Somos unas criaturas microscópicas, pero con nuestras vidas le
damos sentido a la nube de estrellas que nos envuelve hasta el infinito.
Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
domingo, 29 de diciembre de 2019
rock
Mi cuerpo y mi corazón ansían la fractura, el estallido, el
resquebrajamiento del cimiento de la realidad que se hace más grueso a cada
minuto, para que entre la vida.
El único descanso del trastornado es el pensamiento y el rocanrol.
Coqui
Me desperté a las seis de la mañana. Me volví a dormir y estuve
como tres horas soñando con Fernanda.
Fernanda vive en Pau, Francia.
Cuando me levanté entendí que ella me pedía que fuera a visitar a su
mamá al Hogar.
Estuve nada más que un rato, pero siempre me hace muy bien hablar
con Coqui.
Somos amigos con Fernanda desde hace muchos años, de la época en
que estudiamos juntos en la Universidad. Teníamos una barra y muchas veces
estudiábamos en su casa. Su mamá charlaba con todos y era muy tolerante.
Coqui es la única persona que entiende lo que digo en toda su
dimensión sin que tenga yo que explicar nada de lo que digo.
Sólo tengo que hablar un poco más lento. Nada más.
Ella me pregunta “¿cuántos hijos tenés?”, o “¿tu mamá vive o
murió?”, o “¿vos quién sos?” o “¿comiste?” y yo puedo decir todo lo que no
puedo contarle a nadie.
Hablando con ella me doy cuenta de que en un sentido, en mi vida
estoy completamente solo.
jueves, 26 de diciembre de 2019
La sonrisa
El joven matrimonio de Horacio Morteo Schaft y Mirtha Posse de
Morteo Schaft volvían del cine Monumental caminando a su departamento en la
calle Parera. Comentaban vivamente la actuación de Gregory Peck en La luz es
para todos y al llegar ella se asombró al ver encendidas las luces de todas las
ventanas que daban a la calle.
Cuando la criada que estaba cuidando su bebé les abrió la puerta,
Horacio quedó un poco atónito por su sonrisa desmedida, con aquellos dientes
tan blancos y enormes, que salían de unas encías brillantes. Lo sacó de su
estado el grito de su esposa y recién entonces observó que la joven llevaba puesto
el vestido de novia de Mirtha con un pequeño prendedor dorado con la cara de
Eva Perón.
Sin hacer caso de la furia de su ama, con su cuerpo algo rechoncho
los guió hacia el comedor, siempre con la sonrisa parecida a la de un payaso.
Ellos la siguieron mecánicamente, vieron la mesa servida con primorosas
flores blancas y velas y en el centro la fuente que se usaba en la noche de Navidad
para el lechón entero, con su gran tapa.
Con un movimiento teatral, la muchacha levantó graciosamente la
tapa con sus manos morochas, y lentamente el espanto ahogó al joven matrimonio:
dorado, desnudo, cubierto de almíbar, estaba su hijito cocinado.
Mirtha daba alaridos sin parar mientras se clavaba las uñas en la
cara, Horacio buscó una pistola y la descargó en el vientre de la maldita negra
y se fue corriendo para no aparecer nunca más.
martes, 24 de diciembre de 2019
Refutación de 7 mitos navideños
1. La estrella de Belén que
siguieron los Tres Reyes Magos era el cometa Halley.
Refutación:
cualquiera. El último cometa que se había visto había pasado 56 años antes y el
siguiente pasaría 242 años después. Y ninguno de los dos era el cometa Halley
2. Quejarse porque comemos “turrón
y todo eso que es hipercalórico, que está bien para los del Hemisferio Norte
porque allá es invierno, pero acá tenemos 30 grados de calor en la Navidad”
Refutación:
argumento que se complace en ser científico, sobre todo por el tema de la dieta
calórica y por saber que cuando en el Hemisferio Norte es invierno, en el Sur
es verano. Además de que la Ciencia va en franca decadencia general, veamos: ¿todo
el resto de lo que comemos es bajo en poder calórico? ¿En invierno todo lo que
comemos es de alto valor calórico? Este argumento sólo es válido por su
antiimperialismo. “Nos enchufan las cosas del Norte y nosotros nos las comemos
felices para ser como ellos”. Lo cual es absolutamente cierto, pero no aplica
al turrón.
3. Los Reyes Magos eran tres
sabios o tres astrólogos
Refutación: ¿Fuente?????
4. Uno de los Tres Reyes
Magos era Negro
Refutación: ??????????? Cupo
por democracia racial????
5. Papá Noel no existe, son
los padres.
Refutación:
¿los padres existen? ¿Qué les da entidad? Nadie con un gramo de consciencia
ignora que el yo es ilusorio y que la construcción "padre",
"madre" es una construcción social tan inestable y forzada como hijo,
persona, jefe o trabajador. Juancito fue adoptado por dos mujeres, ¿quiénes son
sus padres? Alberto tiene dos hijos que son los hijos de su ex pareja, una hija
con ella y otra con otra mujer. Sus cuatro hijos tienen otro padre. Pepa fue la
madre del hijo de Ariel durante dos años, luego tuvo un hijo con él, luego se
separaron, ella se juntó con Damián y él es papá del hijo de Pepa y ella es
mamá de las tres hijas de Damián, una de las cuales es mayor que ella. ¿Quiénes
son los padres? ¿Estas "familias" no cuentan porque son “disfuncionales”?
¿Cuál es el porcentaje de las “funcionales”, que presentan un “papá” y una “mamá”
prístinos?
6. Papá Noel es rojo y blanco
porque se lo apropió Coca Cola en una publicidad de la década de 1930
Refutación:
Nada que ver. Ya existía rojo y blanco desde hacía siglos. Este es un típico
argumento que confunde los imperialismos, en este caso el católico y el yanqui.
7. Decir que cualquier cosa es
mentira con la frase “X son los Padres”
Refutación:
se deriva de lo anterior. Autoconmisceración infantil, del tipo “fui engañado
por los adultos”. Se entiende que un chico de siete años se lamente, pero no
alguien de 46.
lunes, 23 de diciembre de 2019
Navidad 2019
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo aguantan como aguantan los diarios. Empiezan a tener un tufillo a supervivencias. Claro que hay supervivencias para siempre, como el traje y la corbata, el racismo o la propiedad privada.
Las fiestas de fin de año sobreviven en retirada, porque está en retirada la familia, la producción de hijos y de parejas.
Estas fiestas podrían simplemente desaparecer, y posiblemente esto le esté sucediendo a muchas personas. Pero parece haber entrado en su médula la tragedia, de modo tal que para mucha gente son una trampa que consiste en que es un oprobio festejarlas, pero también ignorarlas.
Aquellos que festejan Navidad y Año Nuevo con toda la parafernalia, la familia y los amigos felices, como una fiesta que los niños nunca olvidarán, el consumismo brilla y la alegría es plena, son como una postal, como una ilusión, una foto de la revista Gente, una escena alienada del capitalismo o la religiosidad de la tradición, familia y propiedad.
Adonde esas escenas se abren mínimamente a la realidad, penetra la tristeza por los muertos y por los problemas graves del presente, desde niños condenados a no comer, porque sus padres no están, o están en la cárcel, o drogados, hasta las familias que rebalsan lanchas en el océano, en la tentativa de huir de la guerra y el hambre.
Qué hacer, entonces, en estas benditas y malditas fiestas.
Pasarlas por arriba es un intento de autoengaño. Es como cerrar los ojos y taparse los oídos ante un choque que va a suceder: de todos modos va a suceder.
Construir la ilusión de la felicidad es un poco psicótico.
Quizás convenga ritualizar el bajón, abrirle la puerta a todas las infelicidades que aparecen contrastadas por las luces del arbolito de navidad.
Quizás convenga no pensar tanto en cómo la va a pasar uno individualmente, o familiarmente, y dedicarle un rato, o toda la fiesta, a tirarle una onda alguien que lo necesita.
jueves, 19 de diciembre de 2019
Madre Celia, abuela Lucy
Hoy es el aniversario de la muerte de mi madre.
Hay personas que están más vivas que otras, y he conocido pocas
personas más vivas que ella.
Pensaré en mi madre durante el día, en lo posible tratando de no perder
de vista sus defectos y las cagadas que se mandó, porque sería un homenajismo
que la mataría un poco más.
Tan viva como estaba, no murió del todo. Primero muere el cuerpo, y
luego lentamente, en muchos años, va disipándose el resto de uno.
Pueden ser muchísimos años. Hace unos días estuve viendo a los
niños de Llullaico. Son tres chicos que fueron sacrificados hace 600 años en la
cima de un volcán, donde la temperatura nunca sube de menos cero, y los chicos
permanecieron como en un freezer. Ahora están en un museo de Salta, en las
mismas condiciones, obvio, donde los exhiben, y es asombroso que parecen
dormidos, con los pelos aún brillosos, los deditos y las pieles tersas como si
aún la sangre corriera por sus venas.
Luego, hace 40 años descubrieron los huesos de una ancestra de los
humanos, a la que llamaron Lucy. Vivió hace seis millones de años. Ahora hay
réplicas de ella en muchos museos, y por un tiempo se seguirá mencionándola.
Seis millones de años viva.
Santuarios
Están los muertos de los ricos y
los muertos de los pobres.
Al entrar al cementerio de la
ciudad de San Nicolás, hay una avenida a la que dan las bóvedas de los célebres
por ricos.
Alejándose desde esa avenida,
están los barrios, primero de clase media, luego cada vez más pobres, y al
final está el osario, adonde tiran los huesos de los que no pueden pagar para
que sus muertos conserven un lugar.
Es una distribución que reproduce
el plano de la ciudad, que tiene a los ricos dentro del cuadrado delimitado por
cuatro avenidas y a los pobres fuera.
A principio de los años 80 apareció
una Virgen: una estatua de la Virgen del Rosario comenzó a llorar.
La estatua estaba en la Catedral
de San Nicolás, que está en pleno centro.
Poco después de que los ricos y
sus fans vieran llegar un aluvión de peregrinos pobres que llegaban desde Chaco
o Paraguay, la mujer que era parte del milagro porque regularmente se
comunicaba con la Virgen, recibió de ésta un mensaje pidiéndole que le
construyeran una iglesia fuera de ese santuario social.
Y así se hizo.
miércoles, 18 de diciembre de 2019
El miedo a los petardos
Los petardos, los globos rojos
voladores, los fuegos artificiales, son justamente resistidos por los incendios
que causan, los accidentados de las manos quemadas o los ojos cegados y el
susto mortal que les provocan a perros y autistas.
La pirotecnia está siendo
suprimida en China, donde tiene una tradición larga y vasta, desde las baterías
que se hacen estallar en la inauguración de un comercio para ahuyentar a los
fantasmas y así tener buena suerte, hasta el arte del renombrado Cai Guoqiang.
La están reemplazando por drones,
cosa que en algunos superconscientes genera tanto miedo como los cuetes al
Bobby, habiendo escuchado que ya se fabrican drones del tamaño de una mosca y
habiendo leído sobre el ataque de China a Estados Unidos en la novela de
ciencia ficción Payasadas (Slapsticks).
Pérdida del Paraíso
“Eran amigos desde niños. El
tiempo los trató con crueldad y promediando los 40 ya eran los dos muy
veteranos, pero su amistad seguía intacta. Pura, fresca, cristalina. Era una
amistad destinada a ser por siempre una edad de oro. Y sin embargo, sabían que si
cruzaban una línea, “me gustas”, una mano caída sobre un brazo, una mirada
fija, toda aquella eternidad se vendría abajo como el momento en que Adán y Eva
perdieron el paraíso.” (Joni Mafede, “Mustafá”).
jueves, 12 de diciembre de 2019
Mitad y mitad
Justina y yo descubrimos que el chico que le gusta es mitad mono y
mitad zanahoria.
No necesitamos más que eso para ser nieta y abuelo.
martes, 10 de diciembre de 2019
Perón y Evita
Nos dijeron que no tenemos
nada que ver con Perón y Evita.
Miro la foto y claro, no
nos parecemos ni en lo blanco del ojo.
¿Y cómo nos íbamos a
parecer, si somos negros, andinos, medio indios?
Y ¿saben qué? ¿a cuál
Perón y cuál Eva tenemos que parecernos?
Somos nuestros Perón y
Evita.
Soy el Perón que llevo
adentro, el que soy por convicción y sentimiento.
Y mi compañera es la Evita
que tiene adentro, la que la enamoró cuando su intuición fue entendiendo que
Evita no quería que los chiquitos pobres fueran pobres pero honrados, sino que
los quería ricos, a todos, sin nada que envidiarle a ningún chiquito de una
mansión, y también honrados.
Nuestra Evita y nuestro
Perón son nuestro deseo y nuestra acción de que todas las personas, especialmente
las más chicas, vivan dignamente, sin que les falte nada. Que vivan sus días
felizmente.
Nuestra Evita y nuestro
Perón saben que es posible.
Aprender a resistir
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.
Ganó la Resistencia.
La Resistencia a que la oligarquía llevara la realidad social a la
perversión de pocos ricos y millones de miserables.
A que impusiera el odio a los pobres en todos los argentinos.
La Resistencia cuando los líderes sindicales, políticos e
intelectuales se esfumaron.
La Resistencia de escuchar todos los días a Víctor Hugo, Navarro,
Silvestre.
La Resistencia del pensamiento crítico.
La Resistencia de plantarse en la calle los que se plantaron, las
mujeres, contra el 2 x 1, recordando la lucha contra la dictadura militar.
El peronismo se forjó también como Resistencia. Hay memoria en los
movimientos sociales.
Y Lula será la Resistencia.
Los chilenos movilizados.
Evo, los indios, los conscientes bolivianos.
Las milicias populares de Venezuela.
Los conscientes colombianos.
Los conscientes ecuatorianos.
Los conscientes en América Latina serán la Resistencia.
Se viene un tiempo de Resistencia.
Al imperio le convienen nuestras guerras civiles.
Azuzará la violencia, asesinatos, golpes de Estado, para que
estemos divididos.
La Resistencia debe ser, de aquí en más, la solidaridad, la
fraternidad. Hacer algo por los que no vienen bien.
Está muy bien “Es con todos”.
En definitiva, ganamos esta batalla resistiendo porque no aceptamos
una sociedad en la que cada uno busca su beneficio cagándose en los otros.
Ganamos esta batalla resistiendo una realidad social de pocos ricos
y millones de miserables, todos odiando a los pobres.
Hoy festejamos esta batalla de la Resistencia.
Si estuviste estos años con los dientes apretados, si miraste, pensaste,
no aceptaste, formaste parte de la Resistencia.
La fiesta de hoy es tuya.
Ahora sos necesaria, necesario, para la Resistencia que viene.
Por nosotros y por los chicos.
sábado, 7 de diciembre de 2019
Daniel D.
Algunos lo habrán sentido: una vez dentro de su camino, que es SU
camino, el Chancho tiene cambios bruscos de dirección.
Difícilmente lo noten los demás, porque el Camino del Chancho es interior y el Chancho no tiene ningún interés en mostrarlo.
Sus giros se parecen a grandes cambios de piel.
Daniel D. me cuenta:
—De a poco ha comenzado a interesarme menos la gente para la que soy
un potus. Me miro desde esas personas y les doy la razón, pero no pierdo las
esperanzas de serle útil a alguien. Creo que muchos años insistí en que vieran
en mí algo más, algo que les aportara vida. Este año hice un click y me dije “¿no habrá sido suficiente?”, y dejé de hacer lo que hice toda mi vida: tomar la iniciativa, empezar las
conversaciones. Si le sirvo a alguien, esa persona me va a hablar primero.
— ¿Y qué pasó?
— Bueno… Quizás era lo esperable… Aún no me han hablado.
— No has conversado mucho.
— Nada, casi.
— Ese silencio...
— Cuesta acostumbrarse.
Hacemos silencio. Luego dice:
— Ya me hablarán. ¿No?
— Seguro.
Inés
Hacemos balance del año con mi amiga Inés, Perra en el Horóscopo de
los chinos.
— Yo seguí con el envión del Perro (este año es Chancho, el 2018
fue Perro). Cada vez me siento más parecida
un perro.
— ¿En qué sentido?
— Cada vez estoy mejor
dispuesta a la amistad y a la vez, estoy cada vez más gruñona. Y cada vez me sale
marcar con más intensidad la división entre los nuestros y los de afuera.
— La intensidad del Perro.
— Sí, eso. Mucha inquietud de
la cabeza, me puede la ansiedad.
— Ansiedad, ¿por qué?
— Como si te dijera que tengo
ganas de tener sexo con todos.
— ¡Con todos! ¿Es literal?
— ¿A vos no te agarran ganas
de revolcarte con los demás?
— Revolcarte, ¿cómo?
— De tener una relación
intensa, algo que valga la pena, que te agote las ansias que tenés de vivir.
— Te podría trastornar la
relación con cada persona con la que te relacionás.
— Sí, que con las demás
personas pasen cosas que cambien tu espíritu y tu cuerpo, que te pongan en otro
lugar. Siento un ansia de fundirme con los demás y así ser otra, luego de cada
episodio.
lunes, 2 de diciembre de 2019
Ganas, ganitas
Podés tener ganas de estar con alguien porque
necesitás plata y le vas a pedir prestado.
Porque esa persona está bajoneada.
Porque te sentís solo.
Porque es tu primo, y te gusta sentir el calor de la
familia.
Porque es tu compañero de la secundaria y te gusta
sentir el calor de esa amistad.
Porque está bueno que te tenga cerca, a fin de que el
día que necesite a alguien para su empresa, te llame a vos.
Para pedirle trabajo para el hijo de tu amiga que no
anda bien.
Para rosquear porque pertenecen al mismo sindicato y siempre
están rosqueando.
Porque te lo querés levantar, porque te gusta
levantarte a alguien.
O por aquello que hacen ustedes dos cuando se juntan.
Disfrutar uno del otro.
Escuchar música.
Mirar carreras de auto.
Comprarse corpiños.
Comer.
Chismorrear.
Hacer gimnasia.
Lo que sea propio de ustedes dos.
sábado, 30 de noviembre de 2019
El Día del Mate en el mundo de China
En esta
nota Ezequiel de Freijo demuestra que “en el largo plazo el crecimiento de
la economía argentina está notablemente ligada al crecimiento de la producción
agrícola”.
Podría estar a favor de que nos dejemos de pensar en
un sino histórico de industrializarnos y, mirando el futuro, nos dediquemos
sólo a la agricultura.
Ustedes han escuchado mil veces frases como esta (esta
es de Young Kong, presidente del Grupo Bloque Asia): “Estamos viviendo la
decadencia de Occidente y el resurgimiento de Asia. América y Europa en su
totalidad son 1.500 millones de población, pero en China hay 1.800 millones y
otros 1.300 millones en India. Van a necesitar cada vez más alimentos, y ¿de dónde los van a sacar?
De Brasil y de Argentina”.
El sino histórico de la industrialización era un
vector contra la dependencia imperialista dentro de otro orden mundial.
Vamos entrando en uno nuevo, y entonces renace el
antiimperialismo, ahora en resguardo de China, porque el orden será otro, pero la función de Argentina sería
calcada a la anterior.
Bien. Esta disyuntiva Argentina-granero del Imperio vs. Argentina-autosuficiente es una disyuntiva excluyente que tiene como presupuesto el mandato moderno del desarrollo.
Desde que fue eliminado de la Marcha Peronista el verso "combatiendo al capital", las dos alternativas son modelos que tienen como
premisa el desarrollo.
Llegar lo más lejos posible lo antes posible.
No quisiera descartar que uno de los factores por los cuales ni un modelo ni el otro nos llevó a ser Australia, Nueva Zelanda o Sudáfrica ha sido, más que nuestras limitaciones, una decisión de no desarrollarnos como el mundo manda.
“Éramos uno de los países más ricos del mundo, mirá
dónde estamos ahora”, dice la consciencia nostálgica de derecha.
Esa consciencia explica la falta de desarrollo por la
negativa. “No supimos, no pudimos, nos enredamos, nuestros políticos son
corruptos”.
Pero nada dice que no hayamos tenido, en cambio, una actitud positiva.
A partir de la sospecha de que el desarrollo capitalista trae mayor desigualdad y mayor dependencia, trancarnos y resistir, poner distancia.
Una actitud positiva, basada en razonamientos como “nos dicen que nos deslomemos trabajando, que así
vamos a mejorar, pero nos deslomamos y cada vez cobramos menos, mientras ellos
se llevan el producto de nuestro trabajo”.
Esta actitud es la que le hacía hervir la sangre de
odio a Sarmiento y al enano fascista del que todos estamos embarazados, que sintoniza
bien ese político Olmedo al aborrecer a los pobres concibiéndolos como
haraganes: “¡agarrá la pala!”.
Estoy hablando de una actitud positiva de querer
vivir todos tranquilos y bien.
Y listo.
Sin estar dispuestos a sacrificar esa tranquilidad y
bienestar en pos de un desarrollo del que desconfiamos, en principio porque viene
de afuera, no es deseo nuestro, y luego porque la experiencia nos dice que,
adonde se produce, el desarrollo es aprovechado por otros.
Acaso es esa actitud positiva la que se ha impuesto
en las pujas interiores de Argentina en pos y en contra del desarrollo, la que
explica que no nos hayamos convertido en una potencia agrícola ni en una
potencia industrial.
Es lógico que el tema vuelva a desparramarse sobre la mesa en este momento en que el nuevo mundo que tendrá a China como potencia organizadora, vuelve a prever que seamos granero (el Granero de la Franja y la Ruta), pero sobre todo, sigue dentro del paradigma del Desarrollo.
China está diciendo que Argentina debe desarrollarse.
Debe.
No hay otro camino.
Comento esto hoy, que es el Día del Mate.
Fecha establecida no por entusiastas materos
silvestres, sino por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina,
mediante la Ley 27.117, sancionada el 17 de diciembre de 2014, promulgada de hecho
el 20 de enero de 2015, y publicada en el Boletín Oficial de la República
Argentina, el 28 de enero de 2015.
De acuerdo al Instituto Nacional de la Yerba Mate, cada
año los argentinos beben cerca de 100 litros de mate por persona, y la yerba está
presente en el 90% de los hogares argentinos.
Ayer, hoy y mañana se está celebrando en La Rural la
feria Matear 2019.
Es de notar que la costumbre del mate es
indolentemente anticapitalista: con un puñado de unas hojas trituradas de una
planta silvestre y un poco de agua de la canilla calentada con un mínimo de
combustible, se conforma el hambre de varias personas.
¿Cómo puede una economía desarrollarse si su gente
toma mate?
El juramento de mi tía Irma
Mi tía Irma no era maternal en el sentido de la mamá
del monumento a la Madre en el Día de la Madre, buena, con niños, esposa
abnegada, toda esa perversión.
Mi tía Irma era maternal en lo derecha que era.
Cuando se iba a dormir, pensaba en algunas personas
que estaban enfermas o desdichadas.
Tenía un sentido fuerte de la desdicha porque era
enfermera del hospital de San Nicolás, adonde iban a parar los apuñalados en
una pelea, los niños de tres años que se tiraron una sartén de aceite hirviendo
encima, las viejas que se habían quebrado la cadera bombeando agua, la mujer a
la que el marido le había partido cuatro costillas a trompadas.
En ellos pensaba mi tía. Y también en personas
queridas, que no la pasaban tan mal, pero que eran cercanas. En una tía que
había enviudado hacía poco, en una sobrina que le daba demasiado trabajo a sus
padres, en una amiga que se había enamorado de un hombre casado.
Revisaba la situación de cada uno, sopesaba
alternativas para una solución, le pedía a Dios que ayudara a esta o aquella
persona.
Al día siguiente, si se le había ocurrido algo que
ella pudiera hacer, lo hacía.
Así era como le deseaba el bien a otras personas.
Yo tuve la suerte de que una parte de mí estaba
dentro de esa tía.
Soy plenamente consciente de que mi vida ha marchado
bien porque esa tía me deseó que me fuera bien.
En once días empezará un nuevo gobierno.
Yo estoy a favor de éstos que ganaron, porque su idea
de sociedad puede permitir la solidaridad más que el gobierno que está
terminando, que favorece más el bienestar de cada uno sin pensar que ese
bienestar sólo puede ser completo si otros también están bien, especialmente
las personas queridas.
Mi tía Irma era enfermera, había hecho un juramento
con el que estaba enteramente comprometida y deseaba que la gente estuviera
bien.
No hace falta mucho más que eso.
Y quiero decirles, hoy que mi tía Irma está muerta
hace muchos años, que eso solo es una revolución.
martes, 26 de noviembre de 2019
El nombre del día
¿Hay
mayor locura en que cada conducta sea diferente, sin lógica, o en repetir un
patrón indefinidamente?
Cada día
se me presenta con una impronta propia, como si cada día fuera una persona. El
día resulta lo que yo hago con la realidad, que está impregnada de la
personalidad del día.
Podría
decir que hay días tristes, vivaces, anodinos, cansados, saludables.
Si me
pusiera perspicaz, podría distinguir las sutilezas de algunos días que tienen
personalidades muy ricas.
Así, a
cada día podría ponerle un nombre propio, Elizabeth Morales, Carla Alarcón,
Ricardo Rossi, Mariana Rizo, Juan José Pinto.
Esto es
lo que hizo en una de sus novelas un escritor de ciencia-ficción muy bueno, y
en definitiva es lo que hacen los católicos con el santoral.
Cumpleaños 60
Estoy cumpliendo
la sexta década de mi vida.
Es asombroso cómo
las personas de la familia a la que pertenezco continúan siendo niños hasta que
mueren; a los 50, 60, 70, 80 años o más.
Durante mucho
tiempo vi esto como un defecto. Luego me he preguntado si no es una táctica
inteligente. Como niño, uno siempre está abierto a que la realidad sea
diferente de lo que uno cree, tiene la inteligencia ágil, todo el tiempo tiene
ganas de jugar.
Algunos amigos muy
entrañables me preguntan cómo voy a festejar mi cumpleaños. Me lo pregunto a su
vez, a mí mismo, porque no me sale una respuesta automática.
Digo: “con sexo y
drogas”.
Por supuesto que
es literal. Pero no sólo. Sexo y drogas ¿qué significa?
Quiero decir que sobre
los 60 años ya no puedo tragar sapos, tratar con personas ante las que deba
sonreír hipócritamente porque tienen un pensamiento que no soporto y con
quienes no tengo nada que intercambiar, nada mío que las nutra, nada de ellas
que me interese.
“Sexo y drogas” es
estar en pelotas, para poder decirte la verdad.
Llego entonces a
los 60 años, con la urgencia de dejar atrás las relaciones de compromiso, las
relaciones inútiles, que obedecen a morales a las que yo no adscribo.
Por lo menos, no
quiero esas relaciones dentro de mi casa, el día de mi cumpleaños.
Y sí quiero estar
con personas que necesiten que el contacto con otras las trastorne.
Carta política del día: la alternativa legalista
Algunos nos hemos
impacientado con lo que hemos entendido como un michaelmoorismo en el estilo de
Cristina Fernández de Kirchner: una fe en que la solución de todo pasa por
atenerse a la ley. Sabemos que la ley es el resultado, aunque provisorio, de la
victoria de unos sectores sociales sobre otros, y la herramienta de esos
sectores para someter a los demás. Pensar en modificar este estado de cosas a
través de las herramientas construidas para su implementación y defensa, parece
contradictorio.
Así, hemos visto a
Cristina más como una primera ministra que como una caudilla. Más como una
administradora que como una líder.
Nos impacientamos
porque sospechamos que por esa vía sólo se sustanciaba el statu quo y jamás se
habilitarían cambios sociales en favor de una justicia social.
Sin embargo, ante
lo que está sucediendo estos días en América Latina, la estrategia legalista de
la ex presidenta parece ser la correcta.
Como sociedad
política, desde la instauración de la dictadura de 1976 tocamos tres extremos.
Primero, la
atrocidad de los militares que actuaron promovidos por y en connivencia con la
oligarquía.
Segundo, la
reacción ante el embate de la violencia. Si bien la dictadura tuvo un
apoyo masivo, sustentado por el nacionalismo y los valores más conservadores,
también hubo una reacción en contra. Se ha discutido y se discutirá cuán
determinante resultó esa resistencia en la caída de la dictadura. Lo cierto, es
que la resistencia existió.
Tercero, los
crímenes de la dictadura no generaron actos de venganza. No hubo conductas
ilegales: nadie le pegó un tiro a un torturador, no hubo una sola bomba en la
casa de un militar asesino. Todo se resolvió en el marco de la Justicia, o sea,
con la aplicación de la ley. Esto fue visto como una máxima expresión de
civilización
Esta tercera
tesitura es la base de la política de Cristina Fernández de Kirchner —y el
presidente Alberto Fernández pareciera compartirla cabalmente.
En momentos en que
el imperio nos empuja a la paradoja de vivir sometidos o entrar en una guerra
civil, o sea, perder sí o sí, la alternativa legalista podría ser una opción
válida.
lunes, 25 de noviembre de 2019
"Escucha, hijo"
Un padre, una madre, a veces declama algo contrario a lo que actúa.
"Las personas son todas iguales. No hay que hacer diferencias", le dirán a su hijo, pero el hijo los escuchará decir "es un negro de mierda".
¿Qué aprende el hijo?
Uno. Que la gente es diferente. Unos son superiores a otros. Nosotros somos superiores a los negros de mierda. Hay que odiar a los negros de mierda.
Dos. Que se le miente a los hijos y a otras personas.
Tres. Que lo están sometiendo a una psicopateada, ordenándole que haga lo contrario a lo que ellos hacen, mientras le juran que actúan de otra manera.
En cuanto imite a sus padres, hará estas tres cosas.
Llevarlas al extremo será una manera de serle fiel y honrarlos.
Ser buen padre, buena madre, en fin, quizás tenga que ver más con la coherencia que con cumplir con la imagen social del matrimonio que no se separa, la mamá perfecta o el gran padre.
domingo, 24 de noviembre de 2019
La tienda de los aparatos
En el barrio de Kadiköy, Estambul, hay una calle de antigüedades, que tiene varios locales dedicados a aparatos mecánicos. Rompenueces, trampas para grillos, balanzas, termómetros, juguetes voladores, muchas máquinas de cocina -desplumadoras de gallinas, evisceradoras de pescados, aparatos para sacarle aceite a las almendras o para convertir en flores las zanahorias, los zucchini y las manzanas, o las cáscaras de frutas en cajitas, o para hacer turrones con dibujos interiores-, metrónomos, máquinas para fabricar zapatos, para desenmarañar redes de pesca, veladores de aceite para crear seres de luz.
Me detuve en una tienda que parecía especializada en autómatas. Abundaban las luciérnagas, los escorpiones y conejos, de pocos y simples movimientos y luego los había de mayor tamaño y de comportamiento más complejo, como un zorro que jugaba al ajedrez y una cabra que caminaba sobre una cuerda. Algunas asustaban: una tortuga lo seguía a uno con la cabeza y con los ojos y si uno pasaba cerca de una mantis religiosa del tamaño de una gallina, ella empezaba a seguirlo de lejos. Había, claro, autómatas humanos, unos más toscos, otros inquietantes. Uno tenía entre los dedos una chapita con una inscripción ilegible. Y había también una pequeña serie de autómatas de seres imaginarios, seres concebidos sólo para fabricar el autómata.
Lo que resultaba más fascinante eran los aparatos misteriosos. Aparatos que, cada uno es un género en sí mismo. Muchos de ellos tienen funciones tan misteriosas que los vendedores no saben dar cuenta de ellas. El visitante llega a dudar de que sirvan realmente para algo.
Uno de esos aparatos extraños es un medidor de distancia entre las personas.
Por supuesto, no mide la distancia en longitud física, o en diferencia de temperatura, o de hercios de la actividad cerebral. Es harto más complicado. Tiene en cuenta esas distancias o diferencias, pero también muchos otros factores que hacen a la confianza que hay entre dos o varias personas, incluso la que una persona tiene con sí misma.
El modo en que este aparato expresa la distancia entre las personas no carece de cierto lirismo lúdico. "Dos señoras que se han encontrado tendiendo la ropa y conversan", "enamorados en el momento en que desesperan por estar juntos", "médico que escucha los dolores que enumera un anciano pensando en otra cosa", "niño con su perro, aún no habiendo tomado consciencia de que pertenecen a razas diferentes", "soldados que se acobardan juntos en una batalla de pronóstico muy malo", "primos que recién se conocen y observan el cielo de la noche en silencio", "madre que acompaña a su hija en el primer parto", y así.
"¿Para qué sirve este aparato?", le pregunté al vendedor.
"Para saber", me dijo seco, habiendo comprendido con sagacidad que yo no tenía dinero para comprarlo.
"¿Y para qué sirve saber?", volví a preguntarle.
Entonces me miró a los ojos, evaluando si valía la pena meterse en el tema sólo porque le gustaba hacerlo.
"El sentimiento es importante, ¿no?"
Asentí.
"También es importante ser práctico. Este aparato puede medir la distancia absoluta que hay entre las personas, pero también mide la distancia relativa. Vos podés sentir a una persona muy cerca de vos, pero si se mide desde ella, resulta que la distancia es muy grande. O al revés", especuló, con una dosis de pensamiento cientificista.
"Es importante que las personas no se engañen en cuanto a la distancia que tienen con las otras", continuó. "Es muy práctico saber a qué distancia estás realmente de alguien. Para los negocios, para saber con quién podés contar realmente, y aún para la relación sentimental".
"¿Podemos medir la distancia que hay entre usted y yo?", le pedí.
"Cuando te expliqué para qué sirve el aparato, estábamos muy cerca, pero no vas a comprar. Cuando tengas dinero, volvé y la probamos", me despachó.
En el camino a la salida, me detuvieron los maravillosos relojes. Relojes de arena de todas las formas imaginables, relojes que reproducen aquella calle de Kadiköy, iluminada según la hora, para que quien compre uno tenga, a la vez de un reloj, un recuerdo de haber estado allí; relojes de agua que cantan, relojes que van marcando la hora con brillos diferentes, relojes que son maquetas gigantes que representan mundos en los que suceden muchas cosas al mismo tiempo -uno sabe que son las dos y media de la tarde porque un gato salta de un techo a otro, las diez de la mañana cuando un autobús se detiene ante la luz verde de un semáforo y un motociclista que iba detrás insulta al chofer, que son las once de la noche porque una enfermera se tropieza a la salida del hospital, y así.
Me detuve en una tienda que parecía especializada en autómatas. Abundaban las luciérnagas, los escorpiones y conejos, de pocos y simples movimientos y luego los había de mayor tamaño y de comportamiento más complejo, como un zorro que jugaba al ajedrez y una cabra que caminaba sobre una cuerda. Algunas asustaban: una tortuga lo seguía a uno con la cabeza y con los ojos y si uno pasaba cerca de una mantis religiosa del tamaño de una gallina, ella empezaba a seguirlo de lejos. Había, claro, autómatas humanos, unos más toscos, otros inquietantes. Uno tenía entre los dedos una chapita con una inscripción ilegible. Y había también una pequeña serie de autómatas de seres imaginarios, seres concebidos sólo para fabricar el autómata.
Lo que resultaba más fascinante eran los aparatos misteriosos. Aparatos que, cada uno es un género en sí mismo. Muchos de ellos tienen funciones tan misteriosas que los vendedores no saben dar cuenta de ellas. El visitante llega a dudar de que sirvan realmente para algo.
Uno de esos aparatos extraños es un medidor de distancia entre las personas.
Por supuesto, no mide la distancia en longitud física, o en diferencia de temperatura, o de hercios de la actividad cerebral. Es harto más complicado. Tiene en cuenta esas distancias o diferencias, pero también muchos otros factores que hacen a la confianza que hay entre dos o varias personas, incluso la que una persona tiene con sí misma.
El modo en que este aparato expresa la distancia entre las personas no carece de cierto lirismo lúdico. "Dos señoras que se han encontrado tendiendo la ropa y conversan", "enamorados en el momento en que desesperan por estar juntos", "médico que escucha los dolores que enumera un anciano pensando en otra cosa", "niño con su perro, aún no habiendo tomado consciencia de que pertenecen a razas diferentes", "soldados que se acobardan juntos en una batalla de pronóstico muy malo", "primos que recién se conocen y observan el cielo de la noche en silencio", "madre que acompaña a su hija en el primer parto", y así.
"¿Para qué sirve este aparato?", le pregunté al vendedor.
"Para saber", me dijo seco, habiendo comprendido con sagacidad que yo no tenía dinero para comprarlo.
"¿Y para qué sirve saber?", volví a preguntarle.
Entonces me miró a los ojos, evaluando si valía la pena meterse en el tema sólo porque le gustaba hacerlo.
"El sentimiento es importante, ¿no?"
Asentí.
"También es importante ser práctico. Este aparato puede medir la distancia absoluta que hay entre las personas, pero también mide la distancia relativa. Vos podés sentir a una persona muy cerca de vos, pero si se mide desde ella, resulta que la distancia es muy grande. O al revés", especuló, con una dosis de pensamiento cientificista.
"Es importante que las personas no se engañen en cuanto a la distancia que tienen con las otras", continuó. "Es muy práctico saber a qué distancia estás realmente de alguien. Para los negocios, para saber con quién podés contar realmente, y aún para la relación sentimental".
"¿Podemos medir la distancia que hay entre usted y yo?", le pedí.
"Cuando te expliqué para qué sirve el aparato, estábamos muy cerca, pero no vas a comprar. Cuando tengas dinero, volvé y la probamos", me despachó.
En el camino a la salida, me detuvieron los maravillosos relojes. Relojes de arena de todas las formas imaginables, relojes que reproducen aquella calle de Kadiköy, iluminada según la hora, para que quien compre uno tenga, a la vez de un reloj, un recuerdo de haber estado allí; relojes de agua que cantan, relojes que van marcando la hora con brillos diferentes, relojes que son maquetas gigantes que representan mundos en los que suceden muchas cosas al mismo tiempo -uno sabe que son las dos y media de la tarde porque un gato salta de un techo a otro, las diez de la mañana cuando un autobús se detiene ante la luz verde de un semáforo y un motociclista que iba detrás insulta al chofer, que son las once de la noche porque una enfermera se tropieza a la salida del hospital, y así.
sábado, 23 de noviembre de 2019
El vecino del 7º C
Tengo un vecino, en el 7º C. Un día con un amigo lo socorrimos; íbamos en el ascensor y la señora nos pidió ayuda, que el marido se le había caído. Fuimos y estaba en el piso, tratando de levantarse, entre dos sillones, un viajo alto y flaco. Por suerte no se había golpeado, aunque se había puesto un poco nervioso. Lo levantamos despacito, lo sentamos en un sillón y nos quedamos a ver si estaba bien.
Desde entonces nos hicimos amigos. Siempre hablamos de Boca, porque es de Boca.
Hace unos días me contó que su esposa había viajado a 9 de Julio a visitar una hermana. Ayer le pregunté cómo había pasado el día y me contó esto.
No pasé solo el día en Buenos Aires, no. O bueno, un poco. Es que había mucha gente…
Fui caminando (pese a lo que me cuesta caminar, porque me duelen mucho los pies) hasta la boca del subte, pagué la entrada, bajé por la escalera mecánica hasta el andén y me senté en uno de los bancos que hay allí, no muy cómodo, porque es de acero inoxidable y tenés la impresión de que te deslizás, de que sin darte cuenta vas a terminar en el piso.
Me pasé el rato mirando a la gente que bajaba de los vagones.
Los extranjeros -a lo mejor son brasileños, o árabes.
Estos son estudiantes, estos también. Aquellos. Muchos son estudiantes.
Los matrimonios.
Los personajes -cada tanto aparece un flor de personaje.
Una pareja de dos varoncitos que van muy enamorados dándose besos. Uno con tatuajes por todos lados.
Una familia con muchos chicos. Muy pobres. Los chicos van pidiendo, el padre con la gorra, vende pañuelitos de papel. Y andan todos juntos.
Dos monjas, pasan.
Las chiquilinas, tan lindas en la primavera, y esta mujer, ¡qué mujeres, las argentinas!
Miro cómo se visten los hombres de mi edad, algunos haciéndose los más jóvenes, con la camisa afuera, incluso con una coleta, otros formales, varios como yo, con unas zapatillas deportivas, que parecen de deportista profesional, y las usamos porque no duelen los pies.
Los oficinistas. La ciudad es de estos y de los vendedores que van con sus carpetas y cuadernos, los visitadores médicos con su portafolios, los abogados, de traje.
De estos es la ciudad.
No es mía. Antes fue mía, ahora la miro pasar, nomás. Al que me saluda, lo saludo, pero no saluda nadie, cada uno anda en lo suyo, hoy se vive así.
Desde entonces nos hicimos amigos. Siempre hablamos de Boca, porque es de Boca.
Hace unos días me contó que su esposa había viajado a 9 de Julio a visitar una hermana. Ayer le pregunté cómo había pasado el día y me contó esto.
No pasé solo el día en Buenos Aires, no. O bueno, un poco. Es que había mucha gente…
Fui caminando (pese a lo que me cuesta caminar, porque me duelen mucho los pies) hasta la boca del subte, pagué la entrada, bajé por la escalera mecánica hasta el andén y me senté en uno de los bancos que hay allí, no muy cómodo, porque es de acero inoxidable y tenés la impresión de que te deslizás, de que sin darte cuenta vas a terminar en el piso.
Me pasé el rato mirando a la gente que bajaba de los vagones.
Los extranjeros -a lo mejor son brasileños, o árabes.
Estos son estudiantes, estos también. Aquellos. Muchos son estudiantes.
Los matrimonios.
Los personajes -cada tanto aparece un flor de personaje.
Una pareja de dos varoncitos que van muy enamorados dándose besos. Uno con tatuajes por todos lados.
Una familia con muchos chicos. Muy pobres. Los chicos van pidiendo, el padre con la gorra, vende pañuelitos de papel. Y andan todos juntos.
Dos monjas, pasan.
Las chiquilinas, tan lindas en la primavera, y esta mujer, ¡qué mujeres, las argentinas!
Miro cómo se visten los hombres de mi edad, algunos haciéndose los más jóvenes, con la camisa afuera, incluso con una coleta, otros formales, varios como yo, con unas zapatillas deportivas, que parecen de deportista profesional, y las usamos porque no duelen los pies.
Los oficinistas. La ciudad es de estos y de los vendedores que van con sus carpetas y cuadernos, los visitadores médicos con su portafolios, los abogados, de traje.
De estos es la ciudad.
No es mía. Antes fue mía, ahora la miro pasar, nomás. Al que me saluda, lo saludo, pero no saluda nadie, cada uno anda en lo suyo, hoy se vive así.
Uno solo
"Resulta en un sentimiento glorioso el descubrir la unidad de un esquema de fenómenos que en primera instancia se creían completamente inconexos". Albert Einstein
"Una conexión oculta es más fuerte que una obvia". Heráclito de Éfeso.
La entomóloga búlgara Bozhana Dimítrova descubrió que un tipo de aguacil pequeño, o más bien enano, que tiene una habilidad perceptiva asombrosa. Con la gran actividad mental que los rusos han descubierto recientemente en los insectos del orden de los odonatos, este aguacil es capaz de diferenciar miles de especies vivas, clasificando cada especie como un solo organismo. Ve a todas las garzas como una sola garza ("una nube de garzas", dice Dimítrova, para hacer la idea más asible), todos los cabellos como un solo organismo caballo, todos los humanos como un solo cuerpo. No es que no sea incapaz de recortar los individuos, sino que los ve como los humanos vemos las hojas de un árbol o las células del cuerpo de un cisne.
Para este insecto, los individuos se comportan con el concierto que conduce a las aves en bandada, o a los lobos en manada o a las anchoas en cardumen. Dimítrova sospecha que incluso es capaz de percibir las líneas que conectan a los individuos, e incluso que lo que ve principalmente son esas líneas, y los individuos serían unas derivaciones, indispensables pero de entidad supeditada, que deben ser de resposición fácil.
Por tanto debe concebir la muerte de los individuos como un descascaramiento del animal único, y comprende el ciclo vital desde el surgimiento de la especie hasta su extinción.
Ciertamente todos los alguaciles de ese particular tipo son parte de una única percepción, una sola mente y un solo cuerpo, que es la masa física de todos los individuos, distribuidos como están, por todo el planeta.
miércoles, 20 de noviembre de 2019
Veinte kilos de sobrepeso
La pregunta "qué soy yo" se responde con la voluntad (qué quiero ser yo) y desde una escena.
Por ejemplo, la actual escena en que emergen desde el fondo de sus agujeros los cadáveres vivos más violentos de los mundos que los ingenuos creíamos superados.
Aparecen zombies los que descuartizaban indios, los que los metían de por vida dentro de las minas, los que pagaban por un par de orejas, los que salían a cazarlos como animales, los que llenaron un tren con cadáveres, los que torturaban por placer, los que tiraron personas desde un avión al río, los que llenaron un estadio de gente a la que asesinarían, los que le deshicieron las manos a culatazos a un músico.
Desde esa escena, ¿qué soy yo?
Entre infinitas respuestas, se puede decir:
Quiero ser una madre, un padre útil.
Quiero que la próxima generación tenga la vida digna que quiera tener, floreciendo, dando fruto, que sean arco iris, que sean gigantes, que sean agua, que sean laburantes, que sean lo que quieran.
Entonces, quiero ser un buen instrumento para eso.
En este momento de peligro, nuestros los que vienen detrás nuestro están amenazados. Corren riesgos que pueden ser muy complejos.
Entonces, quiero ser una herramienta para que esos peligros no los acosen.
Para eso quiero afilar mi pensamiento, mi consciencia, mi poder crítico, mi lucidez.
Para eso quiero labrar mi experiencia, de modo que les sirva de la manera más directa.
Que les sirvan mis fracasos, mis aprendizajes, mis aciertos, mis vivencias, los lugares que conocí, los traumas que me han determinado, los mandatos en que me revolví.
Para eso quiero que mi cuerpo esté en las mejores condiciones. Con un bypass como consecuencia de autoconsentirme fumando dos atados de cigarrillos por día, no les seré muy útil.
Con 20 kilos de sobrepeso no podré defenderlos.
Medio ciego por indolencia seré un trasto.
Medio paralizado por un acv seré una carga.
Quiero estar fuerte, sano y ágil para que los chicos puedan apoyarse en mí, en lo que les puedo dar.
Y luego, lo más importante:
Quiero ser parte de una familia, unos amigos, unos compañeros, un clan, una tribu.
Porque bajo ninguna circunstancia, en ninguna situación, bajo el efecto de ningún deseo, soy un individuo entero, sino sólo soy parte de una red.
El instrumento que quiero ser para los chicos es parte de un esquema, una máquina, un sistema. Gente que se tiene una a la otra. Si alguien necesita algo, tiene a los demás.
Así las cosas, si en un momento de desconcierto me preguntara "pero ¿yo, qué puedo hacer?", puedo responderme: puedo ser con otros la madre, el padre, de los que vienen.
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Para la chiquilinada
En la hora de la victoria en las elecciones del 27 de octubre, se oían gritos "¡No vuelven más!", o más prudentemente, "¡se van!"
Pero en el escenario de los triunfantes, Axel Kicillof, uno de los que más ganó, se tomó interminables minutos para explicar las dificultades económicas en que estamos, cómo llegamos a esto y quiénes nos trajeron hasta este desastre.
Pinchaba el globo, Axel, cortaba por la mitad el grito de deshahogo.
Pero casi todos pensaban igual que él. Las advertencias contra el triunfalismo, que decían "cuidado con ilusionarse con que se van", fueron rápidamente confirmadas en Chile, con unas fuerzas de seguridad desatadas como hienas hambrientas, y en Bolivia, con un golpe de Estado ejecutado por un aparato con ramificaciones en todo el continente.
No se fueron, están acá, sin el gobierno institucional en Argentina, pero más radicalizados que nunca. El odio a los pobres en Argentina está hecho de la misma materia que mueve a los carabineros a dar patadas y palazos y a los golpistas bolivianos a agredir a los indios blandiendo una cruz.
Esa bestia está enardecida. Ahora se agazapa en Argentina, mientras toma el poder en Bolivia, lo revolea en Brasil y destroza cuerpos en Chile como en la época en que estaba vivo su macho.
Con esa bestia tenemos que vérnosla.
Esa bestia es la que amenaza a nuestros cachorros.
Y no son cualquier generción: son una camada de oro. Se criaron con el idealismo convertido en realidad, en Venezuela, en Ecuador, en Uruguay, en Brasil, en Chile, en Paraguay, en Argentina.
Dénse vuelta y mírenlos, son los chicos que tuvieron tablets, los nietos de las viejas que recibieron la justicia de la jubilación universal, las chicas que tomaron las calles como leonas para que ni una más muera violada o muriera en un aborto clandestino; son los chicos que salieron a la calle con una consciencia que estaba más allá de ellos, cuando el Gobierno quiso imponer el 2 x 1 para beneficiar a sus asesinos.
Y son los chicos que se levantaron en Chile. Se han erigido como una montaña de dignidad. El plan del Imperio es convertir Latinoamérica en un campo de Estados nacionales en disgresión eterna. La fuerza del Imperio, con sus bestias locales, es tremenda. Pero la fuerza de estos chicos es impredecible. Chile lo está probando. La decencia que apenas se insinuó en Argentina en las elecciones del 27 de octubre es insondable.
Yo observo a mis chicos y no sé hasta dónde son capaces. Sí presiento que son mucho más fuertes que sus padres, los hijos de la Dictadura del 76.
Invito, dada esta situación, a la gente de mi edad, a los que somos padres y abuelos, a poner los años que nos quedan, a disposición de los pibes.
No nos van a traicionar.
Son gente maravillosa.
Démosle nuestros brazos, nuestros sentimientos, nuestra experiencia, nuestra inteligencia, las mutilaciones que sufrimos, los fracasos que nos traumatizan, para que ellos construyan una realidad que tendrá como materia la solidaridad.
Una realidad que durará diez mil años, y que tendrá en su subsuelo, viva pero del tamaño de un insecto, a esta bestia que hoy los amenaza.
lunes, 11 de noviembre de 2019
El mandato de la astucia
Qué bueno que la nueva ola nazca con nombre, Grupo de Puebla. El grupo de Lula, Chávez, Kirchner, Mujica, Evo, Lugo, Correa no tuvo nombre. Qué bien que se haya hecho esta corrección.
En lo que tuvo de místico aquel grupo, hubo una dosis de ingenuidad.
No es posible olvidar aquella frase de Lula, “Nunca pensé que poner un plato de comida en la mesa de un pobre generaría tanto odio de una elite que se harta de tirar comida a la basura todos los días”.
Es una frase de una elocuencia maravillosa, tan enorme como su inocencia. Luego de recuperarse de su eficacia expresiva, a alguien se le podría ocurrir preguntarle a Lula: ¿cómo, Lula, nunca pensaste?
¿Qué pensaste?
¿Pensaste que no tendría consecuencias darle una bofetada a la oligarquía, al imperio, a los dueños?
¿Pensaste que iba a ser gratis?
Las nuevas generaciones podrían reprocharle: Lula, no tenías derecho a no pensar que la reacción, cuyo veneno recaerían sobre nosotros, sería vil, brutal, aplastante, asesina.
Hubo ingenuidad en todo aquel grupo sin nombre. Tal vez fue el candor del triunfo, ver que los bolivianitos recién nacidos ya no morían por la falta de higiene en los hospitales, ver que las mujeres que se habían deslomado toda la vida y llegaban a viejas desamparadas, ahora tenían jubilación, ver que un pobre tenía un plato de comida en su mesa.
Quizás esa ingenuidad los llevó a pensar que beneficiar a las grandes mayorías siempre postergadas garantizaba a sus gobiernos cierta invencibilidad, los ponía un paso delante, donde ya no serían alcanzados por la Reacción y su máquina de odiar.
Cuando finalmente apareció, la Reacción los barrió del mapa.
Utilizando, además, el arte cruel de poner en contra de los líderes a gran parte de los mismos que sus gobiernos habían beneficiado (tampoco habían pensado en eso, "nunca pensé que el pobre que tuvo un plato de comida en la mesa, me clavaría un puñal en la espalda para ir a comer a McDonald´s").
Lula, Chávez, Kirchner, Mujica, Evo, Lugo, Correa: debieron haber pensado.
Lula, Maduro, Mujica, Evo, Lugo, Correa, Cristina, Fernández: deben pensarlo. Tienen la responsabilidad de ser astutos como lo fue Fidel Castro.
La cantidad de veces que intentaron matar a Fidel es casi irreal (los servicios de seguridad cubano hablan de más de 600 planes, de los cuales más de un centenar fueron. ejecutados), y la variedad es casi surrealista. Ataques mientras hacía caza submarina, francotiradores, comida, explosivos colocados en sus zapatos, femme fatales, veneno inyectado en un cigarro, una carga explosiva dentro de una pelota de baseball. Miguel Escalante, ex jefe del servicio secreto cubano, dijo que lo intentaron los gobiernos de Kennedy, Johnson, Nixon, Carter, Reagan y Bush.
Tengo la sensación se que Fidel fue enfático y tenaz con Chávez respecto de no ahorrar en todos los esfuerzos necesarios para mantener la guardia alta, y que eso no estaría desvinculado del hecho de que este año los Estados Unidos, con el apoyo de todo Occidente, no pudieron doblarle el brazo al gobierno de Maduro, aún con todos los frentes abiertos que tiene.
Esa cautela extrema, que consiguió eludir decenas de intentos de asesinato de Fidel, fue desestimada por el Che, y de la misma manera fue subestimada por los líderes del grupo sin nombre.
El golpe de Estado contra Evo debería ser la lección determinante.
Las posiciones, los logros conseguidos para el Pueblo , para las próximas generaciones, deben defenderse construyendo con la solidaridad una realidad que dure mil años, y para eso deberá ser sostenerse la lucha, porque la oligarquía, aún reducida al tamaño de un insecto, es una serpiente de esas que "la mato y aparece una mayor".
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