Cuando vivía en Rio tuve una novia negra. Yo vivía en un
departamento que me alquilaba el diario japonés para el que trabajaba, The
Yomiuri Shimbun, y ella estaba en la cuadrilla de limpieza del condominio. Era
perfecta. Ese año había sido elegida Rainha do Bumbum. Nos llevábamos muy bien.
Charlábamos y jugábamos hasta que nos pusimos de novios. Entonces ella me
llevaba a su barrio, en la zona norte de la ciudad, al lado de Duque de Caxias.
Me llevaba a la casa de sus amigos, al club donde se hacían los ensayos de
carnaval y a un terreiro donde se celebraban ceremonias umbanda. Pero nunca me
llevó a la casa de su familia. Cuando le pregunté si estaba evitando llevarme
con su familia me dijo que no me aceptarían. "En mis venas sólo corre
sangre negra. No hay ni una gota de otra sangre". Por justiciero social
que lo sacaron crudo del horno y no entendió nada, amé ese racismo. Se me hizo
un racismo positivo, vengativo, y hasta amé sufrirlo. Hoy pienso en aquel
episodio para entender que todos los argentinos tenemos aunque sea unas gotas
de sangre gorila. Sangre que hace odiar a los negros y quienes están con ellos,
desde Eva hasta Garbois, que hace rendirse ante la superioridad de la cultura,
de hablar muchos idiomas, de amar a Europa, de ser superior por viajar y por
consumir —o sea, tener el poder de comprar, y por eso ser un privilegiado,
estar más arriba que los demás. Mientras quienes pensamos que eso no está
bueno, no renunciemos a eso, vamos a tener los gobiernos que nos merecemos.
Conviene beber un poco de este limpiasangre:
Resista. Exista. Encuentre entre sus afectos la ciudad
habitable. Organice la solidaridad. Cuide a los suyos, teja redes. Comparta el
plato de comida cuando falte. Abrace y contenga. Déjese abrazar y pídalo cuando
haga falta.
Lo quieren quebrado. Lo quieren asumiendo el imposible. Lo
quieren muerto por dentro y esclavo. Grite cuando haga falta, mascullar hace
mal al alma y a los dientes.
Renuncie a la resignación. Anuncie la exasperación. Contagie.
Camine dos cuadras más pero elija siempre a los propios, cada
cual merece el jugo de los trapos que no lava. Esto es parte de la justicia.
No practique la empatía con los hijos de puta, puede
convertirse en uno de ellos.
A la estética, ética.
Esquive la anestesia.
Diviértase, pero no se entretenga.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
Exista en la identidad.
Resista la autoridad.
Encuentre entre sus afectos la ciudad habitable.