En esta
nota Ezequiel de Freijo demuestra que “en el largo plazo el crecimiento de
la economía argentina está notablemente ligada al crecimiento de la producción
agrícola”.
Podría estar a favor de que nos dejemos de pensar en
un sino histórico de industrializarnos y, mirando el futuro, nos dediquemos
sólo a la agricultura.
Ustedes han escuchado mil veces frases como esta (esta
es de Young Kong, presidente del Grupo Bloque Asia): “Estamos viviendo la
decadencia de Occidente y el resurgimiento de Asia. América y Europa en su
totalidad son 1.500 millones de población, pero en China hay 1.800 millones y
otros 1.300 millones en India. Van a necesitar cada vez más alimentos, y ¿de dónde los van a sacar?
De Brasil y de Argentina”.
El sino histórico de la industrialización era un
vector contra la dependencia imperialista dentro de otro orden mundial.
Vamos entrando en uno nuevo, y entonces renace el
antiimperialismo, ahora en resguardo de China, porque el orden será otro, pero la función de Argentina sería
calcada a la anterior.
Bien. Esta disyuntiva Argentina-granero del Imperio vs. Argentina-autosuficiente es una disyuntiva excluyente que tiene como presupuesto el mandato moderno del desarrollo.
Desde que fue eliminado de la Marcha Peronista el verso "combatiendo al capital", las dos alternativas son modelos que tienen como
premisa el desarrollo.
Llegar lo más lejos posible lo antes posible.
No quisiera descartar que uno de los factores por los cuales ni un modelo ni el otro nos llevó a ser Australia, Nueva Zelanda o Sudáfrica ha sido, más que nuestras limitaciones, una decisión de no desarrollarnos como el mundo manda.
“Éramos uno de los países más ricos del mundo, mirá
dónde estamos ahora”, dice la consciencia nostálgica de derecha.
Esa consciencia explica la falta de desarrollo por la
negativa. “No supimos, no pudimos, nos enredamos, nuestros políticos son
corruptos”.
Pero nada dice que no hayamos tenido, en cambio, una actitud positiva.
A partir de la sospecha de que el desarrollo capitalista trae mayor desigualdad y mayor dependencia, trancarnos y resistir, poner distancia.
Una actitud positiva, basada en razonamientos como “nos dicen que nos deslomemos trabajando, que así
vamos a mejorar, pero nos deslomamos y cada vez cobramos menos, mientras ellos
se llevan el producto de nuestro trabajo”.
Esta actitud es la que le hacía hervir la sangre de
odio a Sarmiento y al enano fascista del que todos estamos embarazados, que sintoniza
bien ese político Olmedo al aborrecer a los pobres concibiéndolos como
haraganes: “¡agarrá la pala!”.
Estoy hablando de una actitud positiva de querer
vivir todos tranquilos y bien.
Y listo.
Sin estar dispuestos a sacrificar esa tranquilidad y
bienestar en pos de un desarrollo del que desconfiamos, en principio porque viene
de afuera, no es deseo nuestro, y luego porque la experiencia nos dice que,
adonde se produce, el desarrollo es aprovechado por otros.
Acaso es esa actitud positiva la que se ha impuesto
en las pujas interiores de Argentina en pos y en contra del desarrollo, la que
explica que no nos hayamos convertido en una potencia agrícola ni en una
potencia industrial.
Es lógico que el tema vuelva a desparramarse sobre la mesa en este momento en que el nuevo mundo que tendrá a China como potencia organizadora, vuelve a prever que seamos granero (el Granero de la Franja y la Ruta), pero sobre todo, sigue dentro del paradigma del Desarrollo.
China está diciendo que Argentina debe desarrollarse.
Debe.
No hay otro camino.
Comento esto hoy, que es el Día del Mate.
Fecha establecida no por entusiastas materos
silvestres, sino por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina,
mediante la Ley 27.117, sancionada el 17 de diciembre de 2014, promulgada de hecho
el 20 de enero de 2015, y publicada en el Boletín Oficial de la República
Argentina, el 28 de enero de 2015.
De acuerdo al Instituto Nacional de la Yerba Mate, cada
año los argentinos beben cerca de 100 litros de mate por persona, y la yerba está
presente en el 90% de los hogares argentinos.
Ayer, hoy y mañana se está celebrando en La Rural la
feria Matear 2019.
Es de notar que la costumbre del mate es
indolentemente anticapitalista: con un puñado de unas hojas trituradas de una
planta silvestre y un poco de agua de la canilla calentada con un mínimo de
combustible, se conforma el hambre de varias personas.
¿Cómo puede una economía desarrollarse si su gente
toma mate?