravilla sabía que iba a perder?
Tremendo profesional que es, no pudo enterarse la víspera. Por lo menos tuvo tres semanas de certeza. O sea, tres semanas caminando hacia el Monte del Calvario.
Esa fue su épica.
Muy mal terminada, por lo demás, porque lo único que le quedaba era entrar y darle trompadas a Cotto hasta que se le cayeran los brazos, hasta que Cotto le partiera la mandíbula con un gancho, hasta resbalar al piso exhausto. En cambio, fue el más puro paquete. Se dejó caer casi llorando.
Lo que dijo al final en la entrevista pública arriba del ring, fue tan correcto que lo hizo parecer un discípulo del dulce Palma.

En todo caso, por todo eso fue una auténtica derrota.






Salís a correr y te ponés a sacar fotos

Se sale a correr a la mañana y se ven escenas que no se ven más tarde. 
Un prócer de bronce arriba de su caballo contemplando el humo de las fábricas, Bati festejando su gol en el desierto de los humanos que marchan a trabajar, Diego levantando la copa del mundo a la iglesia de la Recoleta, Messi festejando con sus dos índices ante una multitud de fantasmas que la luz del día va disipando.






El Cielo del murguista

Hay quien tiene el Cielo en el Cielo.
Otros lo tienen en la Tierra.
Por ejemplo este letrista de murga:

Que el letrista no se olvide de jugarle a las tres cifras
para ver si se endereza y se puede dedicar
a escribir versos de murga frente a un plato de buseca
y brindar alguna copa en honor al carnaval.




sábado, 7 de junio de 2014

Estos últimos minutos


Hay quien se siente en los últimos minutos.
No volverá al país del que se está yendo, quiere respirarlo a fondo para llevarse su aire a la Eternidad.

No se detendrá ya ante un cuadro sin sentido, ni se quedará hasta el final de una obra de teatro viciosa.

No puede perder un minuto con alguien con quien no se enriquezca, alguien con quien no comparta una pasión.

Ya ha pasado al Cielo muchos anhelos que sabe que no cumplirá, pero se dispone a jugar el último tiempo, ya sean unos pocos minutos o 60 años, sin aliento, sin renunciar a nada, dando todo lo que tiene, sin perder el tiempo, montado en su puro deseo despellejado.



viernes, 6 de junio de 2014

Tribalismo


Está todo bien con tu tribu si saca lo mejor de vos, y eso te hace feliz, y los demás lo aprovechan.

Acá, en el 4ºB


Acá en el 4ºB atiende un psicólogo.

Obviamente, la pared es muy finita. Si estoy cerca de esa pared, escucho mejor lo que pasa en sus sesiones que lo que se habla en mi departamento.
Y bueno, no puedo dejar de escuchar algunas charlas —mucho menos cuando se ponen hot y estoy con el oído pegado a la pared.
Hace un rato había un tipo:

    Me frustra que Isabel no acepte jugar a nada.
    ¿Por qué creés que no acepta jugar?
    Porque goza castrándome. Y porque es histérica, me provoca entusiasmo y después me lo corta.
    ¿Nunca te dijo por qué?
    Me dijo que soy muy bruto, o muy grande.
    ¿Vos qué pensás de eso?
    Que es cierto.
    ¿Entonces? ¿Goza castrándote, es histérica o le parecés muy bruto o muy grande?

Teléfono. En mi departamento. Es Marchetti, que quiere cenar esta noche. “Sí, sí, sí”, le digo y le corto rápido. Ay, no puedo, bueno, después lo arreglo. Corro a la pared.

    …pero, bueno, ahora se me ocurre que tal vez yo soy de imponer las reglas del juego, y a lo mejor ella quiere jugar… Quiero decir, yo quiero que juegue mi juego, y ella también es de hacer su juego. Competimos. Pero bueno, quizás no esté bien decir que no acepta jugar, sino que el tema es que no es jugar si sólo son mis reglas. Quizás para jugar hay que tener reglas de los dos…

Sigue hablando, pero yo me voy. No sé si me gusta lo que estoy escuchando.




 


Crónica de una clase de Introducción a la Literatura China


Lelia comentó que a lo largo de la historia de China los intelectuales mantuvieron una relación particular con el poder. Mencionó a cierto sinólogo quien, para definir a un funcionario imperial, echó mano al término “letrado”. Notable pirueta traductora, notable Lelia Gándara, que encuentra siempre la aguja que da sentido al pajar.
Jean Claude Pastor, explicó Lelia, dice que con la desacralización de la escritura, los que en la antigüedad se habían encargado del arte adivinatorio se transformaron en funcionarios letrados. Esta figura del «letrado» tiene que ver también con la instauración de los exámenes imperiales, que tuvieron vigencia en China durante muchos siglos. Quienes aspiraban a ser funcionarios debían rendir un examen muy exigente. Además de su probidad moral, los candidatos debían mostrar su dominio de los cinco textos clásicos: los Documentos Históricos, el Yi Jing, los Clásicos de la Poesía, los Clásicos de los Ritos y los Anales de Primavera y Otoño, que se suelen atribuir a Confucio, aunque no hay evidencia de que él los haya escrito o recopilado."
A partir de la filosofía confuciana, se consideraba que el gobernante tenía que ser un erudito. El aspirante a funcionario del Imperio también debía ser capaz de recitar y escribir poemas y debía demostrar su calidad como calígrafo —la estética es inherente a la escritura china-, como músico o pintor.
El Imperio, así, estaba gobernado por funcionarios que al mismo tiempo eran eruditos poetas y artistas. “El sinólogo Étienne Balazs  los llamó la burocracia celeste”.
En un momento de la clase se mencionó que, en su origen, la escritura china estuvo relacionada con la adivinación. Se habló también del origen mítico de los caracteres chinos y de la figura legendaria de Cang Jie, a quien el Emperador Amarillo habría encargado la invención de un sistema de escritura. Durante sus largas cavilaciones para cumplir la orden, Cang Jie —que tenía cuatro ojos— un día encontró en una playa unas huellas que le llamaron la atención. Le preguntó a un pescador qué animal las había dejado y éste le dijo sin dudar que eran de un pájaro mitológico, el pixiu. Cang Jie comprendió que así como aquellas marcas permitían identificar sencillamente al animal que las había producido, se podía pensar en un sistema de signos que reprodujera las características de las cosas del mundo, y así concibió un lenguaje hecho de signos cuya interpretación permitiera identificar aquello a lo que remitían por similitud.
Ese desciframiento contendría un poder enorme, el de conocer la realidad, y por tanto, dominarla.
Luego, se perpetuaría el conocimiento de los caracteres, una potestad sobre su belleza y el trabajo del pensamiento y el arte sobre ellos, desde los grandes sabios como Confucio, Mencio, Laozi y Zhuangzi hasta los letrados funcionarios. Era necesario ese dominio de la escritura para gobernar.
Con erudición, belleza y también con magia se erigió una civilización basada en un imperio de cinco mil años.
Cinco mil años en los que el mundo fue representado mediante los mismos signos.
“Quienes rendían un examen en una dinastía en el siglo XVI d.C., dijo Rubén Pose, el compañero de Lelia al frente del curso, conocían como propios los textos que Confucio había elaborado 2.000 años antes, escritos con los mismos sinogramas con que eran leídos —y con que son leídos aún hoy”. Agregó que “no era una prueba fácil. Se preparaban una vida entera rendirla. Algunos la daban cuando se aproximaban a los 50 años”, en una época en que pocos vivían más allá de los 50 años.
Lelia hizo ver que a partir de aquella tradición, no es extraño que los autores más destacados de la literatura china hayan sido también funcionarios del Imperio. “Inclusive muchos de quienes desaprobaban el examen imperial también se convertían luego en grandes literatos—que a veces producían una literatura resentida y cuestionadora. Cuando los eruditos-funcionarios entraban en conflicto con el poder —por ejemplo al cambiar un emperador por otro— solían plantearse dos posibilidades: o bien se retiraban a una vida de eremitas, a veces adoptando la filosofía zen (chan, en chino), y se dedicaban, naturalmente, a escribir; o bien —quienes no eran expulsados pero sí relegados a cargos menos importantes — adoptaban una actitud crítica frente a la sociedad y a los gobernantes, pero como la crítica directa les costaría la vida, realizaban una crítica que era oblicua, indirecta, mediante la literatura. Esta última es una de las claves de lectura posibles, por ejemplo, de El sueño en el Pabellón Rojo, que según algunas interpretaciones retrata la decadencia de la dinastía Qing”.

Lelia Gándara, Rubén Pose y Florencia Sartori, los tres profesionales de las Letras, ofrecen este curso abierto en el IES Nº 2 Mariano Acosta (Urquiza 277). Están entre las personas que más saben de literatura china en Argentina.
Hablaron sobre los mandarines eruditos artitas en la primera clase del Curso Introducción a la Literatura China, el sábado 31 de mayo a la mañana, ante una concurrencia inusitadamente suculenta para un evento académico relacionado con la cultura china.
Entre los asistentes, de toda heterogeneidad, uno recordó que al ser agasajado por la colectividad china en Argentina, un alto funcionario de la República Popular China fue invitado a pintar su caligrafía en un mensaje; otra mencionó al inspector Chen de las novelas de Qiu Xiaolong, un policía —y por tanto un funcionario gubernamental— que es aficionado a la poesía e incluso poeta (“esa figura del policía-erudito de las letras que, por las razones que explicamos, no parece tan rara en China, en nuestro país resulta extremadamente infrecuente”, observó Lelia); uno más trazó el paralelo entre la leyenda de Cang Jie y una propuesta del historiador italiano Carlo Ginzburg, quien especuló con que el seguimiento de las marcas que dejaba la presa perseguida enseñó a los hombres, cazadores, el camino de la escritura.

El curso seguirá durante otros nueve sábados hasta el 15 de noviembre, asumiendo los tres desafíos planteados por los docentes: la escasez de antecedentes en Argentina de enseñanza de la Literatura China, la pobre cantidad de obras traducidas —y entre ellas, la paupérrima disponibilidad en el mercado— y la necesidad de acotar una literatura cuyos inicios pueden remontarse a antes del siglo X a.C. y que ha mantenido una continuidad desde entonces.
Anunciaron que durante el curso se revisará la literatura de las Dinastías Tang (618-903 d.C.), de la Época Moderna, abarcando las dinastías Yuan (1279-1368), Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), durante las cuales se escribieron las cuatro novelas clásicas (Los tres reinos, A orillas del agua, Viaje al Oeste, El sueño del Pabellón Rojo), y finalmente la literatura del siglo XX, incluyendo el movimiento de protesta del 4 de mayo de 1919, que planteó abandonar el lenguaje literario clásico para acercar a la lengua escrita la hablada, el papel de Lu Xun ("Diario de un loco"), la literatura de la época maoísta y los autores contemporáneos (Lin Yutang, Chang Jung, Dai Sijie y Mo Yan, entre otros).




Al salir de la clase vi inmediatamente un local comercial que tenía en su cartel, inexplicablemente, los dos perros que custodian la entrada de las casas en China. Una cuadra más adelante equipos de televisión competían por reportar la noticia de un tiroteo frente a un supermercado chino. Se especulaba que había sido ocasionado por la mafia china. Y ahora que estoy escribiendo esta crónica enamorada de la clase, frente a este bar (Bar de Cao, en el barrio porteño de San Cristóbal) veo una “Casa de Belleza” con un mural en el frente de un paisaje dominado por una pagoda.





Tijerita


Ahí viene Marchetti, el profesor de Geografía, con la tijerita cortapito de su mamá que él nunca suelta.


jueves, 5 de junio de 2014

Mis abuelos




Mi abuelo trabajaba en el campo. Estaba muy enamorado de mi abuela; muchas veces interrumpía lo que estaba haciendo para llegar hasta la casa y tomar unos mates (charlar) con ella.
Dice mi mamá que al final mi abuela lo echaba, riéndose porque él no se podía ir.
Tan enamorados estaban.
“Siempre tuve la impresión de que a los hijos nos tenían un poco de bronca, porque le molestábamos su idilio”.
Pero tuvieron muchos hijos. Es que de noche se abrazaban tanto, tan fuerte, que ella quedaba embarazada. Tuvieron quince hijos: Bicha, Milo, Benigno, Horacio, Tita, Tito, Irma, una nenita que murió al nacer, Edgardo, Betty, Coco, Chela, Celia, Ricardo y Luisito.

Sumados los tiempos de los embarazos fueron más de 13 años. Casi siempre que mi abuelo abrazaba a mi abuela, que era muy hermosa, ella tenía una panza con un bebé adentro. Él se dormía con su mano grande, áspera y bruta como un pedazo de tronco, apoyada con la delicadeza que podía sobre la panza de mi abuela.







miércoles, 4 de junio de 2014

Salió el número 9 de Dang Dai, gan bei!



Para la historia quedaron el pacto de Roca con los ingleses, el virreinato de España, la frase “relaciones carnales” que coronó medio siglo de dependencia de los Estados Unidos, el Mercosur y luego el rutilante momento en que se erigieron Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Venezuela, y quedará para la historia la relación con China.

Esta nueva relación, que esperamos sea más equitativa que otras, se fundó en un año que tiene nombre y apellido: Dos Mil Cuatro.

Para construir el cimiento de la relación entre estos, los países más alejados entre sí del planeta, ese año viajó a China el presidente Néstor Kirchner y viajó a la Argentina el presidente Hu Jintao.

Una década después llega a la Argentina otro presidente chino, Xi Jinping. Ese hombre tiene en sus manos mucho más que la vida de 1.300 millones de personas: en su decisión está el equilibrio mundial. En Buenos Aires podrá hojear la revista dedicada al intercambio cultural con su país, Dang Dai.

Si mira el último ejemplar, tendrá el número 9, que acaba de salir, con un paisaje en la tapa en el que se funden Mendoza y Liaoming, de viñedos con unas montañas al fondo, y sobre las montañas, la Gran Muralla.

El magnífico cuadro, pintado en vino, es de la artista mendocina Mema Hanon.

Fue aplicado en la tapa por los diseñadores de lujo de Dang Dai, Diego Fieramosca y Diego Pallanch.

El paisaje es de viñedos porque el tema de este número 9 es la exportación de vinos finos argentinos a China. Tema inmejorablemente tratado por Pablo Helman, con columna de Karina Fiezzoni.

En otras notas de cultura empresarial Alejandra Conconi cuenta cómo labra el entendimiento entre argentinos y chinos dentro de las empresas y Andrés Ruggeri adelanta algunos aspectos del encuentro entre legislaciones y tradiciones laborales cuando las empresas chinas se instalan y emplean argentinos.

Más de entendimiento: Luciana DenardiAna KuoAntonio Chang y Gustavo Ng encaran frontalmente los obstáculos a la convivencia que ocasionan los prejuicios contra los chinos —y también de los chinos contra los argentinos.

Si Kirchner sentó las bases de la relación con China, hubo un adelantado que labró el camino en el plano empresarial: Franco Macri. Para este número de Dang Dai el industrial recibió a los editores en su casa, donde charlaron y donde Leandro Teysseire planteó una producción de fotos que también quedará para la historia.

El caso del gigante Cofco, que compró las semilleras que dominan el mercado argentino, es analizado porNéstor Restivo.

La semióloga Lelia Gándara escribe uno de los mejores artículos de toda la colección de Dang Dai, dedicado a explicar con generosidad y rigor, cómo se crean los sinogramas.

Ya metida dentro de la escritura china, la Asociación Cultural China Argentina presenta caligrafía de sello Zhuanzu, hecha especialmente por Ana Qing.

Y desde la sabiduría de esos caracteres que han permanecido los mismos por cinco mil años, los títulos y bajadas son obra de los dos chinos intelectuales que viven en Argentina: Susana Liu y Pablo Zhong.

En imágenes, el fotógrafo Nicolás Levín, sinófilo experto, ensaya con dedicación desmesurada chinos argentinos con atuendos y situaciones altamente sugestivas.
En otra galería están las oníricas fotos de Ronnie Keegan, surgidas de noches de trabajo entre Buenos Aires y Shanghai.

Manuel Yomal retrata la vida interior del dragón y el perro que se agitan y lideran, guiados por Germán Bermúdez, las grandes fiestas callejeras de China en Buenos Aires. La actividad está ligada al kung fu, tema que lleva otra nota: Daniel Dottore cuenta su peregrinación a Hong Kong, adonde fue a aprender de manos de su maestro.

De Hong Kong es también Johnnie To, cineasta genial, presentado y analizado por Fabián Roberti.

Y a Hong Kong están dedicadas las páginas de cultura turística, en una nota de Mariana Lafont.

Silvia Abollo, una de las profesoras que más sabe de cultura y literatura china en Argentina, rescata los dibujos y la propuesta del dibujante Feng Zikai.

Marcela Fernández descubre dentro de la explosiva vida interior del pintor Xul Solar las profundas huellas del I Ching y otros enigmas del mundo chino.

La educación tiene espacio amplio. Por un lado se retrata la escuela Sin Heng, primer centro de enseñanza de idioma chino en Buenos Aires y colegio para los chicos de Taiwan, ahora con una carrera terciaria coordinada porRoxana Huang. Por otro, el primer colegio bilingüe castellano-chino, en la Ciudad de Buenos Aires.

El arquitecto Hernán Maldonado, genéticamente marcopoliano, presenta su excepcional, experta y mística mirada de los espacios de Beijing.

Pietro Sorba, cheff encumbrado, traza una historia de los restaurantes chinos en la capital de Argentina.

El Museo Nacional de Arte Oriental, en texto de Annush Katchadjian, presenta una de sus joyas: los botones de los gorros de los mandarines.

Lina Ji, la voz china de Argentina en RAE, Radiodifusión Argentina al Exterior, habla también en las páginas de Dang Dai.

Una revista que busca contenido sólido, que empate la eminente calidad visual trazada por los fotógrafos mencionados, además del maestro Horacio Paone, con edición de Victoria Schirinian.

La literatura argentina tiene un lugar con una semblanza de Juan Gelman, quien tuvo (también eso), una larga historia con China. Formidable nota de Federico Von Baumbach.

Finalmente, la década de la que hablamos al principio, primera década, años fundacionales, que será rubricados en julio cuando pise Argentina el presidente Xi, es analizada por los especialistas en relaciones internacionalesEduardo Oviedo y Jorge Castro.

Podría arriesgarse que estamos, desde que arranca el milenio, materializando nada más ni nada menos que una propuesta o vaticinio de otro patriarca de la historia política argentina, Juan Domingo Perón: la Tercera Posición.


Pero eso será tema de otra edición de Dang Dai. Por ahora, invitamos a disfrutar de este número.


De las genialidades que arranca el mate


Genialidad de Roly Villani: "Es irritante que mis compañeros de laburo tomen mi mate sin mirarlo, como si sólo fuera rico y no fuera, además, bello."

fugaz


Miércoles a la tarde fui a la presentación de la temporada invernal de Puerto Madryn, convocado por mi amiga Connie Coll. Me habría quedado semanas con ella.
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Jueves a la noche estuve en la presentación de la velada de I Ching de mis amigos Nico Levín y Marina Quesada. Nos echaron. Nos habríamos quedado esa noche un tiempo ichinguiano.
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Viernes, encuentro con los compañeros de Radiodifusión Argentina al Exterior de la época antediluviana, Alba, Tere, Pancho y Susana. Si nos hubieran invitado a volver a RAE en el momento de la foto, habríamos vuelto. 
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Sábado a la mañana, en el consultorio que se está haciendo Pablo, mi hermano menor. El consultorio, una pequeña clínica en realidad, es como un nuevo día que está naciendo. Quisiera que todas las horas fueran las de día que comienza.
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Sábado de noche en una terraza de Palermo, en el cumpleaños de Juan en su hostel, observando cómo el sol sale para Shakira a cualquier hora. Mientras el mundo se desvanece, habríamos bailado y bailado en la noche de los tiempos.
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Es un hostel, ya lo dije. Juegan al ping pong. La eterna juventud. Nunca me fui, realmente. Nunca maduré. Viviría en un hostel. Sería siempre de noche, y en el sueño siempre estarían dando vueltas, apareciendo y desapareciendo Victoria, Teodelina, Julita, el chico de la capucha, el norteamericano.
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Domingo al mediodía en el Bar de Cao. Esperando a Victoria. Esta foto podría haber sido tomada en 1971. O en 1944. O en 2028.
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Tarde del domingo cumple gay de Cami Parra. ¿Quién podrá deshacer jamás la tarde en que Manu se pasó haciendo la torta, la noche en que sólo éramos nosotros tres festejando el cumpleaños 19 de Camilo, y le cantamos el cumpleaños feliz, y charlamos de todo lo que él va a hacer en Buenos Aires, la ciudad a la que acaba de llegar a vivir?
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Lunes a la mañana la Plaza Mitre me encuentra corriendo. Es la Plaza Mitre de cuando yo tenía 4 años.
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Lunes al mediodía, foro sobre las relaciones con China en el Palacio San Martín. Escuchen el nombre del salón: Comedor Chico. Hace un millón de vidas que soy periodista.
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Lunes a la tarde, entrevista al paisano Gu Jian Long. Los chinos eran antes que yo, son hoy, y se vienen como un futuro descomunal.
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Y así va la vida. Siempre las mismas cosas.
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Así va la vida. Fugaz.


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